En una remota región de Indonesia, se erige el Monasterio de Gedono, un oasis de paz que destaca por su singular convivencia entre musulmanes y católicos. Este monasterio, fundado por un grupo de monjas cistercienses en 1987, se ha convertido en un ejemplo iluminador de tolerancia religiosa y colaboración intercomunitaria en un país donde cerca del 87% de la población es musulmana y los cristianos representan apenas un 3%. La historia del Monasterio de Gedono comienza cuando la hermana Martha Driscoll y nueve monjas llegaron a la isla de Java. Recibidas con los brazos abiertos tanto por la comunidad católica como por la musulmana, las monjas encontraron en este entorno no solo un lugar para la vida monástica, sino también un hogar en el que pudieron establecer puentes de amistad y diálogo con sus vecinos. Ubicado en las laderas del Monte Merbabu, el monasterio se levanta en medio de una densa selva tropical, donde los volúmenes de la naturaleza despliegan una sinfonía de sonidos y colores.
La vida en Gedono no está exenta de desafíos. Desde el principio, las monjas tuvieron que aprender a lidiar con la fauna local, incluidos algunos reptiles que se acercaban a las instalaciones. Sin embargo, la hermana Martha cuenta que, a pesar de las dificultades, nunca hubo incidentes graves, lo que atribuyen a la protección divina y a un espíritu de comunidad que reina en su vida diaria. A lo largo de los años, el monasterio se ha convertido en un punto de encuentro para quienes buscan un refugio espiritual. Cada domingo, entre 200 y 300 personas, tanto católicas como musulmanas, se reúnen para participar en la misa.
Es un momento de encuentro y reflexión que trasciende las diferencias religiosas. Muchos asistentes permanecen después del servicio para escuchar charlas sobre oración y vocación, fortaleciendo así los lazos entre las diferentes comunidades. La hermana Martha enfatiza que la vida en el monasterio gira en torno a la misa y a la oración, haciendo énfasis en la importancia de mantener una vida centrada en Dios. Las monjas se organizan para rezar la Liturgia de las Horas siete veces al día, comenzando antes del amanecer y finalizando al caer la noche. Entre la oración y el trabajo diario, las monjas dedican tiempo a cultivar hortalizas, cuidar de una plantación de clavos y preparar productos como galletas, kefir y mermeladas, así como la venta de cenas de pollo asado en línea, buscando así la autosuficiencia económica del monasterio.
Este esfuerzo por ser un lugar de paz y cooperación interreligiosa se manifiesta en diversas actividades. Aunque las monjas no llevan a cabo celebraciones interreligiosas formales, sí comparten momentos significativos con sus vecinos musulmanes, como la celebración del final del Ramadán, donde se invita a trabajadores y sus familias a unirse en un banquete de agradecimiento. Estos momentos son de mucha trascendencia, en los que ambos grupos se encuentran en un espíritu de amistad y perdón. La hermana Martha comparte su experiencia sobre cómo algunos musulmanes han llegado a visitarlas simplemente para orar y pasar una noche en el monasterio, sin necesidad de discusiones formales, solo buscando la conexión humana. A pesar de este ambiente de armonía, la hermana Martha reconoce que existen desafíos.
La construcción de templos requiere el consenso de la comunidad local, algo que puede resultar complicado en algunas áreas del país. Sin embargo, en el monasterio de Gedono, las monjas han encontrado una forma de coexistir pacíficamente con la comunidad musulmana, demostrando que, si bien hay diferencias religiosas, el respeto y la comprensión pueden prevalecer. Vivir en Indonesia ha cambiado la perspectiva de la hermana Martha, quien ha adoptado este país como su hogar. Con nacionalidad indonesia y un dominio del idioma, la hermana ha aprendido y crecido en su vida religiosa, integrando el valor de la comunidad y el sentido del deber que caracteriza a la cultura indonesia. Observa que la manera en que los musulmanes en su comunidad viven su fe demuestra un fuerte sentido de familia y vida comunitaria, algo que ha enriquecido también sus propias prácticas religiosas.
El próximo viaje del Papa Francisco a Indonesia tiene como objetivo profundizar en temas relacionados con las relaciones musulmano-cristianas. La visita del pontífice se produce en un momento crucial, en el que la convivencia pacífica entre diferentes creencias se torna aún más esencial. La hermana Martha, quien ha dedicado gran parte de su vida al diálogo interreligioso, participa activamente en este tipo de iniciativas, abogando por el entendimiento mutuo y la unidad en la diversidad. Con 34 años de servicio en Indonesia, la hermana Martha ha sido testigo de muchos cambios y ha cultivado relaciones profundas con la comunidad musulmana. Aunque su papel como abadesa del monasterio ha cambiado, su amor por la comunidad continúa vivo.
Ahora, en Italia, comparte su experiencia con otros religiosos, destacando la importancia de la formación humana y el sentido de comunidad en la vida sacerdotal. La hermana también hace hincapié en la necesidad de que tanto la vida familiar como la monástica sean vistas como escuelas del amor. En un mundo que a menudo parece dividido por diferencias, el Monasterio de Gedono se erige como un faro de esperanza, demostrando que la cooperación y el respeto interreligioso no solo son posibles, sino positivos y enriquecedores. Este espacio sagrado ha logrado erigirse no solo como un centro espiritual, sino como un modelo a seguir para espacios donde coexisten diferentes credos. En un contexto geopolitical tan complejo como Indonesia, el monasterio simboliza que, si se quiere, es posible vivir en armonía.
La historia de Gedono es una celebración de la coexistencia pacífica, un recordatorio de que las diferencias pueden ser un puente y no un obstáculo. A medida que las comunidades de todo el mundo buscan maneras de vivir juntas en paz, el Monasterio de Gedono ofrece un ejemplo inspirador de cómo la fe puede unir en lugar de dividir, y cómo la espiritualidad compartida puede ser un poderoso antídoto contra el odio y la indiferencia. En esta pequeña parte del mundo, las hermanas cistercienses han tejido una red de solidaridad que invita a todos a mirar más allá de las diferencias y construir un futuro en el que la paz y la cooperación sean la norma.