Romper hábitos puede parecer una tarea sencilla, pero para muchas personas, es una lucha constante. A menudo, se ignoran los factores subyacentes que alimentan estos comportamientos, lo que puede llevar a consecuencias inesperadas. Un enfoque erróneo para dejar de lado un hábito puede fortalecerlo en lugar de debilitarlo. Este fenómeno destaca la importancia de comprender las motivaciones detrás de nuestras acciones y cómo un cambio de mentalidad puede facilitar cambios más efectivos y duraderos. En la sociedad actual, donde el estrés y la ansiedad son comunes, muchas personas recurren a hábitos compulsivos para encontrar alivio.
Estos pueden incluir el consumo excesivo de alcohol, la comida emocional, el juego compulsivo o incluso el uso excesivo de las redes sociales. Aunque en un principio estos comportamientos pueden proporcionar un alivio temporal, cuando se intentan eliminar de forma abrupta, la situación puede empeorar. Al concentrarse únicamente en suprimir el comportamiento, se ignoran las emociones y necesidades que lo impulsan. Esto puede resultar en una intensificación de los sentimientos negativos que el individuo intenta escapar. Por ejemplo, si alguien se siente estresado y comienza a comer en exceso como una forma de lidiar con su ansiedad, intentar dejar de comer de la noche a la mañana sin abordar la raíz de su ansiedad podría dejarlo más frustrado y sin recursos para manejar el estrés.
Los especialistas en salud mental argumentan que el enfoque tradicional de simplemente "dejar de hacerlo" puede ser contraproducente. Según el Dr. Adi Jaffe, un reconocido experto en adicciones, el error común radica en pensar que el objetivo principal debe ser detener el comportamiento negativo. En su lugar, es crucial identificar lo que él denomina "ganchos", que son las emociones, pensamientos y circunstancias subyacentes que impulsan el hábito. Si no se atienden estas motivaciones íntimas, el individuo puede experimentar un efecto rebote, donde el deseo del comportamiento que se quería eliminar se intensifica, llevándolo a buscar otras formas de satisfacer esas necesidades insatisfechas.
Un cambio de hábitos exitoso debe incluir un enfoque que contemple tanto el comportamiento observable, como las razones subyacentes que lo provocan. La clave es el proceso denominado EAT, que significa Explorar, Aceptar y Transformar. Durante la fase de exploración, se investigan las emociones y situaciones que conducen a esa conducta, permitiendo a la persona entender por qué siente la necesidad de recurrir a cierto hábito. La aceptación implica practicar la autocompasión, comprendiéndose uno mismo sin juicios negativos por las experiencias pasadas que han condicionado las decisiones actuales. Finalmente, la transformación se centra en encontrar nuevas conductas que reemplacen las viejas, pero desde un lugar informado y empático.
Esta metodología no solo alivia la necesidad de involucrarse en el hábito problemático, sino que mejora la calidad de vida en general. A través de esta comprensión, las personas encuentran que tienen más motivación y compromiso para cambiar. Por ejemplo, en el caso de una clienta que luchaba con el alcoholismo, al explorar su situación personal, se encontraron conflictos no resueltos en su vida, como un matrimonio desafiante y la pérdida de su carrera tras convertirse en madre. Al enfocar su energía en resolver esos problemas raíz, su deseo de beber disminuyó. El enfoque erróneo de suprimir un hábito sin tratar de descubrir su origen no solo puede debilitar los intentos de cambiar, sino que puede reforzar el comportamiento en cuestión.
La tensión interna creada al reprimir una necesidad puede llevar a la persona a buscar otras formas de aliviar su malestar. Al no tener herramientas para lidiar con el estrés, las personas a menudo recurren a otros comportamientos que son igualmente dañinos. Por ejemplo, alguien que intenta dejar de fumar puede terminar aumentando su consumo de comida chatarra como una forma de lidiar con el deseo de fumar. La conciencia de esta dinámica es esencial para quienes buscan un cambio. En lugar de enfocarse exclusivamente en detener una conducta dañina, se debe invertir tiempo en reconocer y comprender los factores que contribuyen a ello.
El enfoque preventivo, en el que las personas identifican y practican nuevas alternativas en momentos de baja tensión, puede ser la clave para manejar los episodios de alta presión en el futuro. Sin esta preparación, es probable que una persona se encuentre en un ciclo sin fin de intentar dejar un mal hábito solo para reemplazarlo con otro. Los beneficios de este enfoque son claros: se obtiene una mejor comprensión de uno mismo, se mejora la habilidad para manejar situaciones difíciles y se cataliza una transformación personal significativa. Adoptar este tipo de mentalidad significa un viaje hacia la autodescubrimiento y la aceptación, en donde cada paso se toma con compasión y reflexión. En conclusión, el acto de romper hábitos no debería verse como un simple desafío a superar, sino como una oportunidad para una profunda exploración personal.
Si bien la tentación de quitarlos de golpe puede ser fuerte, es en la comprensión y la aceptación de las raíces de esos hábitos donde reside la verdadera fortaleza. Así, tomando un enfoque más holístico como el ciclo EAT, las personas pueden esperar más que solo dejar un comportamiento: pueden encontrar un camino hacia una vida más equilibrada y satisfactoria. En un mundo lleno de distracciones y dificultades, esta toma de conciencia es más relevante que nunca y puede llevar a un cambio genuino y duradero en la vida de cada individuo.