La industria cinematográfica estadounidense, históricamente un pilar fundamental de la cultura y la economía del país, enfrenta en los últimos años desafíos significativos que amenazan su fortaleza y competitividad global. En un intento por revertir la aparente decadencia del sector, el expresidente Donald Trump propuso en 2025 un arancel del 100% sobre películas producidas en el extranjero, idea que ha desatado una intensa polémica y cuestionamientos acerca de su viabilidad y eficacia. Sin embargo, detrás de esta propuesta controvertida, surge un debate más profundo acerca de las medidas que realmente podrían revitalizar a Hollywood y fortalecer la industria cinematográfica estadounidense. Trump calificó la producción cinematográfica estadounidense como “moribunda” y manifestó su intención de proteger y devolver la grandeza a Hollywood mediante su estrategia preferida: impuestos arancelarios sobre las importaciones. La idea era gravar de manera significativa las películas y posiblemente programas de televisión producidos fuera de Estados Unidos, buscando que las grandes productoras optaran por filmar exclusivamente en territorio nacional para evitar estos costos adicionales.
Aunque a primera vista esta propuesta pareció un intento decidido por preservar empleos y atractivos económicos del país, pronto emergieron dudas de expertos y profesionales del sector que ponen en entredicho el impacto real de tales aranceles. La complejidad del proceso de producción audiovisual, hoy en día globalizado y fragmentado, hace que la idea de un arancel uniforme sea impráctica e incluso dañina. Muchas producciones estadounidenses se benefician de incentivos fiscales ofrecidos por países como el Reino Unido, Canadá o Australia, lo que permite ahorrar costos y optimizar recursos mediante el alquiler de estudios, la contratación de equipos locales y la subcontratación de postproducción, incluido el trabajo en efectos visuales. Esta realidad significa que las películas explotadas financieramente por estudios estadounidenses rara vez son completamente nacionales en términos de locaciones o procesos productivos. El intento de gravar películas o programas producidos en el extranjero presenta interrogantes técnicos y legales nada sencillos.
¿Cómo definir qué producción es extranjera o estadounidense si una película se filma parcialmente fuera del país? ¿Se aplicarán estos aranceles a los contenidos digitales adquiridos por distribuidores americanos? ¿Cómo impactará a proyectos internacionales o colaboraciones multinacionales habituales en la industria actual? Estas preguntas quedaron sin precisar, generando incertidumbre en el mercado y comenzó a afectar negativamente el valor de las acciones de compañías como Netflix y Disney, hasta el punto de que una simple declaración en redes sociales provocó una reacción significativa en los inversores y sectores relacionados. Frente a esta incertidumbre, profesionales y analistas convergen en que imponer un arancel tal vez no solo sea inefectivo, sino que podría resultar contraproducente. En lugar de fomentar la producción de más películas nacionales, podría llevar a una reducción generalizada en la cantidad de proyectos financiados y a incrementos en el precio de los boletos para el público estadounidense, una consecuencia ya vista en otros sectores donde los aranceles encarecen productos y reducen el consumo. Por ejemplo, el especialista David Hancock ha señalado la dificultad técnica para aplicar aranceles a productos intangibles como las películas, cuyos derechos están divididos entre múltiples entidades y a menudo son distribuidos digitalmente, por lo que gravar la importación se vuelve casi inviable. Si se busca limitar la producción fuera de Estados Unidos, el gobierno tendría que prohibir que los estudios estadounidenses filmasen en el extranjero, una medida que reduciría drásticamente la producción y perjudicaría la industria en su conjunto.
En lugar del enfoque restrictivo de los aranceles, muchos actores clave dentro de la industria y legisladores demócratas han defendido una alternativa más efectiva: un programa federal de créditos fiscales para la producción audiovisual. Este esquema, aplicado a nivel estatal en lugares como California y Georgia con éxito comprobado, ofrece incentivos económicos a los estudios que realicen filmaciones en territorio estadounidense, ayudando a reducir costos y a mantener empleos locales en la industria creativa y técnica. En 2025, el gobernador de California, Gavin Newsom, propuso trabajar con el gobierno federal para crear un programa de créditos fiscales de 7.5 mil millones de dólares, algo que hasta ahora no existía a nivel nacional. La idea es atraer más inversiones y producciones al país por medio de estímulos económicos que hagan competitiva la industria frente a las ventajas fiscales de otros mercados internacionales, un paso que podría detener la externalización creciente de trabajos audiovisuales.
Este enfoque es apoyado también por protagonistas del sector como Adam Schiff, senador por California y defensor de incentivos federales en el ámbito económico y cultural. Schiff ha reconocido que aunque comparte la preocupación por la disminución de rodajes en Estados Unidos, los aranceles generalizados acarrearían impactos negativos de difícil reparación, mientras que el sistema de créditos fiscales representa una solución sostenible que puede fomentar la creación de empleo y fortalecer la cadena productiva nacional. Los líderes sindicales del medio artístico, como Duncan Crabtree-Ireland de SAG-AFTRA, también han expresado interés en entender mejor las propuestas y asegurar que cualquier política implementada no perjudique a los trabajadores ni provoque pérdida de empleo en Canadá y otros países con relación estrecha con la industria estadounidense. En paralelo, se ha informado que la idea de los aranceles proviene en parte del actor Jon Voight, uno de los llamados “embajadores” hollywoodenses designados por Trump para asesorarlo sobre temas culturales. Su plan incluiría una mezcla de incentivos fiscales, tratados internacionales de coproducción, y únicamente en ciertas circunstancias, la imposición de aranceles, lo que sugiere que la iniciativa podría estar pensada para proteger solo sectores específicos o como parte de un paquete más amplio de medidas.
Algunas voces dentro de la misma administración y medios especializados han mostrado escepticismo respecto a la voluntad política real para implementar aranceles que puedan perjudicar incluso a producciones vinculadas a figuras cercanas al presidente, como Mel Gibson y Sylvester Stallone, quienes a menudo filman fuera del país. El equilibrio entre proteger la industria y no dañar a los propios aliados presenta un desafío significativo. En definitiva, el dilema que enfrenta Hollywood no se resuelve con medidas aisladas o simplistas, sino con un entendimiento profundo de las transformaciones de la economía global y del sector creativo. La política arancelaria tradicional aplicada a productos físicos no se adapta bien a la naturaleza intangible y fragmentada de la producción audiovisual moderna. Para mantener la relevancia y liderazgo internacional, Estados Unidos necesita adoptar un enfoque que combine incentivos económicos atractivos, negociación de tratados internacionales que favorezcan la coproducción y la movilidad sin sacrificar puestos de trabajo nacionales, así como una visión estratégica que apoye la innovación tecnológica y la diversidad cultural dentro de la industria.
Si bien la propuesta de Trump generó debate y preocupación, también ha servido para poner en primer plano la urgente necesidad de políticas claras y efectivas que eviten la fuga de capital y talento a otros mercados, y que recuperen la salud económica y cultural del cine estadounidense. La creación de un programa federal de créditos fiscales, junto con una mejor coordinación entre los estados y el gobierno central, podría ser la clave para lograr estos objetivos, fomentando producciones hechas en casa sin las consecuencias negativas de los aranceles indiscriminados. Así pues, la recuperación de Hollywood requerirá más que un castigo económico a lo extranjero; implicará innovación política, inversión inteligente y colaboración entre autoridades, estudios, sindicatos y creadores para garantizar un futuro próspero para la industria audiovisual estadounidense en un mundo cada vez más interconectado.