El Papa León XIV, nacido Robert Francis Prevost el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Illinois, es una figura central en la Iglesia Católica actual cuya trayectoria destaca una combinación de profundo compromiso espiritual, liderazgo y servicio pastoral. Su carrera es un reflejo de dedicación y evolución constante dentro de la estructura eclesiástica, con un enfoque especial en la evangelización y administración diocesana que ha influido notablemente en la Iglesia tanto en América Latina como a nivel global. Desde sus primeros años, Prevost mostró una vocación ferviente hacia la vida religiosa al ingresar en la Orden de San Agustín en septiembre de 1977. Su formación en esta comunidad, dedicada a la vida intelectual y espiritual, marcó la base para su posterior liderazgo. En 1978, profesó sus primeros votos, y solo tres años después, en 1981, tomó los votos solemnes que confirmaban su compromiso permanente con la orden.
Su ordenación como diácono en septiembre de 1981 y luego como sacerdote en junio de 1982 fueron hitos importantes que lo introdujeron formalmente en el ministerio pastoral. Como sacerdote agustiniano, Prevost desarrolló una labor que equilibró la vida académica y la pastoral, preparándose para asumir responsabilidades mayores. En 2001, a la edad de 46 años, fue designado Superior General de la Orden de San Agustín, un puesto desde el cual dirigió la congregación con énfasis en la renovación espiritual y en fortalecer la presencia de la orden en todo el mundo. Su mandato, que duró hasta 2013, fue reconocido por su capacidad para enfrentar los desafíos internos y promover programas que revitalizaron el compromiso de los miembros con sus ideales fundacionales. Tras culminar su servicio como Superior General, Prevost asumió un papel pastoral más directo en América Latina, siendo nombrado Administrador Apostólico de Chiclayo, Perú, en noviembre de 2014.
Este nombramiento marcó su paso a la jurisdicción episcopal y su involucramiento en la realidad social y espiritual de una región con profundas necesidades pastorales. Pocos días después, fue instituido Titular Obispo de Sufar y ordenado como obispo en diciembre del mismo año por el arzobispo James Patrick Green. Su labor episcopal en Chiclayo, donde fue posteriormente nombrado obispo diocesano en septiembre de 2015, se caracterizó por una atención comprometida a la evangelización, la promoción social y la formación de la comunidad católica local. Su responsabilidad creció cuando fue designado Administrador Apostólico de Callao en abril de 2020, un cargo que ejerció hasta mayo de 2021. Esta experiencia en otra diócesis peruana le permitió afrontar diferentes realidades pastorales, fortaleciendo su capacidad administrativa y su conocimiento del tejido eclesial latinoamericano.
Su gestión en zonas con retos sociales complejos evidenció su habilidad para integrar la doctrina de la Iglesia con soluciones prácticas y humanas. En enero de 2023, su carrera dio un giro importante al ser nombrado Prefecto del Dicasterio para los Obispos y Presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, además de recibir el título personal de arzobispo. Estas posiciones colocaron a Prevost en el epicentro de la designación episcopal mundial, otorgándole una influencia decisiva en la selección y supervisión de nuevos obispos, además de guiar la Iglesia en América Latina hacia un camino acorde con las orientaciones del Papa Francisco y las necesidades pastorales contemporáneas. Durante ese mismo año, fue elevado a la dignidad cardinalicia en septiembre, siendo nombrado Cardenal Diácono de Santa Mónica y posteriormente instalado en enero de 2024. Su ascenso en el Colegio Cardenalicio fue reconocido como reflejo de su trayectoria ejemplar y su visión para la evangelización contemporánea.
En febrero de 2025, fue promovido a Cardenal Obispo de Albano, ampliando aún más sus responsabilidades e influencia dentro de la curia romana. El punto culminante de su carrera llegó en mayo de 2025 cuando fue elegido Papa, adoptando el nombre de León XIV. Apenas un mes después, fue instalado oficialmente como el líder supremo de la Iglesia Católica y asumió además la prefectura del Dicasterio para la Evangelización, consolidando su misión de llevar el mensaje cristiano a todos los rincones del mundo. A lo largo de su vida y servicio, sus ordenaciones y consagraciones episcopales están enraizadas en una línea sucesoria apostólica que se remonta a figuras históricas esenciales del catolicismo, asegurando la continuidad y legitimidad de su ministerio. Su estilo pastoral combina la tradición agustiniana con una visión moderna y abierta, prioritizando la inclusión, el diálogo intercultural y la respuesta a las necesidades actuales de los fieles.