En mayo de 2025, el expresidente Donald Trump sorprendió a la industria cinematográfica mundial con un anuncio inesperado: la imposición de un arancel del 100% a todas las películas producidas en el extranjero que se exhiban en Estados Unidos. La medida, motivada por argumentos de seguridad nacional y el deseo de revitalizar la producción cinematográfica estadounidense, ha generado un enorme debate sobre sus implicaciones económicas, culturales y políticas tanto en Estados Unidos como en otras naciones involucradas en el negocio del cine. El argumento central de Trump se basa en la percepción de que la industria cinematográfica de EE. UU. está en declive, en gran parte debido a los incentivos fiscales y apoyos que otros países ofrecen para atraer producciones extranjeras.
Según sus declaraciones en su plataforma Truth Social, esta política busca proteger el empleo y la cultura nacional estadounidense y contrarrestar lo que él denomina una amenaza de seguridad nacional contra el país. Sin embargo, estas afirmaciones han sido recibidas con escepticismo por expertos y parte de la industria, quienes advierten que la verdadera naturaleza del mercado global del cine es mucho más compleja. La producción de cine y televisión en regiones como Los Ángeles ha experimentado una caída cercana al 40% en la última década. Esto se debe en gran parte a que la competencia internacional ha atraído muchas producciones con condiciones más favorables, por ejemplo, mediante créditos fiscales y reembolsos en efectivo. Países como Australia, Nueva Zelanda y varias naciones europeas han desarrollado políticas agresivas para posicionarse como hubs internacionales para la creación de contenido audiovisual.
La respuesta internacional no se hizo esperar. Gobiernos de países afectados por la medida, como Australia y Nueva Zelanda, expresaron su compromiso para defender los intereses de sus industrias cinematográficas. Los ministros y primeros ministros de estos países afirmaron que explorarían alternativas para proteger sus mercados y buscarían diálogo con Estados Unidos para mitigar el impacto negativo del arancel. Además, la reacción en mercados clave como China también es crucial. China, siendo el segundo mercado cinematográfico más grande del mundo después de Estados Unidos, ya mostró señales de represalia al reducir el cupo de películas americanas permitidas en su territorio en respuesta a los aranceles y la guerra comercial en curso.
Esto representa un problema significativo para Hollywood, que depende en gran medida de los ingresos de taquilla internacionales, especialmente en China, para la rentabilidad de sus producciones más caras. Los expertos en comercio y política internacional han señalado que, aunque la medida busca proteger la industria estadounidense, podría tener el efecto contrario. La posible retaliación por parte de mercados extranjeros podría restringir aún más la circulación de películas americanas, lo que impactaría negativamente tanto a los estudios como a las cadenas de distribución. Una crítica habitual es la dificultad de justificar un arancel por razones de seguridad nacional cuando se trata de películas, que son productos culturales y comerciales. Aunque las películas pueden tener un componente de propaganda o influyen en la percepción pública, considerarlas una amenaza directa es una postura controversial y sin precedentes en la industria audiovisual.
El arancel del 100% también plantea preguntas sobre su implementación práctica. Por un lado, está la cuestión de cómo definir qué películas califican como "producidas en el extranjero", dado que muchas películas estadounidenses se filman en locaciones exteriores y utilizan servicios internacionales de producción. Además, la medida podría afectar indirectamente a empresas estadounidenses que externalizan parte de sus procesos de producción. El impacto económico global es otro aspecto central. Apoyar exclusivamente la producción nacional puede llevar a un encarecimiento de los costos y a una reducción en la diversidad de contenidos disponibles para los consumidores estadounidenses.
La industria cinematográfica se ha caracterizado por ser una red global que mezcla talento, inversiones y mercados diversos para lograr productos con alcance internacional. Desde el punto de vista cultural, la imposición de barreras comerciales en el sector audiovisual puede limitar la circulación de narrativas y perspectivas diversas. Las películas son no solo una fuente de entretenimiento sino también un vehículo para el entendimiento intercultural, y restringir su circulación puede generar efectos adversos en las relaciones internacionales y la apertura cultural. A nivel interno en Estados Unidos, la medida ha generado división política. Mientras algunos sectores políticos apoyan el proteccionismo para favorecer la producción nacional, expertos en economía y comercio alertan sobre las posibles consecuencias negativas a largo plazo, incluyendo la pérdida de competitividad y la posible respuesta de mercados extranjeros que limiten también a productos estadounidenses en otros sectores.