Los deportes de nieve, que incluyen el esquí, el snowboard y el ski mountaineering, se encuentran entre las actividades más apasionantes y desafiantes que la naturaleza nos ofrece. Sin embargo, con el tiempo, algunas conductas dentro de estos deportes han comenzado a ser percibidas como normales, aunque representen un riesgo significativo para quienes las practican. Este fenómeno se conoce como la normalización de la desviación y tiene un impacto profundo en la cultura, la seguridad y la forma en que los deportistas de nieve se relacionan con el peligro. En primer lugar, es fundamental entender qué implica la normalización de la desviación dentro del contexto de los deportes de nieve. Esta expresión, originaria del ámbito de la seguridad industrial y de gestión de riesgos, hace referencia a la aceptación gradual de prácticas que no cumplen con los estándares iniciales de seguridad o convención.
En el mundo del esquí y el snowboard, ejemplos claros incluyen esquiar en zonas de alto riesgo de avalanchas, emprender descensos en terrenos técnicamente complejos sin la preparación adecuada, o ignorar el uso de equipo de seguridad esencial. Con el tiempo, y especialmente gracias a la difusión masiva de contenido visual en redes sociales y plataformas de vídeo, estos comportamientos riesgosos se presentan como la norma o incluso como aspiracionales. Un caso emblemático que ilustra este fenómeno es el de la cordillera Les Dents du Midi, en los Alpes suizos, una formación montañosa que presenta picos de más de 3000 metros con pendientes extremadamente técnicas y zonas prácticamente imposibles para el esquí convencional. A pesar de lo peligroso que puede resultar aventurarse en estas áreas, en 1980 se registró el primer descenso de una de sus couloirs, esfuerzo que llevó a dos esquiadores más de trece horas de ascenso y dos horas de descenso. Esta hazaña quedó registrada apenas en un artículo periodístico y una fotografía, dada la ausencia en ese entonces de tecnologías para documentar en tiempo real.
Sin embargo, en la última década, la tecnología cambió radicalmente el panorama. Videos grabados con cámaras portátiles en alta definición muestran a atletas realizando ascensos y descensos en esas mismas zonas y otros similares, exponiendo al público general escenas impactantes cargadas de adrenalina y técnica extrema. Lo que antes era una excepción ahora parece ser una tendencia creciente, en buena parte empujada por algoritmos de plataformas que promueven contenido cada vez más espectacular, generando una espiral donde la normalización de la desviación se acelera. Esta normalización no solo tiene que ver con la peligrosidad técnica, sino también con la gestión del riesgo en condiciones ambientales inestables, como la exposición a avalanchas. La clasificación del riesgo de avalancha se maneja mediante escalas que muchas veces son malinterpretadas por el público general.
Por ejemplo, el nivel tres, catalogado como “riesgo considerable” o “situación crítica” puede parecer un número bajo, pero en realidad corresponde a la mitad de las fatalidades relacionadas con avalanchas. Aun así, muchos deportistas y aficionados desestiman ese nivel o no toman las precauciones apropiadas. Esto multiplica el peligro y puede hacer que eventos trágicos sean percibidos erróneamente como accidentes inusuales o simples infortunios. Otro aspecto relevante es la proliferación de competiciones y eventos que exigen un nivel técnico cada vez más elevado, empujando a los atletas a buscar trucos más arriesgados y saltos más altos. Esta dinámica genera una presión implícita sobre otros deportistas y aficionados para incrementar sus límites, en ocasiones sacrificando la seguridad personal en pos del reconocimiento o la fama online.
La cultura de la velocidad, la innovación tecnológica y el deseo de estar a la vanguardia conforman un cóctel donde la desviación se vuelve norma. Las innovaciones tecnológicas en equipos, que inicialmente surgen para mejorar el rendimiento o la seguridad, a veces también pueden contribuir a esta normalización de riesgos. Por ejemplo, las nuevas fijaciones para esquís que ofrecen mayor rapidez en la conexión y desconexión pueden reducir segundos valiosos durante una carrera, pero si el mecanismo no se asegura correctamente pueden provocar accidentes. Lo más preocupante es que esta situación se considera normal y se atribuye a un error humano, cuando en realidad un equipo diseñado para reducir riesgos no debería permitir un fallo tan básico si se utiliza correctamente. Esto indica que los estándares de seguridad pueden estar relajándose lentamente bajo la excusa de la eficiencia deportiva.
La influencia de los creadores de contenido digital resulta ser un factor determinante en este escenario. El auge del video blogging y las plataformas como YouTube o TikTok han permitido que miles de deportistas registren y compartan sus experiencias, muchas veces exhibiendo conductas que rozan o cruzan los límites de lo permitido en seguridad. Si bien la divulgación tiene aspectos positivos, como la educación sobre el terreno o la motivación para aprender nuevas técnicas, un problema grave es la falta de contexto o las omisiones sobre las medidas de seguridad utilizadas. Esto puede generar un efecto mimético en practicantes menos experimentados al pensar que ciertas conductas riesgosas son estándar. Además, la búsqueda constante de contenido novedoso para mantener la atención de la audiencia crea lo que algunos llaman “la cinta transportadora del contenido”: un ciclo sin fin que obliga a los creadores a escalar la dificultad o la espectacularidad de sus actividades, incrementando así la exposición a peligros.
Esta presión puede hacer que el límite entre lo audaz y lo temerario se desdibuje de manera peligrosa. En este punto, la reflexión sobre el papel de los guías y expertos en avalanchas es fundamental. Contratar profesionales para aventurarse en terrenos complicados no solo reduce los riesgos evidentes, sino que también aporta un conocimiento profundo sobre las condiciones de la montaña y prepara a los grupos para actuar en caso de emergencia. Reconocer la importancia de estas figuras, así como promover el uso obligatorio de equipos de rescate, como ARVA, sondas y pala, es una parte clave para contrarrestar la normalización de la desviación. Por otra parte, la cultura de la seguridad en las estaciones de esquí y resorts también sufre este fenómeno.
Pequeñas negligencias como no bajar la barra de seguridad en los telesillas o no utilizar casco se han vuelto habituales y socialmente aceptadas en algunos contextos, a pesar de las campañas y reglamentaciones. Esta relajación en la vigilancia de protocolos puede pasar desapercibida, pero contribuye a que los deportistas internalicen la idea errónea de que esos aspectos no son realmente importantes. La temporada reciente en lugares icónicos del snowboard europeo, como Villars, Verbier o Chamonix, ha dejado un registro de actividades en las que se mezclan momentos de prudencia y otros claramente arriesgados, reflejando la lucha interna entre la pasión por la montaña y la obediencia a normas de seguridad. Desde salidas en pretemporada con nieve escasa hasta jornadas de aclimatación en la oscuridad, cada experiencia aporta datos para comprender cómo la normalización de la desviación se manifiesta en la práctica diaria. Las paradojas de disfrutar del esquí fuera de pista y la necesidad de documentar cada momento para el contenido digital son síntesis de un nuevo ecosistema deportivo.