En la era digital actual, la inteligencia artificial se ha convertido en una herramienta poderosa para la creación de contenido. ChatGPT, uno de los modelos de lenguaje más avanzados, ofrece a escritores, profesionales y empresas la posibilidad de generar textos de manera rápida y eficiente. Sin embargo, esta facilidad también presenta un desafío: cómo diferenciar si un texto fue creado por una inteligencia artificial o por una persona, y por qué es importante saberlo. Reconocer las señales que indican que un texto fue escrito por ChatGPT o modelos similares es vital no solo para evaluar la autenticidad del contenido, sino también para garantizar que la escritura mantenga una voz humana, cercana y confiable. La credibilidad de un autor puede verse afectada si sus textos parecen artificiales o excesivamente genéricos, lo que impacta la percepción de los lectores, reclutadores e incluso amigos o familiares.
Una de las primeras señales perceptibles en un texto generado por IA es la estructura altamente repetitiva y la fraseología estandarizada. Por ejemplo, expresiones como “Es importante destacar”, “Basándonos en la información proporcionada” o “Navegando por las complejidades de” se repiten con frecuencia sin aportar originalidad o personalidad. Esta uniformidad puede resultar monótona y predecible, lo que aleja al lector en busca de una voz única y un enfoque genuino. Además, los textos de ChatGPT tienden a ser excesivamente genéricos. Al basarse en un vasto conjunto de datos, el contenido generado suele carecer de profundidad y detalle específico.
Por ejemplo, al pedir recomendaciones para mejorar un hábito cotidiano, un texto producido por IA puede centrarse en observaciones obvias que ya se encuentran en la mayoría de artículos online, sin ofrecer anécdotas, ejemplos personales o datos concretos que enriquezcan la experiencia lectora. Otra característica frecuente es el predominio de la segunda y tercera persona en el discurso, con una notable ausencia del uso de la primera persona. Esto provoca que el texto adopte un tono impersonal y plano, perdiendo la emoción y la conexión que se logra al compartir experiencias personales o emociones a través de un punto de vista íntimo. La forma en que se organiza el contenido es otro indicador. Los artículos escritos por IA suelen iniciar con listados o estructuras demasiado directas y rígidas, como si se estuviera recitando una guía en lugar de ofrecer una narrativa natural.
Los humanos, por el contrario, tienden a introducir temas de forma más organicada, fluyendo entre ideas y detalles con un toque de espontaneidad. En cuanto a la profundidad, los textos generados por modelos de lenguaje suelen evitar entrar en detalles muy específicos, especialmente aquellos que requieren precisión numérica o citas exactas. Esto ocurre porque las IA buscan evitar errores que podrían desacreditar la información, lo que da lugar a contenido que, aunque correcto superficialmente, carece del elemento distintivo que le da peso a un análisis profundo. El uso de signos de puntuación también revela diferencias. Mientras que versiones anteriores de ChatGPT solían abusar de las comas, las versiones más recientes emplean con frecuencia guiones largos (em dashes) en un intento por variar el ritmo del texto.
Sin embargo, cuando se observa un uso excesivo y mecánico de estos signos, puede ser una señal de automatización. La repetición constante de ciertas estructuras paralelas, como “No se trata de X, sino de Y”, puede hacer que el texto se sienta mecánico y limitado en creatividad. Cuando estos patrones se repiten demasiadas veces dentro de un mismo texto, disminuyen el interés del lector y evidencian la falta de una voz auténtica. Irónicamente, uno de los sellos más notorios de la escritura humana es la presencia de errores mínimos, estilos particulares o incluso pequeñas incoherencias que aportan personalidad. Los textos generados por IA suelen estar libres de faltas de ortografía o de gramaticales, lo que, aunque parezca positivo, puede generar una sensación de sobrepulido y artificialidad.
Asimismo, la longitud homogénea de las oraciones en textos generados por IA también destaca. Los escritores humanos acostumbran a variar la longitud para mantener un ritmo agradable: frases cortas que impactan seguidas de explicaciones más amplias, dando dinamismo y facilitando la comprensión. Otra señal menos visible, pero significativa, es la inconsistencia en el tono o estilo entre diferentes textos atribuidos a un mismo autor. Mientras que un escritor humano desarrolla un estilo característico y reconocible, los modelos de lenguaje generan contenido que puede variar ampliamente en formalidad, afectividad y estilo, haciendo difícil identificar una voz propia. Un rasgo particular de los textos generados por IA es su tendencia a usar un lenguaje muy cuidadoso y evasivo, con muchas palabras que indican posibilidad o generalidades como “podría ser”, “generalmente” o “a menudo”.
Esto refleja la naturaleza cautelosa de la IA para no afirmar categóricamente sin tener datos precisos, pero para un lector puede parecer falta de convicción. Los títulos que contienen dos partes separadas por dos puntos (“:”), como “Cómo mejorar tus hábitos: Estrategias para el éxito”, son ahora muy comunes en textos generados por IA. Este formato, cuya frecuencia ha crecido con la popularización de estas herramientas, puede servir como pista al evaluar el origen del contenido. Finalmente, la abundancia de clichés propios del blogging, como frases hechas y comodines que se utilizan para enganchar al lector, suele estar presente en textos de IA. Expresiones como “Sin más preámbulos”, “¿Alguna vez te has preguntado por qué.
..?” o “Ahora, puede que te preguntes” son muy comunes y revelan falta de originalidad. Para quienes desean crear contenido que conecte de forma genuina con su audiencia y evite los indicios de automatización, es fundamental apostar por la autenticidad y la personalidad. Incorporar detalles personales, anécdotas, emociones y giros inesperados en la narración aportan la profundidad necesaria para diferenciar un texto humano de uno generado por IA.
Además, variar la estructura sintáctica es crucial. Mezclar oraciones cortas y largas, usar voz activa y pasiva, así como cambiar entre primera, segunda y tercera persona crea una experiencia más dinámica y cercana para el lector. No menos importante es permitir ciertos errores o peculiaridades de estilo que humanizan el texto. Aunque pueda parecer contraproducente, esas pequeñas imperfecciones añaden calidez, autenticidad y generan confianza. Incluir datos concretos, nombres específicos, cifras o referencias aporta profundidad y credibilidad, aspectos que los sistemas automatizados tienden a evitar o generalizar.
Este nivel de detalle demuestra dedicación y una investigación previa que enriquece el contenido. En definitiva, en un mundo donde la inteligencia artificial avanza rápidamente, la diferenciación radica en el alma que se deposita en las palabras. El lector anhela una voz real, cálida y auténtica que no teme mostrar vulnerabilidades, opiniones personales y la maravilla de lo impredecible. Adoptar estas prácticas asegura que la escritura no solo destaque en motores de búsqueda, sino que también deje una huella imborrable en quien la lee.