En la contienda electoral de 2024, el debate entre la vicepresidenta Kamala Harris y el ex-presidente Donald Trump ha sido un momento clave que muchos esperaban con ansias. El encuentro se llevó a cabo el pasado 10 de septiembre en el Centro Nacional de la Constitución, en Filadelfia, y atrajo a más de 67 millones de espectadores, una cifra superior a los 51 millones que vieron el debate entre Trump y el presidente Biden en junio. Sin embargo, a pesar del notable interés y la alta cantidad de espectadores, los resultados del debate parecen no haber impactado significativamente en las encuestas de apoyo a Harris. Según una encuesta realizada por Leger y publicada por el New York Post, el 50% de los espectadores consideró que Harris había ganado el debate, en comparación con el 29% que opinó que Trump había salido victorioso. A pesar de este claro triunfo en términos de percepción, el apoyo de Harris en términos de intentos de voto no mostró cambios significativos tras el debate.
La encuesta reveló que solo un 1% de apoyo a Donald Trump aumentó, mientras que el respaldo hacia Harris se mantuvo en un 50%, dejándolo delante de Trump, quien se ubicó en un 47%. Esto plantea la incógnita de por qué un desempeño sólido en el debate no se tradujo en un incremento del apoyo público. En el contexto de la política estadounidense, los debates suelen ser momentos decisivos que pueden cambiar la trayectoria de una campaña. Sin embargo, en este caso, aunque el debate fue calificado como "bueno" por el 60% de los encuestados, la ventaja que se esperaba para Harris no se materializó. La situación es aún más intrigante si se considera que, en la encuesta realizada después del debate entre Biden y Trump, el apoyo a Biden disminuyó drásticamente, permitiendo a Trump una clara ventaja.
Esta discrepancia sugiere que el estado de ánimo del electorado puede ser diferente en esta ocasión. Analizando los aspectos del debate en sí, se evidenció que Harris se mostró asertiva y confiada, manejando con eficacia diversas temáticas que resonaron con la audiencia. Su capacidad para rebatir las afirmaciones de Trump y mantener un enfoque centrado en los problemas que afectan a los votantes parece haber sido bien recibida. Entre otros puntos destacados, abordó la polémica del programa de inmigración de Trump y presentó visiones contrastantes sobre la dirección futura del país. Sin embargo, la efectividad de su desempeño se refleja en su capacidad para atraer a los votantes más que en su habilidad para contrarrestar a Trump en el debate.
Una explicación posible para la falta de un incremento en el apoyo a Harris podría ser la polarización inherente a la política actual. Un 62% de los republicanos encuestados creían que Trump había superado a Harris en el debate, lo que indica que, a pesar de la victoria percibida de la vicepresidenta, las bases de los dos partidos siguen firmemente alineadas con sus respectivos candidatos. La lealtad del votante parece estar más arraigada en los valores e ideologías que en el rendimiento en un debate, lo que puede dificultar los intentos de una candidata de atraer a votantes indecisos o incluso a aquellos de la oposición. El contexto de la campaña también juega un papel crucial en esta ecuación. Harris se lanzó a la carrera presidencial tras la decisión de Biden de finalizar su candidatura después de las críticas a su desempeño en los debates anteriores.
Aunque la transición de liderazgo puede ser positiva para algunos, aún quedan rezagos del mandato de Biden y su legado que podrían estar influyendo en la percepción pública de Harris. La correlación entre el desempeño de un candidato en un debate y el impacto que este tiene en su apoyo suele ser volátil y no siempre predecible. A medida que se aproxima la elección del 5 de noviembre, será fundamental para el equipo de Harris encontrar formas efectivas de capitalizar su victoria en el debate y convertir esa presencia ganadora en un aumento real de su base electoral. La estrategia podría incluir un enfoque renovado para conectarse con los votantes indecisos y aquellos que pueden sentirse desencantados con las alternativas. Además, se vislumbra un escenario importante en futuro, donde la relación entre el desempeño en los debates y la movilización del electorado será evaluada con atención.
Por otro lado, la campaña de Trump parece tener un impulso, a pesar de la negativa del debate. Con un aumento del 1% en apoyo, la realidad es que el ex-presidente se mantiene competitivo en la carrera. Su estrategia podría enfocarse en consolidar la base republicana y en atraer a los votantes que puedan estar descontentos con la dirección actual del país. La retórica incendiaria y los ataques directos son tácticas que han funcionado para Trump en el pasado y que podrían fomentarle, especialmente en un momento en el que Estados Unidos enfrenta problemáticas complejas que generan preocupación en la población. En conclusión, el debate del 10 de septiembre dejó a muchos analistas y votantes cuestionando la dinámica actual de la elección.
La clara victoria de Kamala Harris en términos de retórica y estrategia no se reflejó en un aumento de su apoyo, destacando la difícil realidad de un electorado polarizado. La campaña se intensificará en las semanas venideras, y tanto Harris como Trump deberán adaptarse y recalibrar sus estrategias para atraer a un electorado indeciso que podría determinar el resultado final. Con consideraciones complejas y el continuo cambio de la opinión pública, el camino a seguir para ambos candidatos será todo menos predecible.