En la noche del 11 de septiembre de 2024, el primer debate presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris tuvo lugar en Filadelfia, un evento que no solo capturó la atención de millones de estadounidenses, sino que también generó una avalancha de afirmaciones controvertidas y desmentidos. Esta confrontación entre dos figuretes prominentes del panorama político estadounidense se tornó rápidamente en un cruce de acusaciones y desinformación, donde las verdades y mentiras se entrelazaron, llevándonos a un fascinante, aunque perturbador, espectáculo. Desde el inicio del debate, Trump, el ex presidente y actual candidato republicano, se destacó por sus afirmaciones audaces, que generaron escepticismo entre espectadores y analistas. Uno de sus comentarios más resaltantes fue su ataque directo a Harris, en el cual la acusó de permitir abortos hasta el noveno mes de gestación. Este tipo de declaración, aunque polémica, no se sustentó en la realidad legal de Estados Unidos, donde cualquier forma de asesinato, incluyendo el infanticidio, es considerada un crimen grave y está penada por la ley en todos los estados del país.
El debate no solo se vio salpicado por su afirmación sobre el aborto. Trump también se aventuró a asegurar que la administración de Biden-Harris había dejado al país con la inflación más alta de su historia. Sin embargo, esta declaración es fácilmente refutable: la tasa de inflación más alta en la historia de Estados Unidos se registró en 1778, con un 29,78%. Si bien es cierto que la inflación ha aumentado durante la administración actual, los datos muestran que el período durante el cual Trump estuvo en el cargo también experimentó aumentos significativos, aunque más moderados. La economía fue un tema candente a lo largo del debate, con Harris acusando a Trump de haber dejado un legado de desempleo similar al de la Gran Depresión.
Aunque Trump se retiró de la presidencia con una tasa de desempleo en declive, esta afirmación de Harris tiene fundamento en la devastación económica causada por la pandemia de COVID-19, la cual provocó que la tasa de desempleo alcanzara niveles históricos. Esta es una de esas afirmaciones que requieren contexto; si bien Trump dejó la presidencia con una tasa de desempleo de 6,4 %, el daño inmediato a la economía fue significativo. El tema del cambio climático también fue central en el debate, donde Harris recordó las proclamaciones previas de Trump negando la existencia del calentamiento global, resaltando el hecho de que su postura contraria a la ciencia climática había sido una constante durante su carrera política. Trump, quien en el pasado ha desestimado el cambio climático como un engaño, no se desvió de su narrativa habitual, a pesar de la abrumadora evidencia científica que advierte sobre las consecuencias devastadoras de la crisis climática. Esta confrontación dejó en evidencia la profunda divergencia entre los dos candidatos en términos de política ambiental y la urgencia de esta materia.
Sin embargo, las afirmaciones reivindicativas de Trump no se detuvieron en la economía o el medio ambiente. El ex presidente también se jactó de haber recibido más votos que cualquier otro candidato republicano en la historia de las elecciones estadounidenses. Esta afirmación se basa en una interpretación errónea de los resultados electorales, ya que, aunque sí obtuvo una gran cantidad de votos, perdió el voto popular frente a Hillary Clinton en las elecciones de 2016, marginándose de este modo de su propaganda de éxito absoluto. El intercambio verbal entre Trump y Harris fue intenso, con cada uno buscando resaltar las debilidades del otro. Por un lado, Harris trató de enmarcar a Trump como un líder que había exacerbado las divisiones en la sociedad estadounidense, mientras que Trump intentó retratar a Harris y a Biden como incapaces de ofrecer soluciones efectivas a los problemas del país.
Esta dialéctica fue un recordatorio constante de la polarización política que ha dominado el discurso en los Estados Unidos en años recientes. A medida que el debate avanzaba, la atmósfera se tornó más tensa, con ambos candidatos interrumpiéndose constantemente, tratando de acaparar la atención del público. Harris, manteniéndose firme, aprovechar su plataforma para promover su enfoque en los derechos reproductivos, la economía sostenible y un gobierno más inclusivo. Trump, por otro lado, se mantuvo en su terreno habitual, enfatizando sus políticas de "Estados Unidos primero" y denunciando lo que describió como una agenda radical de los demócratas. El debate se cerró con una serie de preguntas sobre el futuro de la nación, y ahí ambas figuras mostraron su visión divergente sobre el camino a seguir.
Harris planteó un enfoque centrado en la unidad y la inclusión, mientras que Trump mantuvo su narrativa de la grandeza nacional, argumentando que el país debe recuperar lo que él considera una pérdida en términos de respeto y poder global. La dinámica de este debate no fue solo un enfrentamiento de ideas; fue también una vitrina de la forma en que las narrativas pueden ser manipuladas para servir intereses políticos. A medida que diversas afirmaciones fueron desmentidas, quedó claro que el proceso democrático está en juego. Los votantes, que son el pilar de la democracia, deben estar armados con información precisa para tomar decisiones informadas en el próximo ciclo electoral. En conclusión, el debate entre Trump y Harris fue un reflejo del clima político actual en los Estados Unidos, donde la desinformación puede surgir en cualquier momento y donde las luchas por la verdad definen cada elección.
A medida que nos acercamos a las elecciones presidenciales del 2024, es crucial que los ciudadanos permanezcan vigilantes, exijan rendición de cuentas y, sobre todo, busquen la verdad en medio del ruido. La democracia depende de ello.