Los periodos de lavado, conocidos también como periodos de reinicio, son una práctica común en los estudios dietéticos y nutricionales. Su función principal es preparar y homogenizar a los participantes antes o entre diferentes fases experimentales para que los resultados sean más comparables y menos influenciados por las dietas previas. Sin embargo, aunque conceptualmente parecen esenciales para mejorar la calidad de los estudios, en la práctica presentan enormes desafíos que dificultan su efectividad y objetividad. Cuando un grupo de personas comienza en un estudio dietético, cada individuo llega con antecedentes alimenticios muy diversos. Algunos pueden tener una alimentación alta en carbohidratos, otros pueden estar adheridos a una dieta cetogénica baja en carbohidratos o incluso a alguna forma intermedia.
Esta variedad representa una barrera para evaluar con precisión el impacto real de una dieta experimental. Por ejemplo, alguien que ya sigue una dieta cetogénica puede adaptarse mejor y más rápido ante un protocolo similar en el estudio, mientras que alguien que consume muchos carbohidratos puede experimentar efectos secundarios y fluctuaciones metabólicas más intensas. Para mitigar esta heterogeneidad, se implementa un periodo de lavado. Este periodo busca estabilizar el metabolismo de los participantes poniéndolos a todos en una línea base común. La idea es que al asegurar que todos comienzan desde un punto similar, las respuestas individuales al tratamiento dietético serán más comparables y reflejarán los verdaderos efectos de la intervención experimental.
Sin embargo, surge una pregunta crucial: ¿qué dieta debe considerarse como ese estado neutral? Definir un punto de partida neutral es extremadamente complicado, puesto que no existe una dieta universalmente neutra para todos los tipos metabólicos y antecedentes alimenticios. La adaptación metabólica es un proceso que puede durar desde varios días hasta semanas, dependiendo de la dieta anterior y las características individuales. Por ejemplo, un cambio de una dieta alta en carbohidratos a una cetogénica requiere tiempo para que el cuerpo se adapte al uso eficiente de grasas como fuente principal de energía. De forma similar, quienes están acostumbrados a una alimentación cetogénica pueden necesitar un tiempo para adaptarse a altas cantidades de carbohidratos sin experimentar problemas gastrointestinales o fluctuaciones en la hidratación corporal. A menudo, los estudios optan por implementar dietas de «neutralidad» que resultan ser un término medio arbitrario: una proporción más o menos balanceada de macronutrientes o incluso la llamada «dieta estándar americana», la cual, paradójicamente, puede ser perjudicial o muy poco saludable para la mayoría de los participantes.
Esta elección puede afectar la validez del periodo de lavado y, por ende, la interpretación de los resultados. Añadido a esto, detalles como el contenido de sodio, la cantidad de fibra o el tipo de grasas (por ejemplo, aceites vegetales procesados frente a grasas saturadas naturales) tienen un impacto directo en la retención de agua, inflamación y fluctuaciones en la composición corporal que son difíciles de controlar y neutralizar en un breve periodo. Otra opción considerada algunas veces para lograr esta neutralidad es el ayuno. Sin alimentos ingeridos, teóricamente se elimina el impacto dietético previo, se limpia el sistema digestivo y se reduce la carga metabólica. Sin embargo, el ayuno también induce un estado metabólico particular que es lejos de ser neutral: es altamente cetogénico y extremadamente bajo en fibra, lo que podría sesgar los resultados sobre cómo responde el organismo a dietas posteriores.
Además, no todos los participantes toleran bien el ayuno, y el estado de estrés fisiológico que produce puede interferir con la interpretación de datos relacionados con la pérdida de peso, masa magra y metabolismo. Los problemas con los periodos de lavado no terminan ahí. La pérdida de grasa real en los humanos es un proceso gradual, lento y muchas veces imperceptible en períodos cortos. Por otro lado, ciertos efectos asociados, como la retención de agua, el aumento de masa magra temporal o la inflamación, pueden ocurrir rápidamente y con gran impacto en el peso y la composición corporal. Por ejemplo, es posible ganar varios kilos de masa magra en un solo día debido a factores como una elevada ingesta proteica o fluctuaciones en la hidratación, lo que puede enmascarar completamente la pérdida de grasa causada por una dieta.
Esto representa una gran preocupación, especialmente cuando en estudios se miden resultados con métodos como la absorciometría de rayos X de energía dual (DEXA). Si los periodos de lavado no eliminan estos efectos temporales, los resultados del estudio pueden estar enormemente contaminados, mostrando mejoras o deterioros falsos. Un caso ilustrativo es la comparación con medicamentos para la pérdida de peso, como la semaglutida, que produce una reducción de grasa corporal de alrededor de 7 libras en un año. Una variación temporal en la masa corporal debido a efectos dietéticos no neutralizados podría generar cambios que representen más del 60% de ese valor en tan solo un día, lo que demuestra la escala del problema. En experimentos individuales, o n=1, existe la gran ventaja de que la persona puede ajustar y anticipar los efectos de estas variaciones, estimando cuándo los pesos y medidas reflejan verdaderas pérdidas de grasa o si son por retención de agua y otros factores transitorios.
Sin embargo, en estudios con muestras grandes, esta atención personalizada no es viable y se pierden muchos detalles relevantes que podrían alterar las conclusiones. Algunos investigadores y experimentadores han encontrado estrategias para mitigar estos problemas, diseñando los periodos de lavado dependiendo de la dieta de partida (la dieta habitual del participante antes del experimento) y la dieta de llegada (el nuevo protocolo que se probará). Por ejemplo, si alguien está en una dieta baja en fibra y cetogénica con un contenido alto en grasas y bajo en carbohidratos, pasar a una dieta similar con pequeñas variaciones en macronutrientes podría requerir poco o ningún periodo de lavado. Pero si el cambio es drástico, como pasar de una dieta alta en carbohidratos y fibra a una cetogénica, se puede anticipar una fase de adaptación prolongada, incluyendo fluctuaciones importantes en el peso por retención o pérdida de agua. Algunos han experimentado con ayunos cortos de unos días como métodos rápidos de lavado metabólico, señalando que no solo eliminan la retención de agua sino también la distensión gastrointestinal causada por dietas ricas en carbohidratos.
Esta práctica también restaura temporalmente el sistema digestivo, aunque es importante saber que el ayuno es una condición en sí misma, y no una dieta neutral. Por lo tanto, si los efectos posteriores se atribuyen únicamente al experimento principal se puede cometer un error de interpretación. Desde la perspectiva de los grandes ensayos clínicos, estos problemas son particularmente difíciles de abordar porque no siempre es posible conocer con precisión las dietas previas de cada participante, ni estandarizar un seguimiento individualizado para ajustar periodos de lavado. En consecuencia, los estudios pueden terminar con resultados que tienen una alta variabilidad y ruido, dificultando la detección de efectos pequeños pero significativos en la composición corporal y el metabolismo. Como alternativa práctica, algunos investigadores descartan las pérdidas de peso demasiado rápidas o irregulares en los primeros días del ensayo, esperando a que los datos se estabilicen para considerar que cualquier cambio posterior representa verdaderos cambios en la grasa corporal.
Esta técnica ofrece una solución estadística parcial, pero requiere experiencia y no elimina por completo la influencia de las adaptaciones metabólicas que pueden durar semanas. En definitiva, la búsqueda de un periodo de lavado neutral es un reto sin solución perfecta. La realidad es que cada individuo tiene una historia metabólica, alimentaria y fisiológica única que condiciona fuertemente su respuesta a cualquier intervención dietética. Esto desafía la idea de encontrar un punto de partida común, objetivo y universalmente aceptado. La aplicación cotidiana de estos conocimientos debe llevarnos a interpretar con cautela los resultados de estudios dietéticos, especialmente los que omiten o mal diseñan los periodos de lavado.