El mercado financiero está constantemente en evolución, y la aparición de nuevos instrumentos financieros suele generar expectativas tanto positivas como incertidumbres. Uno de los casos más recientes es el lanzamiento del primer ETF (fondo cotizado en bolsa) dedicado exclusivamente a bonos de catástrofe, conocido como Brookmont Catastrophic Bond ETF, que comenzó a operar el 1 de abril de 2025. A pesar de la innovación que representa, los inversores semilla —aquellos que proporcionan el capital inicial para poner en marcha el fondo— han optado por retrasar sus aportes, marcando un inicio turbulento para este producto. Este comportamiento se atribuye principalmente a la coyuntura complicada que atraviesa el mercado global, provocada, entre otros factores, por la escalada de la guerra comercial impulsada por el expresidente estadounidense Donald Trump justo al día siguiente del estreno del ETF. La guerra comercial desató una ola de incertidumbre y volatilidad en los mercados financieros.
El índice S&P 500 sufrió una caída significativa del 12% en apenas cuatro sesiones y mantuvo un retroceso acumulado del 4.8% al cierre del mes siguiente. Esta situación generó temores generalizados sobre una posible recesión económica y el aumento de la inflación. Al mismo tiempo, se observaron movimientos inusuales como una subida de los rendimientos de los bonos y un debilitamiento del dólar, factores que contribuyeron a aumentar la cautela entre los operadores y a la reevaluación de estrategias de inversión en el corto plazo. Según declaraciones de Ethan Powell, Director de Inversiones de Brookmont Capital Management, la actual coyuntura es “una locura”, una referencia a las condiciones turbulentas y muchas veces imprevisibles del entorno financiero actual.
Powell indicó que algunos inversores semilla están “sentados a un lado” y prefieren esperar, ya que la agitación del mercado ha desviado la atención de los nuevos productos y clases de activos, dificultando el interés inicial en un instrumento tan especializado como los bonos de catástrofe. Brookmont, por medio de una agencia externa, no ofreció comentarios adicionales al respecto cuando fue consultada por otras fuentes. Los bonos de catástrofe, o cat bonds, son instrumentos financieros diseñados para transferir el riesgo de desastres naturales, como huracanes, terremotos e incendios forestales, desde las entidades emisoras —como aseguradoras o gobiernos— hacia los inversionistas. Los títulos se activan únicamente si ocurre el evento previsto, motivo por el cual suelen ser atractivos para diversificar carteras y protegerlas contra riesgos tradicionales del mercado. El Brookmont Catastrophic Bond ETF se distingue porque solo incluye bonos ligados a riesgos naturales específicos y excluye otros tipos de riesgos, como los relacionados con ciberseguridad o terrorismo.
El fondo cobra una comisión relativamente alta del 1.58%, una tarifa que se sitúa por encima de la media de los ETFs pasivos tradicionales, pero que es común en fondos activos y especializados que generalmente estaban dirigidos a inversionistas institucionales debido a su complejidad. Este coste refleja el manejo intensivo y la selectividad requerida para conformar una cartera adecuada de bonos de catástrofe con base en criterios como la geografía, tipo de peligro, mecanismo de activación (trigger) y expectativas de retorno ajustadas al riesgo. Desde su lanzamiento, el fondo ha acumulado alrededor de 6 millones de dólares en activos gestionados, con cerca de 5 millones en flujos de inversión posteriores a su arranque. Sin embargo, el precio del ETF se ha mantenido estable sin grandes variaciones, lo que sugiere un momento de cautela entre los inversores y una limitada liquidez inicial.
Otro aspecto inusual del fondo es que comenzó a cotizar sin un creador de mercado líder asignado, una figura clave para facilitar la compra y venta de participaciones y garantizar la fluidez en la cotización. Powell ha señalado que esperan nombrar un market maker en el futuro cercano, lo que podría mejorar la operatividad y atraer mayor interés. La estrategia del ETF, de acuerdo con su página oficial, es seleccionar bonos basándose en múltiples criterios que buscan mitigar el riesgo y optimizar el retorno. Esta estrategia incluye la diversificación geográfica y de periles, es decir, la variedad de riesgos naturales cubiertos, junto con un análisis sofisticado de los triggers que aseguran que el pago del bono se active solo en determinadas condiciones. Este enfoque está orientado a balancear la exposición a eventos catastróficos y su potencial impacto financiero.
Aunque la incertidumbre actual pueda parecer un obstáculo, es importante reconocer el potencial innovador de este tipo de instrumento para los inversores y el mercado. Los bonos de catástrofe ofrecen una vía para canalizar capital privado hacia la mitigación de riesgos naturales, un área de creciente relevancia dada la intensificación de fenómenos climáticos a nivel global. Además, su inclusión en ETFs puede democratizar el acceso a estos activos que antes estaban reservados mayormente para grandes instituciones y especialistas. Este aspecto puede favorecer una mayor diversificación de las carteras y aportar un mecanismo de cobertura en tiempos de volatilidad. La cautela exhibida por los inversores semilla también refleja una característica recurrente en los mercados: la prudencia ante la aparición de nuevos vehículos de inversión en entornos de alta incertidumbre macroeconómica y geopolítica.
Cuando las condiciones de mercado se caracterizan por movimientos bruscos y riesgo al alza de eventos adversos, los inversores suelen preferir activos más tradicionales y líquidos, retrasando decisiones que impliquen asumir riesgos inusuales o nuevas fórmulas. Este comportamiento puede darle tiempo a las gestoras para ajustar estrategias, mejorar el producto y fortalecer la confianza del mercado. En los próximos meses, el desarrollo del Brookmont Catastrophic Bond ETF será un caso ilustrativo sobre cómo nuevas propuestas financieras pueden navegar periodos de turbulencia y adaptarse a las exigencias cambiantes de los inversores. La designación de un market maker y una mayor visibilidad del producto podrían contribuir a mejorar la liquidez y atraer nuevos capitales. Asimismo, el contexto demográfico y medioambiental creciente demanda soluciones financieras que integren la gestión del riesgo climático y natural, lo cual podría impulsar la adopción de este tipo de instrumentos.
En resumen, el retraso en la inversión semilla del ETF de bonos de catástrofe representa un reflejo de las condiciones inciertas del panorama económico mundial y la necesidad de los inversores de evaluar cuidadosamente el contexto antes de comprometer recursos en productos novedosos y especializados. No obstante, la estructura del fondo y su propuesta de valor continúan siendo relevantes y prometedoras en un ecosistema financiero que busca mayor resiliencia frente a los crecientes desafíos naturales y de mercado. El desarrollo continuo y la respuesta del mercado determinarán su éxito a largo plazo y su papel dentro de las opciones de inversión modernas.