En los últimos años, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos han marcado un antes y un después en la dinámica del comercio mundial. La imposición de aranceles por parte de Estados Unidos sobre una gran variedad de productos chinos ha generado una caída significativa en las exportaciones de China hacia este mercado, pero al mismo tiempo ha impulsado a China a diversificar sus relaciones comerciales con otras economías. Esta transformación no solo afecta a ambos países, sino que también está moldeando un nuevo panorama comercial global. En abril de 2025, las exportaciones chinas a Estados Unidos cayeron un contundente 21% en términos de valor dólar, una cifra atribuida directamente a los aranceles que alcanzan hasta un 145% para ciertos productos. Este fortalecimiento de las barreras comerciales ha añadido incertidumbre al intercambio entre las dos mayores economías del mundo, generando un descenso en la confianza y en los flujos comerciales tradicionales.
A pesar de esta caída en la relación comercial con Estados Unidos, las exportaciones totales de China aún mostraron un crecimiento del 8.1% interanual en el mismo mes, superando expectativas de analistas que previeron apenas un 2%. Esto se debe al significativo aumento de los envíos chinos hacia otras regiones, especialmente la Unión Europea y el sudeste asiático, que conjuntamente representan mercados más grandes que el estadounidense para China. La disminución de la demanda desde Estados Unidos también reflejó un descenso en las importaciones chinas provenientes de este país, que bajaron un 13% en comparación con el año anterior. Consecuentemente, el superávit comercial de China con Estados Unidos se redujo a casi 20.
500 millones de dólares en abril, frente a los aproximadamente 27.200 millones registrados el año anterior. Este escenario se enmarca en un contexto de continua disputa comercial que inició durante la administración del expresidente Donald Trump y que ha persistido, con ciertos cambios, bajo la administración de Joe Biden. Aunque se anticipan posibles avances en las negociaciones comerciales, como la reunión prevista en Ginebra entre funcionarios estadounidenses y chinos, las diferencias estratégicas y económicas entre ambos países dificultan un acuerdo rápido y completo. Analistas económicos apuntan que aunque algunas tarifas podrían reducirse parcialmente, una eliminación total es poco probable en el corto plazo.
Desde una perspectiva macroeconómica, el impacto de los aranceles ha exacerbado un proceso ya en marcha en el comercio mundial y las cadenas de suministro globales. La pandemia de COVID-19 evidenció la vulnerabilidad de depender excesivamente de un solo país para la producción y suministro de bienes. En respuesta, fabricantes y empresas internacionales han acelerado la diversificación de sus bases productivas, buscando alternativas que les permitan mitigar riesgos y garantizar la continuidad de sus operaciones. China, si bien ha visto una contracción en su relación comercial con Estados Unidos, ha logrado compensar esas pérdidas incrementando su comercio con distintas regiones, incluyendo la Unión Europea, el sudeste asiático, África y América Latina. La integración en acuerdos multilaterales y bilaterales, así como el impulso de políticas orientadas a fortalecer la cooperación económica regional, han sido estrategias clave para mantener el dinamismo exportador chino.
El cambio en el patrón de comercio tiene implicaciones profundas. Por un lado, Estados Unidos pierde relevancia en el mercado chino, lo que impacta a empresas estadounidenses que dependían de las exportaciones hacia China. Por otro lado, China fortalece sus alianzas con otros bloques económicos, potenciando su influencia en el comercio internacional. El efecto en las cadenas de suministro también es notable. Empresas globales están reconfigurando sus estructuras para reducir costos asociados a los aranceles, pero también para aumentar la resiliencia ante futuras crisis.
Esto ha llevado a la relocalización parcial de procesos productivos fuera de China, hacia países como Vietnam, India y México, entre otros. De este modo, China enfrenta un desafío para mantener su posición como «fábrica del mundo», aunque su infraestructura, capacidad tecnológica y red logística aún la posicionan como un nodo clave. El futuro del comercio entre China y Estados Unidos es, en consecuencia, incierto. Mientras persistan los aranceles y las tensiones políticas, es probable que las exportaciones chinas al mercado estadounidense continúen reduciéndose, y que esta disminución no sea completamente compensada por la expansión en otros mercados. Esto podría reflejarse en un crecimiento general de las exportaciones chinas que tienda a desacelerarse o incluso a volverse negativo en el mediano plazo.
Sin embargo, el mantenimiento de una disputa prolongada también conlleva riesgos para ambas economías y para la estabilidad del comercio global. La imposición de tarifas encarece productos, afecta directamente a consumidores y empresas, y puede desencadenar efectos inflacionarios o desaceleración económica. Por ello, la comunidad internacional y los actores económicos vigilan atentamente las negociaciones en curso en busca de una solución que minimice daños y permita reactivar flujos comerciales constructivos. En suma, la dinámica actual pone de relieve cómo las decisiones políticas en materia comercial pueden remodelar rápidamente los flujos económicos globales. China ha demostrado adaptabilidad al expandir sus relaciones comerciales más allá de Estados Unidos, fortaleciendo vínculos con otras economías emergentes y establecidas.
Este proceso refleja una transición hacia un mundo multipolar en términos comerciales, donde la diversificación y la resiliencia serán claves para el éxito de las economías y empresas en la próxima década.