China, la segunda economía más grande del mundo, se encuentra en una encrucijada económica mientras enfrenta amenazas de deflación. A medida que el crecimiento se desacelera y el consumo interno se debilita, el gigante asiático ha mostrado una falta de acción en términos de estímulos económicos. La deflación, un fenómeno en el que los precios de bienes y servicios disminuyen, puede llevar a una espiral descendente de la economía, lo que plantea serias preocupaciones no solo para China, sino también para la economía global. El último informe del Banco Popular de China apunta que el índice de precios al consumidor (IPC) ha registrado cifras alarmantes, donde en algunos sectores se ha visto una caída notable de precios. Este hecho contrasta con la tendencia global post-pandemia, donde muchas economías han estado lidiando con la inflación.
Las cifras de la oficina nacional de estadísticas revelan que el IPC se ha mantenido plano, y en algunos casos, ha bajado, lo que indica un debilitamiento del consumo. El aumento del ahorro por parte de los hogares, en lugar del consumo, ha exacerbado esta situación preocupante. Desde el año 2020, China ha estado tratando de recuperarse de los efectos económicos adversos de la pandemia de COVID-19. Inicialmente, el país adoptó medidas drásticas de estímulo, incluyendo recortes en las tasas de interés y aumento del gasto público. Sin embargo, a medida que la economía empezó a mostrar signos de recuperación, el gobierno se volvió más cauteloso, manifestando una disminución en la inyección de nuevas medidas de estímulo.
Esta falta de acción ha llevado a muchos economistas a señalar la necesidad urgente de un nuevo paquete de estímulo que reactive el consumo. Uno de los sectores más afectados por la falta de consumo es el inmobiliario. China ha experimentado una burbuja inmobiliaria durante años, con precios desorbitantes y una dependencia de la construcción como motor económico. Sin embargo, tras las medidas regulatorias impuestas en 2020, como las “tres líneas rojas” que limitaban el endeudamiento de las empresas constructoras, el sector ha sufrido una drástica desaceleración. Los precios de las viviendas han comenzado a bajar, lo que afecta la confianza de los consumidores y desincentiva nuevas inversiones.
A medida que los precios de los bienes raíces caen, los hogares se sienten menos ricos y tienden a retener su dinero, contribuyendo aún más a la deflación. La juventud también juega un papel crucial en la economía del país. Con una tasa de desempleo juvenil que ha alcanzado cifras récord, muchos jóvenes se enfrentan a un futuro incierto, lo que impacta negativamente en su capacidad de gasto. La falta de empleos estables y la presión por alcanzar altos estándares de vida han llevado a una generación a posponer compras importantes, como viviendas o vehículos. Este comportamiento, aunado al aumento del ahorro, refuerza el ciclo deflacionario.
En el ámbito internacional, la situación en China tiene repercusiones significativas. La economía china no solo es un centro de manufactura, sino también uno de los mayores consumidores de commodities. Una caída en el consumo chino puede llevar a una disminución global en la demanda de materias primas, afectando a países exportadores y provocando una recesión en diversas economías dependientes del comercio con China. Además, la incertidumbre económica puede afectar las negociaciones comerciales y las relaciones diplomáticas en la región. A pesar de estas advertencias, el gobierno chino ha mostrado reticencias a implementar nuevas medidas de estímulo.
La estrategia parece estar centrada en evitar un aumento de la deuda pública, que ya es considerable. Sin embargo, muchos analistas argumentan que la deflación es un problema más inmediato y que el tiempo para actuar es ahora. El discurso oficial del gobierno también ha enfatizado la necesidad de realizar reformas estructurales para fortalecer la economía a largo plazo. Sin embargo, las reformas pueden llevar tiempo y no son una solución rápida a los problemas inminentes que enfrenta el país. Mientras tanto, la falta de acción continua puede aumentar las tensiones dentro del país y entre sus líderes.
A medida que la situación económica se vuelve más precaria, algunos economistas sugieren que el gobierno debería revisar su postura y considerar medidas de estímulo más agresivas. Esto podría incluir recortes de impuestos dirigidos a los consumidores, iniciativas para aumentar la inversión en infraestructura, o incluso estímulos directos a los hogares para reactivar el consumo. También se plantea la necesidad de solucionar de manera efectiva las crisis en el sector inmobiliario para restaurar la confianza de los consumidores. En este contexto, se vislumbra un panorama incierto. La deflación no solo afecta el poder adquisitivo de los consumidores, sino que también erosiona la rentabilidad de las empresas, lo que puede llevar a recortes de empleo y, con ello, alimentar un círculo vicioso de menor consumo, mayor deflación y una economía estancada.