La propuesta del presupuesto presentado por la Casa Blanca para la NASA en el año fiscal 2026 ha provocado una ola de reacciones adversas en múltiples sectores, desde legisladores en Estados Unidos hasta agencias espaciales internacionales. Este plan contempla un recorte significativo de casi el 25% del actual presupuesto y la cancelación de programas emblemáticos para la exploración espacial, lo que ha suscitado preocupación, debates intensos y temor por la posible pérdida de liderazgo estadounidense en el sector. El monto propuesto para la NASA es de aproximadamente 18.8 mil millones de dólares, una reducción de 6 mil millones en comparación con los 24.9 mil millones asignados para 2025.
Entre las medidas más polémicas destacan la cancelación total del programa Gateway lunar, el fin del Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS) y del programa Orión tras la misión Artemis 3, además de la cancelación de misiones científicas cruciales como la Mars Sample Return. También se han planteado restricciones en el uso de la Estación Espacial Internacional (EEI) y recortes notables en el financiamiento para investigación y desarrollo tecnológico en el espacio. En el ámbito político estadounidense, la respuesta ha sido unánimemente crítica, con voces destacadas del Congreso expresando su oposición. La representante Grace Meng, miembro clave del Comité de Apropiaciones de la Cámara, calificó los recortes como los más drásticos en la historia de la NASA, advirtiendo que estos podrían minar las capacidades de investigación y educación científica del país. Según Meng, el presupuesto no solo pone en riesgo a los científicos nucleares sino que afecta directamente la posición de Estados Unidos en innovación tecnológica y liderazgo científico.
El senador Chris Van Hollen, miembro influyente del Comité de Apropiaciones del Senado, también expresó su preocupación, apuntando que la propuesta beneficia de manera indirecta a empresas privadas como SpaceX, liderada por Elon Musk, en detrimento del desarrollo científico y la exploración pública. Van Hollen destacó la importancia histórica de las misiones de la NASA para alcanzar la Luna y proyectar hacia Marte, advirtiendo que un giro hacia intereses privados podría comprometer la hegemonía estadounidense en espacio. Por otro lado, representantes del sector industrial y empresarial, incluidos gigantes aeroespaciales como Boeing, Lockheed Martin y Northrop Grumman, han manifestado inquietudes sobre cómo estos recortes afectarían sus contratos y, en consecuencia, la cadena de suministros y empleos asociados. El Coalition for Deep Space Exploration, que representa a estos actores, señaló que la reducción presupuestaria podría empobrecer las capacidades científicas y poner en peligro una presencia humana sostenida en la Luna, además de abrir la puerta a competidores internacionales, especialmente China, que persigue activamente ambiciones lunares y planetarias. La Commercial Space Federation, que incluye a SpaceX entre sus miembros, adoptó un enfoque más equilibrado, reconociendo que una transición pensada hacia asociaciones comerciales competitivas podría permitir mantener los programas de exploración humana con menos recursos.
No obstante, también criticó la reducción en ciencia espacial, tecnología y actividades comerciales en órbita baja, destacando que estos recortes podrían impactar negativamente la economía espacial estadounidense y su influencia global. Organizaciones civiles como The Planetary Society también se sumaron a las críticas, denunciando que un recorte tan severo e inesperado, sin un liderazgo claro dentro de la NASA ni una meta política definida, solo generaría caos y desperdiciaría la inversión de los contribuyentes, además de debilitar la posición de Estados Unidos en la competencia espacial mundial. El impacto de esta propuesta trasciende las fronteras norteamericanas. La Agencia Espacial Europea (ESA) enfrenta incertidumbre dado su involucramiento con NASA en proyectos estratégicos como Mars Sample Return, el Gateway lunar y el suministro del módulo de servicio para Orión. El director general de la ESA, Josef Aschbacher, indicó que aunque la agencia continúa abierta a la cooperación, están en un proceso de evaluación conjunta con sus Estados miembros para entender el alcance del impacto y definir respuestas durante el Consejo de la ESA previsto para junio.
De igual manera, la Agencia Espacial Canadiense, que desarrolla el brazo robótico para el Gateway y es socia de la Estación Espacial Internacional, está revisando las posibles consecuencias de estos recortes y mantiene diálogos activos con socios estadounidenses e internacionales para garantizar que el programa espacial canadiense siga avanzando sin interrupciones significativas. Este contexto evidencia un momento crítico para la política espacial estadounidense y mundial. Los recortes presupuestarios propuestos afectan desde la exploración lunar hasta la ciencia planetaria y la presencia en órbita baja, poniendo en jaque la continuidad de misiones ambiciosas y la colaboración internacional que ha caracterizado las últimas décadas del espacio. Los defensores de los recortes argumentan que es imprescindible optimizar recursos gubernamentales y que las nuevas alianzas con el sector privado pueden mantener la competitividad y la innovación. Sin embargo, la mayoría de voces expertas y políticas consideran que eliminar programas claves y reducir fondos dramáticamente no solo diluye el liderazgo estadounidense, sino que también arriesga años de inversión científica y tecnológica, además de abrir el camino para un avance acelerado de rivales como China y Rusia en la carrera espacial.
Este debate cobra especial importancia en un contexto global donde el espacio adquiere un valor estratégico cada vez mayor, no solo en términos de exploración científica, sino también como escenario de competencia tecnológica, económica y geopolítica. La NASA, desde su nacimiento, ha sido un símbolo de liderazgo y progreso para Estados Unidos y colaborador imprescindible para numerosas agencias espaciales alrededor del mundo. En conclusión, la propuesta de recorte presupuestario para la NASA representa un punto de inflexión que podría reconfigurar el futuro de la exploración espacial estadounidense y su influencia global. La fuerte reacción tanto interna como internacional refleja la preocupación por preservar un modelo de cooperación y avance que ha sido ejemplo de éxito, y pone en relieve la necesidad de políticas espaciales que equilibren austeridad con ambición, innovación y liderazgo estratégico a largo plazo.