En un acontecimiento que combina historia, arqueología y un profundo debate ético, una notable colección de joyas vinculadas a las reliquias mortales de Buda ha sido puesta a subasta en Sotheby's en Hong Kong. Esta colección, que incluye aproximadamente 1,800 piezas conformadas por perlas, rubíes, zafiros, topacios y hojas de oro con patrones, se considera uno de los hallazgos arqueológicos más sorprendentes de la era moderna. Sin embargo, lejos de tratarse solo de un evento para coleccionistas apasionados, la subasta ha suscitado inquietudes respecto al uso ético de artefactos sagrados y la propiedad histórica de reliquias vinculadas a uno de los grandes símbolos espirituales de la humanidad. Los objetos subastados provienen de un yacimiento descubierto en el año 1898 por William Claxton Peppé, un administrador británico de tierras que excavó un estupa en Piprahwa, en el norte de India, una región cercana al lugar de nacimiento de Buda, en Lumbini, Nepal. En esa excavación se encontraron una urna inscrita que contenía fragmentos óseos atribuidos al propio fundador del budismo, junto con una espectacular cantidad de joyas y reliquias que habían sido conservadas y consagradas hace casi dos milenios.
La importancia histórica y religiosa de estos objetos es incuestionable, pues representan la herencia tanto para los descendientes del clan Sakya al que pertenecía Buda como para la comunidad budista global. A lo largo de más de un siglo, estos tesoros estuvieron casi fuera del conocimiento público, permaneciendo en manos privadas británicas hasta ahora. En 2013, los descendientes de Peppé comenzaron a investigar el origen y el contexto de la colección y decidieron ponerla a subasta con la intención de que los objetos fueran transferidos de manera justa y transparente hacia quienes los valoran por su dimensión espiritual y cultural. Este gesto, sin embargo, ha abierto un intenso debate sobre si la venta de tales reliquias puede ser considerada ética o legítima. Como plantea Naman Ahuja, un reconocido historiador del arte con sede en Delhi, la cuestión fundamental es si las reliquias de Buda pueden ser tratadas como simples mercancías, equivalentes a obras de arte susceptibles de comercio en mercados internacionales.
La respuesta a esta pregunta no es sencilla, pues las piezas poseen no solo un valor material sino un profundo significado simbólico y religioso. En la tradición budista, las reliquias no son meros objetos; son prolongaciones sagradas de la figura de Buda, dignas de veneración y respeto. La subasta ha provocado la preocupación de figuras prominentes dentro de la comunidad budista, quienes cuestionan si la comercialización con fines lucrativos está en consonancia con los valores centrales del budismo, especialmente aquellos relacionados con la ética y el respeto al legado espiritual. La British MahaBodhi Society, a través de su representante Amal Abeyawardene, ha señalado que, históricamente, la custodia de estas reliquias correspondía al clan Sakyamuni y que la intención siempre fue que se preservaran junto con las joyas para ser veneradas por generaciones futuras. La venta en mercados internacionales podría considerarse una ruptura con este mandato ancestral.
Desde la perspectiva legal y comercial, Sotheby's ha declarado haber realizado una exhaustiva revisión sobre la autenticidad, la procedencia y la legalidad de la colección. Según Julian King, especialista internacional de Sotheby's, el proceso de due diligence se llevó a cabo siguiendo los estándares de la industria para garantizar que la subasta cumpliera con los requisitos legales y éticos vigentes. Aun así, el hecho de que una entidad privada haya conservado esta colección durante tanto tiempo ha generado suspicacias sobre la transferencia legítima de los derechos para disponer de estas piezas como se considere apropiado. Investigadores académicos como Ashley Thompson y Conan Cheong han puesto en tela de juicio la moralidad de negociar con restos humanos o materiales asociados a ellos. La relación intrínseca entre las piezas de joyería y los fragmentos óseos hace que, para muchos practicantes de budismo, las joyas no puedan separarse simbólicamente del cuerpo sagrado de Buda.
Esta interconexión genera ambigüedad y desafío en establecer qué cosas pueden ser consideradas meramente objetos materiales y cuáles como partes de un conjunto sagrado indivisible. Este debate recuerda otros casos emblemáticos de artefactos históricos cuya salida del país de origen y posterior comercialización han suscitado controversias, como el caso archiconocido de la piedra Koh-i-Noor, actualmente parte de las Joyas de la Corona británica, pero vista por muchos indios como un símbolo del saqueo colonial. En ese sentido, surge la pregunta de si las joyas asociadas a las reliquias de Buda deberían ser repatriadas o protegidas por gobiernos, en lugar de quedar expuestas a la dinámica de compra y venta en el mercado internacional del arte. El modo en que estas reliquias llegaron a manos británicas no está exento de complejidades históricas. William Peppé entregó la mayoría de las reliquias al gobierno colonial indio y los fragmentos óseos fueron enviados a países budistas como Tailandia, Sri Lanka y Myanmar para su veneración.
Sin embargo, Peppé retuvo una parte que consideró duplicados o excedentes, y ahora sus descendientes disponen de ellas. Este distinto tratamiento ha provocado discusiones sobre la legitimidad de esta división y sobre qué constituye un fragmento original o meramente accesorio. La familia Peppé ha aportado cierta transparencia a través de exhibiciones en museos importantes, como en The Met en 2023, y la creación de un sitio web donde difunden su investigación sobre el hallazgo y su contexto. El bisnieto del descubridor, Chris Peppé, defiende que la subasta es la vía más equitativa para garantizar que el legado no quede en posesión exclusiva de un grupo privado y que los futuros compradores serán en su mayoría budistas o instituciones que valoran profundamente su significado espiritual. Para muchos expertos, sin embargo, la comercialización de estas joyas constituye una extensión de prácticas coloniales que no respetan la sacralidad ni la historia de los artefactos.
El llamado es a reflexionar más allá del valor monetario y considerar las dimensiones culturales, espirituales y políticas que estos objetos encarnan. La transacción no es solo una cuestión comercial sino una decisión que afecta a comunidades enteras relacionadas con el patrimonio intangible de Buda y su enseñanza. En este escenario, las autoridades indias han tomado postura para impedir la subasta, argumentando que los objetos tienen un valor cultural nacional irremplazable. Esto ha generado un pulso diplomático y cultural que refleja la creciente sensibilidad global sobre la conservación y restitución del patrimonio histórico, en especial cuando se trata de edificar puentes de comprensión entre diferentes pueblos y tradiciones religiosas. La historia de las joyas vinculadas a las reliquias de Buda es un microcosmos donde confluyen las complejidades del colonialismo, el comercio internacional del arte, el respeto religioso y los derechos culturales.
El llamado final es a buscar mecanismos de conservación que honren el profundo significado de estos artefactos, que garanticen su protección para las comunidades que los veneran y que eviten convertirlos en piezas meramente mercantiles. En definitiva, la subasta no solo abre una ventana al pasado arqueológico sino que, sobre todo, impone una urgente reflexión ética sobre cómo las sociedades modernas gestionan sus tesoros espirituales y culturales para las generaciones presentes y futuras, en un mundo donde lo sagrado no debería perder su esencia ante las oportunidades comerciales.