En un mundo dominado por la tecnología y la digitalización, la opinión de Wendell Berry sobre no adquirir una computadora destaca como una declaración decidida y profunda. Wendell Berry, escritor, poeta y agricultor estadounidense, es conocido por su crítica a la sociedad moderna y su defensa del vínculo entre el ser humano y la naturaleza. En 1987, Berry articuló de manera clara y contundente las razones por las que decidió no comprar una computadora, una postura que en su momento pudo parecer radical y que hoy ofrece una perspectiva valiosa en cuanto a la relación entre tecnología, cultura y vínculos humanos. La decisión de Berry no nace de un rechazo absoluto a la tecnología, sino de una reflexión crítica sobre el impacto que tiene en nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos. Para Berry, la computadora representa un símbolo de la cultura industrial y tecnológica que a menudo deshumaniza y distancia a las personas de su entorno natural y social.
Esta máquina, en apariencia neutra, encierra para él una serie de consecuencias que van más allá de sus funciones prácticas. Berry argumenta que la computadora, al ser una herramienta capaz de procesar información y automatizar funciones, favorece un estilo de vida donde la rapidez y la eficiencia se convierten en valores absolutos. Este enfoque, sin embargo, lleva a la pérdida de la sabiduría tradicional y del conocimiento íntimo que se construye a través de la experiencia directa y el contacto con la tierra. En el pensamiento de Berry, la tecnología no es negativa en sí misma, pero la manera en que se utiliza y se prioriza puede erosionar las relaciones humanas más esenciales y la conexión con el mundo natural. Uno de los aspectos más destacados en su postura es la preocupación por cómo la computadora cambia la naturaleza del trabajo y la creatividad.
Mientras que la computadora ofrece facilidades para escribir, comunicar y organizar información, Berry señala que este proceso puede convertir la escritura en una actividad demasiado rápida, desconectada del esfuerzo reflexivo y del cuidado que requiere la palabra bien pensada. La urgencia que impone la tecnología para producir y responder incrementa la superficialidad, un fenómeno que Berry encuentra preocupante para la cultura en general. Además, Berry conecta su rechazo a la computadora con una crítica de la dependencia tecnológica que instala un sistema donde las personas pierden autonomía. En su visión, confiar en dispositivos electrónicos para la producción de ideas, el almacenamiento de información o la comunicación puede llevar a una vulnerabilidad social y personal que afecta la libertad individual y comunitaria. La descentralización y la autosuficiencia, valores caros a Berry, parecen contradecir este creciente apego a las máquinas.
En un sentido más amplio, la negativa a comprar una computadora también refleja un compromiso con un modo de vida más lento y consciente. Berry promueve la idea de que es necesario desacelerar y valorar la calidad sobre la cantidad, tanto en el trabajo como en las relaciones humanas. La tecnología, en su opinión, muchas veces impulsa una aceleración insostenible que termina afectando la salud mental y emocional de las personas, además de degradar los entornos naturales. Una dimensión ambiental añade matices a su posición. Berry, como defensor ecologista, observa que la producción, uso y desecho de las tecnologías como las computadoras tienen un impacto ecológico significativo.
La extracción de materiales, la generación de residuos y el consumo energético están implicados en la influencia negativa sobre el planeta, un argumento que apunta hacia la necesidad de reconsiderar no solo el uso personal de estas máquinas, sino la responsabilidad colectiva hacia el ambiente. Su decisión de no adquirir una computadora es también una forma de resistencia cultural. Busca demostrar que es posible cuestionar la norma social que impulsa a la adopción acelerada de la tecnología sin alternativas, y que elegir no participar en esta dinámica puede abrir espacios para otras formas de vida más arraigadas y significativas. Este acto es, en sí mismo, una apuesta por la autonomía y por valorar lo que se mantiene fuera del circuito digital. El texto de Berry invita a reflexionar sobre cómo la tecnología influye en la estructura social y en la identidad individual.
En lugar de considerar el avance tecnológico como un progreso inobjetable, propone una mirada crítica para discernir qué aspectos de ese avance valen la pena abrazar y cuáles pueden estar sacrificando valores fundamentales de la existencia humana. En la actualidad, cuando la presencia de la computadora y los dispositivos digitales es omnipresente, las palabras de Berry adquieren una vigencia especial. Nos desafían a pensar en cómo el ritmo acelerado, la saturación informativa y la hiperconectividad influyen en nuestra calidad de vida. Además, nos urge a encontrar un equilibrio entre aprovechar las ventajas tecnológicas y mantener un contacto auténtico con nuestro entorno y con nosotros mismos. Berry también subraya que la decisión personal no se debe interpretar como un rechazo absoluto al desarrollo o al conocimiento, sino como una invitación a adoptar una postura consciente y reflexiva.