En la era digital, donde la mayoría de las personas acuden a sus teléfonos inteligentes o computadoras para buscar respuestas, hay un lugar en Alabama donde una línea telefónica tradicional sigue sonando con fuerza. Se trata del escritorio de información James E. Foy, un servicio establecido en 1953 en la Universidad de Auburn que, durante más de 70 años, ha respondido a las preguntas más variadas de la comunidad local y de todo el mundo. Lo fascinante no solo es su longevidad, sino también la naturaleza íntima y humana de cada llamada que recibe. Esta línea no es cualquier número telefónico olvidado o en desuso.
Aunque ha pasado por cambios en su entorno físico —desde un espacio más antiguo hasta el sofisticado Centro Estudiantil Melton— y ha actualizado sus recursos para incluir computadoras modernas en lugar de libros y enciclopedias obsoletas, su función sigue siendo la misma: brindar respuestas y apoyo aunque las preguntas sean triviales o existenciales. Los estudiantes que atienden el teléfono en el escritorio Foy son el alma de este servicio. Entrenan mínimamente, con un manual sencillo que enfatiza la cortesía, la discreción y el respeto, y sin juzgar jamás a quienes llaman. Al asumir este papel, se convierten en la encarnación humana del internet para un público que a veces carece de acceso a la red global, por razones que van desde la falta de infraestructura hasta la desconfianza o la preferencia personal. El abanico de preguntas que reciben es tan amplio y variado que parece un reflejo directo del comportamiento humano ante la incertidumbre y la curiosidad.
Se les consultan temas médicos como el uso de un antibiótico específico, dudas geográficas como el costo de la tierra en diferentes estados, preguntas de cultura popular, consultas sobre atención al cliente de grandes empresas, e incluso curiosidades científicas y cotidianas. Esta variedad convierte al escritorio en una cápsula del tiempo donde las conversaciones humanas no están delimitadas por las fronteras del conocimiento académico. Las horas avanzan, y el día va cerrando paso a la noche en el centro estudiantil, pero las llamadas siguen llegando. En las últimas horas, cuando el ambiente se vuelve más tranquilo y la mayoría de los estudiantes comienza sus actividades académicas, algunos llamados usuarios fieles se comunican casi como si el teléfono fuera su único vínculo con el exterior. Un ejemplo emblemático es Beulah, una mujer que suele hablar largo tiempo acerca de sus mascotas, sus encuentros con animales salvajes e incluso pedir la información sobre servicios de control de plagas.
A pesar de que no conocen mucho sobre ella, los estudiantes esperan sus llamadas con la misma expectación y calidez con la que un amigo esperaría una llamada de respaldo. Los estudiantes que trabajan en el escritorio han desarrollado una sensibilidad especial hacia los que llaman frecuentemente. Los que atienden suelen imaginar las vidas detrás de las voces que escuchan: la señora mayor en un hogar de ancianos, el joven solitario que solo busca alguien con quien charlar, o el hombre con listas de cumpleaños de celebridades. Estas llamadas dejan una huella emocional en quienes las reciben, pues más allá de brindar información, se convierten en conexiones humanas genuinas en un mundo que parece volverse cada vez más impersonal. El ecosistema cultural donde se encuentra el escritorio también influye en el estilo de las interacciones.
Alabama, al ser un estado del sur de Estados Unidos con una fuerte identidad regional, tiene su propio código de cortesía y maneras particulares de expresión. Los jóvenes valoran la amabilidad, la paciencia y el respeto, y suelen dirigirse a los interlocutores con formalidades propias de la región —como el uso frecuente de 'sí, señor' o 'sí, señora'. Esto crea una experiencia telefónica cálida y acogedora, que contrasta con otras formas más impersonales o automatizadas de atención. Durante los últimos años, el avance tecnológico ha hecho que muchos servicios similares desaparecieran o se volvieran obsoletos. Sin embargo, el servicio del Foy Information Desk sigue activo y relevante porque nunca perdió su esencia: ayudar sin juzgar, ser un punto de contacto humano para quienes necesitan respuestas o simplemente una voz amiga.
En un mundo donde la atención y la empatía son elementos escasos, esta línea puede sonar como un relicto, pero también como un faro de esperanza. Además, la experiencia para los estudiantes que trabajan en el escritorio es transformadora. Si bien cursan carreras técnicas o profesionales, como ingeniería o software, el contacto directo con personas que llaman con diferentes necesidades les enseña más que técnicas o datos: les brinda una lección de empatía, paciencia y humanidad. Algunos estudiantes reconocen en esas llamadas un destino o una misión, una esperanza de marcar una diferencia aunque sea a través de un simple intercambio telefónico. Pero este servicio no solo responde a preguntas informativas; también se convierte en un espacio para la escucha activa.
Historias como la del hombre mayor que llamó solo para charlar sobre su amiga fallecida o el joven solitario que buscaba compañía, evidencian la importancia de un servicio telefónico humanizado. Muchas veces, las llamadas no tienen un propósito definido más allá de la necesidad básica de contacto y reconocimiento. En tiempos modernos, donde la comunicación está dominada por mensajes instantáneos, redes sociales y chatbots, la existencia de un servicio telefónico que ofrece verdadero contacto humano más allá de la velocidad es un recurso valioso. Su persistencia no solo demuestra la utilidad de la tecnología tradicional, sino también la fuerza del compromiso social y comunitario que la Universidad de Auburn ha sustentado durante décadas. Un factor adicional que otorga relevancia a esta línea telefónica es la realidad global.
Millones de personas en todo el mundo aún carecen de acceso fiable a internet. Ya sea por condiciones económicas, geográficas o culturales, innumerables individuos dependen de medios alternativos para obtener información o simplemente para sentirse acompañados. El escritorio de Foy se convierte en, quizás, un símbolo de cómo la educación universitaria puede extenderse al público general, derribando barreras de conocimiento y tecnología. Los testimonios de los estudiantes revelan también un sentido profundo de responsabilidad hacia quienes llaman. Aunque la tarea parece sencilla, contestar el teléfono y responder preguntas, para ellos significa sostener una tradición que tiene impacto real en la vida de otras personas.
Muchos se sienten parte de una pequeña comunidad que va más allá de su universidad, un espacio donde la generosidad del tiempo y el conocimiento no se pierde en la rapidez del mundo digital. Al reflexionar sobre la historia y la misión de la línea telefónica de Alabama que sigue sonando, queda claro que la esencia radica en la conexión humana. Más allá del teléfono, de la tecnología y de los datos, lo que perdura es la necesidad universal de ser escuchados, atendidos y valorados. Este servicio, único en su tipo, es un testimonio vivo de que la humanidad puede manifestarse en los detalles más simples: una llamada, una respuesta amable, un momento de atención. Con más de siete décadas de servicio, la línea telefónica del escritorio James E.
Foy no solo continúa activa, sino que representa una fuente inagotable de historias, aprendizajes y encuentros humanos. A través del tiempo ha sabido adaptarse, pero nunca ha dejado su propósito fundamental: ofrecer un espacio en el que cada voz importa, cada pregunta tiene sentido y cada llamada puede cambiar perspectivas, aliviar soledades o simplemente brindar información en un mundo que a veces parece demasiado acelerado y distante. En definitiva, la línea telefónica de Alabama que sigue sonando es más que una reliquia tecnológica. Es un emblema de compromiso social, de empatía y de la poderosa tradición universitaria de servir a la comunidad, concretada en la voz amable y siempre dispuesta de estudiantes del escritorio Foy que, noche tras noche, continúan respondiendo al teléfono con paciencia y dedicación, recordándonos que a veces, la mejor conexión humana llega a través de un simple ring.