La demanda extranjera por activos estadounidenses siempre ha sido un factor crucial en la estabilidad financiera y económica de Estados Unidos. Sin embargo, recientes análisis y pronósticos por parte de Goldman Sachs señalan un cambio significativo en la manera en que los inversionistas internacionales valoran los activos denominados en dólares, sugiriendo que, a menos que el dólar estadounidense sufra una depreciación considerable, el apetito por estos activos comenzará a disminuir. Jan Hatzius, economista jefe de Goldman Sachs, ha destacado que el dólar sigue estando sobrevalorado en comparación con otras monedas principales, y esto crea una barrera para que los inversores extranjeros continúen agregando activos estadounidenses a sus carteras. Desde una perspectiva global, el precio relativo de la divisa norteamericana juega un papel fundamental para determinar la competitividad y el atractivo financiero del país. Cuando el dólar está muy fuerte, los activos estadounidenses se vuelven más caros para los compradores fuera de Estados Unidos, lo que reduce la demanda.
Esta dinámica es particularmente relevante dado que Estados Unidos mantiene un déficit en cuenta corriente que supera el billón de dólares anualmente. En términos sencillos, Estados Unidos importa más bienes y servicios de los que exporta, lo que significa que debe financiar esa diferencia mediante inversión extranjera en sus activos financieros. Si la demanda por estos se reduce, el país enfrentaría mayores dificultades para financiar ese déficit, lo que podría generar tensiones tanto en el mercado cambiario como en los mercados financieros. El mercado ha visto un descenso de aproximadamente 9% en el índice del dólar desde la inauguración de Donald Trump como presidente. El impacto de las políticas proteccionistas y los aranceles impuestos bajo su administración han generado inquietud entre los inversores y afectado negativamente a los mercados financieros.
A pesar de ello, Goldman Sachs enfatiza que incluso sin la ocurrencia de una desaceleración económica estadounidense pronunciada o una crisis, es probable que el dólar continúe debilitándose. No se espera que la posible depreciación de la moneda dependa en exclusiva de una recesión o recortes agresivos en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal. La inflación, alimentada por los costos adicionales derivados de los aranceles, crea una situación inusual para la política monetaria. Por un lado, la ralentización del crecimiento económico debería motivar al banco central a reducir las tasas de interés para estimular la economía. Por otro, el aumento de precios obliga a la Reserva Federal a mantener una política más restrictiva para controlar la inflación.
Este equilibrio delicado reduce la capacidad de la Fed de actuar rápidamente y mantiene la presión sobre el dólar. Analistas como Hatzius sugieren que la Reserva Federal pudo haber estado en condiciones de comenzar a recortar tasas ya en reuniones anteriores, si no fuera por el contexto inflacionario generado por estos choques de costos. Aun así, existen indicios de que la Fed está abierta a bajar tasas en los próximos meses siempre y cuando los impactos inflacionarios de los aranceles sean temporales. Esta posibilidad también contribuye a la perspectiva de un dólar más débil. Una depreciación del dólar puede traer consigo beneficios y riesgos.
Para el sector exportador estadounidense, un dólar más débil los hace más competitivos en los mercados globales al abaratar sus productos para compradores extranjeros. Esto podría ayudar a reducir el déficit comercial y respaldar el crecimiento económico. Sin embargo, para los consumidores y empresas que dependen de bienes importados, los costos podrían aumentar, incrementando la inflación. Desde la perspectiva del inversor extranjero, la decisión de mantener o no activos en dólares toma en cuenta este equilibrio de riesgos y beneficios. La sobrevaloración del dólar actual, junto con la alta participación que ya tienen en las carteras internacionales, limita el espacio para un crecimiento mayor sin una corrección significativa del tipo de cambio.
Además, el rendimiento relativo de Estados Unidos frente a otras economías avanzadas también está cambiando. Aunque persisten ventajas estructurales como una mayor productividad, el crecimiento económico más sólido y sostenido es cada vez menos garantizado exclusivamente para Estados Unidos. Las economías europeas, asiáticas y otras regiones están mejorando su competitividad y atrayendo inversiones de manera más equilibrada. Este cambio repercute también en la percepción de riesgo y rentabilidad por parte de inversores. Si el dólar deja de ser un refugio seguro con rendimientos efectivos protectores contra la inflación, la inclinación a diversificar fuera de activos denominados en dólares crecerá.
Los mercados financieros ya han reaccionado a esta situación. La volatilidad en bolsas y divisas, movimientos en los tipos de interés globales y ajustes en los portafolios internacionales reflejan esta incertidumbre. Si el dólar continúa debilitándose, es probable que las estrategias de inversión evolucionen en consecuencia, con una mayor búsqueda de activos en otras monedas y regiones. En conclusión, la perspectiva de Goldman Sachs pone de relieve un momento crítico para la economía y los mercados estadounidenses. La crucial dependencia del financiamiento externo del déficit en cuenta corriente, combinada con un dólar sobrevalorado, hace que la sostenibilidad del modelo actual dependa de una depreciación adicional de la moneda.