La reciente decisión de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) de comenzar el proceso para retirar del mercado las gotas y tabletas de flúor recetadas para niños ha generado un importante debate en la comunidad médica, odontológica y entre padres preocupados por la salud dental de sus hijos. Estas formas de suplementos de flúor son comúnmente prescritas en casos donde los niños tienen alto riesgo de caries, especialmente cuando residen en áreas con bajos niveles de fluoración en el agua potable. Sin embargo, la FDA ha expresado preocupaciones sobre la seguridad del flúor ingerido, alegando posibles riesgos de problemas en el microbioma intestinal, aumento de peso, trastornos tiroideos e incluso disminución del coeficiente intelectual en los niños. Por décadas, el flúor ha sido un mineral fundamental en la prevención de caries dentales en todo el mundo. Se encuentra en la mayoría de las pastas dentales, enjuagues bucales y en muchos sistemas de agua potable comunitarios, donde su correcta fluoración es una medida comprobada para fortalecer el esmalte dental y reducir la incidencia de enfermedades bucales.
Pero, detrás de esta tradición, existe un creciente movimiento que cuestiona la seguridad y eficacia de su ingesta sistemática en forma de suplementos, especialmente en niños pequeños. El debate sobre los riesgos del flúor no es nuevo. Algunos defensores de la salud han señalado con insistencia que la exposición al flúor a niveles excesivos puede traer efectos secundarios, tales como la fluorosis dental, que es una condición estética que puede manifestarse en manchas blancas o marrones en los dientes. Esta condición, aunque no perjudica la función dental, puede ser motivo de preocupación para familias en términos de apariencia. Más recientemente, se han planteado hipótesis sobre el posible impacto del flúor en órganos y sistemas internos, como la glándula tiroides o el desarrollo neurológico infantil, aunque estas afirmaciones carecen, hasta ahora, de evidencia sólida y concluyente.
En declaraciones oficiales, la FDA informó que su Centro para la Evaluación y la Investigación de Medicamentos estaría revisando la evidencia científica relacionada con los riesgos potenciales del flúor ingerido en productos pediátricos regulados por la entidad. La evaluación está prevista para completarse a finales de octubre de 2025 y busca proporcionar un marco más claro para padres y profesionales de la salud. La alerta por posibles daños en el microbioma intestinal y alertas sobre disminución del coeficiente intelectual provienen de estudios que no evalúan directamente los suplementos recetados ni las dosis empleadas comúnmente en Estados Unidos sino niveles mucho más elevados presentes en otras regiones del mundo. Expertos en odontología pediátrica han expresado su desacuerdo con la postura restrictiva. Profesores e investigadores de universidades reconocidas han señalado que retomar o promover el consumo elevado de azúcar y una mala higiene bucal sin el apoyo de suplementos de flúor podría aumentar la incidencia de caries y permitir que los niños sufran problemas dentales crónicos desde edades tempranas, una realidad común hace varias generaciones.
Sus argumentos destacan la importancia del flúor como un escudo protector en los dientes frente a las agresiones constantes de una dieta alta en azúcares simples, factor clave para la proliferación bacteriana en la cavidad oral y posterior deterioro dental. Como alternativa preventiva natural y fundamental, especialistas recomiendan enfocarse en la reducción significativa del consumo de azúcares añadidos y refinados en la alimentación infantil, acompañada de técnicas correctas de cepillado y el uso de productos tópicos con flúor, como la pasta dental. Esta estrategia complementaria puede reducir efectivamente el riesgo de caries sin la necesidad de administrar suplementos ingeribles, disminuyendo así cualquier exposición sistémica potencialmente problemática. Las polémicas no se detienen en el mundo de la salud pública. Algunos estados en Estados Unidos han adoptado posturas radicales eliminando la adición de flúor al agua potable, como Utah y Florida, alimentando aún más el debate y tensionando a profesionales médicos, funcionarios públicos y activistas de ambas posturas.
La declaración de ciertos personajes públicos contrarios al uso de flúor, desacreditándolo incluso al llamarlo “residuo industrial”, añade otra capa de controversia que no siempre se basa en pruebas científicas robustas. Para padres y tutores preocupados, esta situación plantea preguntas cruciales sobre cómo garantizar la salud bucodental de sus hijos en un contexto donde uno de los elementos preventivos clave podría dejar de estar disponible. Es esencial que la conversación con el dentista de confianza incluya la evaluación individualizada del riesgo de caries, la calidad del agua que consumen los niños y la posibilidad de emplear productos alternativos y seguros para mantener el esmalte dental fuerte y resistente. A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud sigue respaldando la fluoración del agua y el uso tópico de flúor como medidas eficaces y seguras para la salud dental, siempre dentro de límites bien establecidos para evitar la fluorosis y otros posibles riesgos. Las medidas preventivas integrales, que combinen alimentación saludable, higiene adecuada y el uso responsable de flúor, son las que garantizan un desarrollo oral saludable en la infancia.
Más allá de la discusión específica sobre la decisión de la FDA, esta coyuntura invita a una reflexión más amplia sobre cómo las políticas sanitarias deben equilibrar los beneficios comprobados con la necesidad de actualizarse frente a investigaciones emergentes. En un escenario donde la desinformación puede propagarse fácilmente, la educación de padres, docentes y profesionales en torno al flúor y la prevención dental es vital. Mientras la FDA sigue evaluando la evidencia y toma decisiones que pueden transformar el panorama del cuidado dental infantil en Estados Unidos, los ojos del mundo están atentos a los resultados. ¿Podría esta medida impulsar un cambio hacia estilos de vida más saludables en la infancia? ¿O abrirá la puerta a un aumento en las enfermedades dentales entre los niños? Solo el tiempo y la ciencia lo dirán.