El pasado 2 de mayo de 2025, la administración de Donald Trump presentó su propuesta presupuestaria para el año fiscal 2026, revelando un drástico recorte del 24% en la financiación otorgada a la Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA). Este ajuste radical implica reducir el presupuesto de la agencia de 24.800 millones de dólares en 2025 a apenas 18.800 millones, lo que representa la mayor disminución presupuestaria en un solo año en la historia de la agencia espacial estadounidense. La medida ha generado amplia preocupación entre expertos, científicos y la comunidad internacional que sigue de cerca la evolución de la exploración espacial.
Este ajuste presupuestario refleja un cambio profundo en las prioridades del gobierno, con un enfoque más limitado y un cuestionamiento de proyectos emblemáticos de las últimas décadas. Una parte central de los recortes incluye la terminación de proyectos que han sido vistos como fundamentales para la exploración lunar y marciana. Entre los más afectados están el programa Gateway, la estación espacial lunar que orbitaba la Luna y que servía como plataforma clave para futuras misiones tripuladas, y la misión de retorno de muestras marcianas, un esfuerzo conjunto con la Agencia Espacial Europea para traer a la Tierra material recogido por el rover Perseverance. Estos recortes representan un giro respecto a la estrategia que había dominado la NASA en los últimos años, con un fuerte énfasis en la colaboración internacional y el retorno sostenido a la Luna de cara a una eventual misión tripulada a Marte. El recorte presupuestario también impacta de manera fuerte a las áreas de ciencia espacial, ciencia de la Tierra y sistemas de exploración humana heredados, que juntas sufrirían una reducción de más de 4.
400 millones de dólares. Estos campos son vitales no solo para la comprensión del cosmos y el desarrollo tecnológico, sino también para monitorear el cambio climático y otros fenómenos críticos en nuestro planeta. La reducción afecta además a programas de aviación sostenible y pone fin a varias iniciativas relacionadas con la diversidad, equidad, inclusión y accesibilidad en la agencia, las cuales habían cobrado impulso en años recientes. Uno de los aspectos más controvertidos de esta propuesta presupuestaria es la eliminación gradual del Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS) y la nave Orión, que han sido las joyas de la corona del programa Artemis, la estrategia estadounidense para regresar a la Luna y más allá. Hasta la fecha, el SLS y Orión solo han participado en una misión sin tripulación, Artemis 1, realizada a finales de 2022.
La propuesta sugiere la retirada de estos sistemas tras la misión Artemis 3, prevista para 2027, justificando que el costo de lanzamiento para cada vuelo ronda los cuatro mil millones de dólares y que ambos programas están significativamente atrasados y sobrecosteados. En lugar de los sistemas tradicionales, la propuesta apuesta por reemplazarlos con alternativas comerciales que sean más rentables y eficientes, lo que podría incluir el uso de cohetes y naves desarrollados por empresas privadas del sector espacial. Este cambio de estrategia busca impulsar misiones lunares más ambiciosas en el futuro, aunque genera incertidumbre sobre la capacidad de Estados Unidos para mantener su liderazgo en la exploración espacial tripulada. Sorprendentemente, el único aumento presupuestario en la propuesta va dirigido a la exploración humana, que recibiría un incremento cercano a los 650 millones de dólares. Esto refleja la prioridad del gobierno de Trump centrada en la competencia estratégica con China, impulsando misiones que apunten a un retorno rápido a la Luna y eventualmente llegar al planeta rojo antes que cualquier otra nación.
Los recortes propuestos no solo afectan el ritmo y la ambición de las futuras misiones, sino también la fuerza laboral de la NASA, ya que se proyecta una reducción cercana a un tercio del personal actual. Esto podría disminuir la capacidad de innovación y continuidad en programas científicos y tecnológicos, además de impactar el ecosistema de investigación espacial en Estados Unidos. La comunidad científica y espacial ha expresado alarma ante estos recortes, enfatizando que la reducción presupuestaria podría significar un retroceso en avances tecnológicos y científicos logrados durante décadas. La coordinación internacional también se vería afectada, poniendo en riesgo colaboraciones esenciales con entidades como la Agencia Espacial Europea y otros socios globales. Estos cambios también ocurren en un momento de creciente competencia espacial internacional, donde países como China y Rusia han demostrado un interés creciente en misiones lunares, satélites y exploración marciana.
En este sentido, el recorte presupuestario en la NASA podría abrir la puerta para que otras naciones emergentes consoliden su posición y lideren ciertos aspectos del espacio exterior. Además, el descenso en fondos para programas de ciencia de la Tierra es especialmente preocupante considerando la importancia crítica de la monitorización del cambio climático, la observación de desastres naturales y los fenómenos meteorológicos extremos. NASA ha sido un actor clave en el desarrollo de satélites y tecnologías para estos fines, y la reducción podría limitar la capacidad para anticipar y responder a crisis ambientales. La eliminación de fondos para iniciativas relacionadas con diversidad, equidad, inclusión y accesibilidad también representa un paso atrás en la construcción de una agencia más representativa y moderna. Estas políticas habían empezado a impactar positivamente en la cultura institucional y en la incorporación de talento diverso, elementos reconocidos como fundamentales para la creatividad y la eficacia en un campo altamente competitivo y tecnológico.
Al analizar esta propuesta en un contexto más amplio, es importante destacar que el presupuesto presentado aún debe ser aprobado por el Congreso de Estados Unidos, donde diferentes sectores y partidos políticos podrían frenar o modificar estos recortes. Históricamente, el financiamiento a la NASA ha contado con un amplio apoyo bipartidista dada su importancia estratégica, científica y educativa. No obstante, si el Plan de presupuesto se implementa, la NASA enfrentará un período de reestructuración profunda que redefinirá su papel en la exploración espacial global. La agencia deberá adaptarse a operar con menos recursos, repensar sus prioridades y buscar nuevas formas de colaboración pública y privada para mantener su relevancia. De cara al futuro, la comunidad espacial tendrá que vigilar cuidadosamente cómo evoluciona esta política y cómo impacta no solo en misiones emblemáticas, sino en la innovación tecnológica, la formación de nuevos talentos y la competencia internacional.
También será crucial observar la respuesta de otros países y actores privados, quienes podrían aprovechar la coyuntura para acelerar sus propios programas espaciales. En suma, la propuesta del recorte del 24% al presupuesto de la NASA revela un cambio estratégico con consecuencias significativas para el territorio espacial que Estados Unidos había construido durante décadas. A pesar de que se mantienen objetivos ambiciosos en la exploración humana, la reducción en recursos podría limitar notablemente la capacidad de la agencia para liderar la próxima era de descubrimientos y presencia en el espacio. La reacción del Congreso y la comunidad internacional será decisiva para determinar si estos cambios son temporales o representan una nueva dirección definitiva en la política espacial estadounidense.