En la era digital actual, es común encontrarse con ideas que predicen un futuro sin pantallas, donde las interfaces de usuario desaparecen y toda interacción se realiza sin necesidad de hacer clic o tocar dispositivos. Se habla de un mundo dominado por la tecnología de voz, interfaces sin botones, y una supuesta desaparición de la interacción manual con las máquinas. Sin embargo, un análisis más detenido revela que este futuro post-pantalla no es realista ni deseable, ni desde el punto de vista tecnológico ni humano. La creencia de que los avances tecnológicos inevitablemente eliminan las formas anteriores de interacción es una falacia repetida a lo largo de la historia. El internet no acabó con la radio, ni el smartphone terminó con las computadoras portátiles o de escritorio.
De la misma manera, los comandos por voz y las inteligencias artificiales conversacionales no eliminarán las pantallas ni la interacción táctil o con clics; más bien, coexistirán y se complementarán mutuamente. La razón fundamental detrás de esta coexistencia es cómo nuestro cerebro procesa la información. La conexión ojo-cerebro es una de las más sofisticadas y eficientes de la biología humana. Nuestra visión nos permite evaluar múltiples opciones de forma simultánea, hacer comparaciones instantáneas y actuar con rapidez. En contraste, la información auditiva es lineal y mucho más lenta para procesar detalles complejos.
Por ejemplo, en un entorno puramente de voz, pedir un plato en un restaurante se asemejaría a escuchar una lista interminable de opciones que pueden confundirte o aburrirte. Esta ventaja visual implica que la pantalla continúa siendo un soporte irremplazable para la interacción. Más que un simple dispositivo, la pantalla funciona como una memoria externa, un soporte que almacena información para liberarnos de la necesidad de retenerla internamente. Así como en tiempos anteriores utilizamos pizarras, pergaminos o lienzos para registrar información, ahora la pantalla ocupa ese rol en el ámbito digital. Por esto, la utilidad y presencia de pantallas seguirán siendo fundamentales, tal como se imaginaron incluso en obras de ciencia ficción como Star Trek, donde no faltaban ni las pantallas ni los paneles táctiles a pesar de la inteligencia artificial avanzada.
El concepto clásico de “clic” o selección manual es mucho más que un acto mecánico. Requiere precisión, decisión y un proceso mental de negociación entre la elección y el compromiso. Esta acción es altamente eficiente, especialmente cuando se compara con limitarse a comandos de voz para seleccionar entre listas extensas. En listas cortas de pocos elementos, el comando de voz puede ser tan efectivo como la selección manual; sin embargo, a medida que la cantidad de opciones crece, la interacción visual y táctil es mucho más rápida y menos propensa a errores o confusiones. Además, el lenguaje oral puede ser ambiguo cuando se trata de seleccionar objetos en interfaces densas con múltiples elementos similares o iconos visuales que no se pueden describir fácilmente solo con palabras.
Sin una referencia visual inmediata, describir con precisión cuál opción se desea puede ser complicado y consumir mucho tiempo. Desde un punto de vista tecnológico, la interacción con “clics” o toques es mucho menos costosa en términos de procesamiento computacional y consumo de energía que un sistema que requiere análisis continuo de audio, reconocimiento del habla y comprensión contextual por parte de una inteligencia artificial. En un mundo donde la sostenibilidad y la eficiencia energética son cada vez más importantes, esta eficiencia práctica refuerza la relevancia de mantener interfaces visuales tradicionales. Es importante destacar que la coexistencia de modalidades de interacción también responde a cuestiones de accesibilidad. Para personas con limitaciones físicas, las interfaces de voz pueden ser indispensables, mientras que quienes tengan impedimentos auditivos o dificultades para hablar, dependen de interfaces visuales y manuales.
Por ello, el futuro no debe pensarse como un reemplazo total de una modalidad por otra, sino como la integración armoniosa y complementaria de múltiples formas de interactuar con los dispositivos. En este sentido, el avance tecnológico debe orientarse hacia la integración multimodal donde los comandos de voz y la inteligencia artificial aumenten y mejoren la experiencia visual y táctil, sin sustituirla. Esto implica diseñar sistemas que permitan seleccionar con la vista y manos mientras que asistentes conversacionales puedan resolver dudas, ayudar a la navegación o incrementar la accesibilidad y conveniencia. Finalmente, el concepto de “clic” refleja una conexión profunda entre cómo los humanos pensamos y organizamos la información. Mientras contemos con la capacidad visual y el razonamiento espacial, necesitaremos interfaces que lean y respondan a estas habilidades.
Más que avanzar hacia un futuro sin clics o sin pantallas, el desafío está en construir interfaces naturales, fluidas y complementarias que aprovechen lo mejor de todos los sentidos y modos de interacción. Por lo tanto, el futuro no será uno en el que las pantallas desaparezcan ni en el que la interacción manual quede obsoleta. La evolución tecnológica potenciará sus usos y combinará nuevos modos, pero la base seguirá apoyándose en la fuerza de la visión y la precisión manual. La interacción humana con las máquinas será cada vez más multimodal, flexible y eficiente, preservando lo mejor de lo digital y lo humano para brindar experiencias más ricas y accesibles para todos.