La física cuántica no solo ha cambiado la manera en que entendemos el mundo a nivel microscópico, sino que también ha abierto las puertas a ideas fascinantes que han capturado la imaginación tanto de científicos como del público general. Entre estas ideas, la interpretación de muchos mundos, propuesta en 1957 por el físico Hugh Everett, se destaca por su audaz planteamiento: cada vez que sucede una medición cuántica, la realidad se divide en múltiples universos paralelos, donde cada posible resultado ocurre simultáneamente. Esta teoría representa uno de los hitos más significativos en la historia de la mecánica cuántica y continúa siendo objeto de debate, estudio y fascinación décadas después. Para comprender la relevancia de la interpretación de muchos mundos, es necesario remontarse al contexto de la física cuántica a mediados del siglo XX. En ese momento, la explicación predominante para los fenómenos cuánticos era la interpretación de Copenhague, que sostiene que el estado probabilístico de una partícula, descrito matemáticamente por una función de onda, colapsa a un estado definido cuando se realiza una medición.
Esta idea, aunque funcional y ampliamente aceptada, deja preguntas sin resolver, como el papel exacto del observador y la naturaleza del colapso mismo, que parece ser un proceso discontinuo y externo al sistema. Hugh Everett, durante su doctorado en la Universidad de Princeton, propuso una solución disruptiva: abandonar la noción de colapso de la función de onda. En lugar de que la función colapse, ésta sigue evolucionando de manera continua según las ecuaciones de la mecánica cuántica. El aparente resultado único observado por un individuo no es más que una rama específica en un vasto árbol de posibilidades, donde innumerables versiones del observador y del sistema coexisten en diferentes ramas o universos paralelos. De esta manera, la realidad se ramifica constantemente, con cada resultado cuántico manifestándose en un universo diferente.
Esta propuesta elimina la especial participación del observador en el proceso de medida, ya que dicho observador también forma parte del estado cuántico total y se encuentra en una superposición que se separa junto con el sistema observado. Aunque esta idea es difícil de verificar experimentalmente, ha tenido una profunda influencia en la conceptualización de la física cuántica y en campos emergentes como la computación cuántica, donde las múltiples trayectorias paralelas recuerdan el funcionamiento de algoritmos que aprovechan la superposición y el entrelazamiento para realizar cálculos complejos. La interpretación de muchos mundos originó inicialmente escepticismo y rechazo dentro de la comunidad científica. Uno de los desafíos más destacados fue explicar cómo se pueden entender las probabilidades en un universo donde todas las opciones se realizan. La idea intuitiva de que el número de ramas en las que sucede un evento reflejaría su probabilidad se demostró insuficiente.
Posteriormente, se desarrollaron explicaciones más sofisticadas sobre la estructura y amplitud de las ramas para reconciliar esta cuestión, pero sigue siendo un tema de debate profundo. Además de su impacto científico, esta teoría ha resonado en la cultura popular a través de numerosas representaciones en cine y literatura. Películas como "Doctor Strange" o "Todo en todas partes al mismo tiempo" han explorado el concepto de universos múltiples y realidades paralelas, capturando la imaginación del público y acercando ideas complejas de la física a un lenguaje accesible y visualmente impactante. El respaldo de figuras prominentes como Bryce DeWitt, que popularizó el término "muchos mundos", y David Deutsch, pionero en computación cuántica, contribuyó a que esta interpretación ganara prestigio y revisión seria en círculos académicos. Su aplicabilidad en cosmología y la búsqueda de una teoría unificada que combine la gravedad con la mecánica cuántica la hace especialmente relevante para futuras investigaciones en física fundamental.
Hoy en día, aunque la interpretación de muchos mundos no es la versión oficial ni la única sobre los fundamentos de la física cuántica, ha dejado de ser una idea marginal y ha ganado aceptación entre un creciente número de físicos e investigadores que valoran su coherencia y elegancia matemática. Encuestas en conferencias sobre fundamentos cuánticos muestran que entre un tercio y la mitad de los participantes la consideran una interpretación plausible y prometedora. La controversia y la resistencia que todavía enfrenta radican, en parte, en su naturaleza contraintuitiva y en el hecho de que abre preguntas filosóficas profundas sobre la realidad, la identidad y el destino. Sin embargo, esto no ha frenado el avance en el estudio de las implicaciones y posibles ramificaciones de los universos paralelos, que podrían ofrecer nuevas perspectivas sobre el tiempo, la causalidad y la estructura misma del cosmos. En resumen, el año 1957 marcó un punto de inflexión en la historia de la mecánica cuántica gracias a la propuesta de Hugh Everett.
La interpretación de muchos mundos no solo desafió las suposiciones tradicionales, sino que también expandió el horizonte de la física teórica hacia la idea de un multiverso en continuo surgimiento. A pesar de los debates y dificultades conceptuales, su influencia en la ciencia y la cultura simboliza el espíritu innovador de la física cuántica, que impulsa constantemente a explorar realidades más allá de la intuición cotidiana.