El intento de asesinato contra Franklin D. Roosevelt en 1933 representa uno de los episodios más dramáticos y significativos en la historia política de Estados Unidos. Sucedió en una época de gran agitación social y económica: la Gran Depresión había sumido a la nación en una profunda crisis, y Franklin D. Roosevelt, flamante presidente electo, se preparaba para asumir el cargo con la esperanza de restaurar la confianza y guiar al país hacia la recuperación. La trayectoria de Roosevelt, nacido en una familia acomodada de Nueva York, se vio marcada por su lucha contra la poliomielitis, enfermedad que debilitó sus piernas pero no su espíritu.
Su carisma, inteligencia y compromiso social lo llevaron a convertirse en el 32º presidente de Estados Unidos y a proponer el Nuevo Trato, un ambicioso conjunto de programas destinados a revivir la economía y aliviar el sufrimiento de millones. El contexto del intento de asesinato es fundamental para entender su impacto. Era febrero de 1933, apenas días antes de la ceremonia de toma de posesión. Roosevelt estaba en Miami, Florida, y asistiría a un evento público para saludar a sus seguidores. Fue en este evento que Giuseppe Zangara, un emigrante italiano que afirmaba odiar a todos los políticos, disparó contra Roosevelt.
El atacante abrió fuego en medio de la multitud, pero no logró alcanzar al presidente electo. Sin embargo, cinco personas resultaron heridas y el alcalde de Chicago, Anton Cermak, quien intentó proteger a Roosevelt, fue gravemente herido y falleció días después. Este incidente causó conmoción en el país y en el mundo, marcando un punto de inflexión. Giuseppe Zangara, quien se declaró culpable y afirmó que su objetivo era asesinar a Roosevelt, fue arrestado inmediatamente. Su motivación era más ambigua que un simple odio político; se sabe que tenía problemas de salud y una personalidad perturbada.
Algunos medios y analistas sugirieron que su acto podría haber sido impulsado también por frustración personal y social en una época donde la desesperación estaba muy extendida. El incendio de la noticia traspasó las fronteras estadounidenses, mostrando la vulnerabilidad de un líder que se proponía cambiar el rumbo del país. Roosevelt, sin embargo, mantuvo la calma y evitó mostrar miedo o debilidad. Este episodio reforzó su imagen como un hombre decidido y valiente frente a la adversidad, cualidades que continuarían definiendo su presidencia durante la complicada década que se avecinaba. La investigación y el juicio contra Zangara fueron rápidos.
Fue condenado y ejecutado en la silla eléctrica menos de dos meses después, un desenlace que en su momento dividió a la opinión pública. Mientras algunos vieron justicia, otros cuestionaron la rapidez y las motivaciones del proceso judicial. Desde una perspectiva histórica más amplia, el intento de asesinato tuvo consecuencias inesperadas. El sacrificio del alcalde Cermak fue recordado como un acto heroico, convirtiéndose en una figura emblemática de la resistencia civil. Asimismo, el atentado evidenció las tensiones existentes en la sociedad estadounidense en un momento en que las desigualdades, el desempleo y el miedo al comunismo estaban en aumento.
Para Roosevelt, el evento significó un impulso para consolidar su liderazgo y ejecutar medidas audaces, reforzando la percepción pública de su mandato como una lucha constante contra fuerzas de la desesperación y el caos. Durante su presidencia, que se extendió por cuatro mandatos, mostró resiliencia y un espíritu innovador que ayudaron a moldear la identidad moderna de Estados Unidos. Además, el intento de asesinato de 1933 también ha sido analizado en el cine y la literatura, ampliando su legado más allá de la historia política. Documentales y videos educativos han contribuido a mantener vivo el recuerdo de aquel suceso, que sirve como una advertencia sobre la importancia de la estabilidad política y el riesgo latente de la violencia en periodos de crisis. En síntesis, el atentado contra Franklin D.
Roosevelt en 1933 fue un evento que, aunque fracasó en su objetivo inicial, tuvo un profundo impacto en la historia estadounidense. Sirvió para reforzar la figura del presidente y poner de manifiesto las tensiones sociales de la época, recordándonos la fragilidad de la democracia y la fuerza del liderazgo en tiempos turbulentos.