Durante la presidencia de Donald Trump, el mundo financiero observó con atención cómo los aranceles implementados impactaban diferentes economías y mercados de activos. Estos aranceles, dirigidos principalmente a productos provenientes de China, desataron una serie de tensiones comerciales que influyeron fuertemente en la dinámica de los mercados globales. En este contexto, activos como el oro y las criptomonedas, particularmente el bitcoin, junto con índices de volatilidad, se convirtieron en indicadores clave para entender los movimientos del mercado y las estrategias de los inversionistas en tiempos de incertidumbre. El oro ha sido históricamente considerado un refugio seguro ante la incertidumbre económica y política. Durante el periodo en que los aranceles generaron preocupación por posibles ralentizaciones económicas globales, el oro experimentó un aumento considerable en su valor.
Esto se explica por la búsqueda de los inversionistas de activos que mantuvieran su valor y protección ante la depreciación de monedas fiduciarias y el impacto de las guerras comerciales. A medida que se intensificaban las disputas comerciales y crecían los temores a una recesión, el oro ganó protagonismo como activo de resguardo, consolidando su valor en el portafolio de inversionistas conservadores y especuladores por igual. En paralelo, el auge del bitcoin durante este período también capturó la atención de muchos inversores. Bitcoin, inicialmente percibido como un activo volátil y especulativo, empezó a ser visto como una cobertura ante riesgos geopolíticos y una posible herramienta de diversificación. Aunque la criptomoneda comparte algunas características con el oro, como su oferta limitada y resistencia a la inflación, el bitcoin representa una innovación tecnológica con dinámicas propias influenciadas por factores regulatorios, adopción institucional y eventos macroeconómicos.
La volatilidad en los mercados, medida comúnmente por índices como el VIX, reflejó la incertidumbre generada por los anuncios y decisiones relacionadas con los aranceles. Los picos de volatilidad coincidieron con momentos críticos en la escalada de tensiones comerciales, afectando a mercados de renta variable, divisas y materias primas. Esta incertidumbre provocó un ambiente donde se pudieron observar migraciones temporales de capital hacia activos percibidos como seguros, además de una intensa especulación en instrumentos financieros derivados. Analizar cuál de estas clases de activos se benefició más directamente de los aranceles requiere comprender las características intrínsecas de cada uno y cómo respondieron a eventos específicos de la guerra comercial. El oro, por su naturaleza de activo tangible y tradicional, mostró una capacidad sólida para atraer capital en momentos de crisis.
No obstante, su comportamiento estuvo también ligado a las fluctuaciones del dólar estadounidense, muchas veces fortalecido por señales de política monetaria en respuesta a las tensiones comerciales. Bitcoin, aunque mucho más joven y con un historial corto en comparación con el oro, logró resaltar en un momento en que los inversionistas buscaban opciones alternativas frente a activos tradicionales. Su ascenso fue impulsado tanto por la tecnología descentralizada como por la percepción creciente de que podría actuar como una reserva de valor, aunque su alta volatilidad y dependencia de factores externos limitaron su adopción generalizada como refugio seguro durante toda la disputa. La volatilidad, en esta ecuación, no es un activo per se pero es un indicador de riesgo y nerviosismo en los mercados. Las fluctuaciones en la volatilidad afectaron la confianza del inversor, generando condiciones donde el apetito por el riesgo disminuía y los activos seguros ganaban terreno.
Sin embargo, también abrieron oportunidades para estrategias de inversión basadas en la oscilación de precios y el arbitraje. Además de estos tres elementos, otras clases de activos respondieron con matices particulares. Acciones de empresas expuestas directamente a las cadenas de suministro afectadas por los aranceles sufrieron caídas, mientras que sectores como la tecnología y la agricultura vivieron momentos de alta turbulencia. Por otro lado, sectores como el energético y de materias primas mostraron cierta resistencia, beneficiándose parcialmente del aumento en precios derivados de la incertidumbre económica. Es importante destacar que la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos durante este periodo también tuvo un rol determinante en el comportamiento de los activos.