Un posible triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre ha generado un intenso debate sobre el impacto que tendría en la carga fiscal de los ciudadanos, especialmente aquellos en la base económica. Como economista, es fundamental analizar los posibles escenarios y sus implicaciones para los sectores más vulnerables de la sociedad. Desde su llegada a la política, Trump ha promovido políticas que, según sus partidarios, estimulan el crecimiento económico y benefician a todos. Sin embargo, muchos analistas han expresado su preocupación sobre cómo estas políticas repercuten en las clases más desfavorecidas. La cuestión se centra, principalmente, en la propuesta de recortes fiscales que, si se implementan nuevamente, podrían aumentar la carga fiscal sobre los pobres mientras favorecen a los ricos y a las grandes corporaciones.
Uno de los puntos más controversiales de la administración Trump fue la reforma tributaria de 2017, que logró reducir los impuestos para las empresas y las personas de altos ingresos significativamente. Aunque el gobierno argumentó que estos recortes estimularían el crecimiento económico y generarían empleos, las evidencias mostraron que la mayor parte de los beneficios fue a parar a los ricos. Para los hogares de bajos ingresos, la reducción de impuestos no tuvo un impacto igual de positivo. De hecho, muchos de ellos vieron cómo sus ingresos se estancaban mientras los costos de vida seguían en aumento. Otro aspecto a considerar es la política fiscal en relación con el gasto social.
Un posible regreso de Trump podría significar recortes en programas esenciales como el Medicaid, la asistencia alimentaria y otros servicios que son vitales para los pobres. Estos recortes exacerbarían la situación de quienes ya luchan por subsistir. La retórica de “hacer América grande nuevamente” ha estado acompañada de un desdén hacia los programas de asistencia social, lo que deja a los más vulnerables en una posición aún más precaria. La cuestión de los impuestos a las grandes corporaciones también es crucial. Con una administración Trump, es probable que se reinstituya un ambiente fiscal favorable para las empresas, que, aunque puede parecer beneficioso a primera vista, a menudo se traduce en una mayor desigualdad económica.
Cuando las empresas no contribuyen equitativamente al fondo común, el gobierno pierde ingresos necesarios para financiar servicios vitales. Esto no solo afecta a las clases trabajadoras, sino que también puede resultar en menos oportunidades de inversión en educación, infraestructura y salud, perpetuando así un ciclo de pobreza. El análisis de la carga fiscal sobre los pobres implica también un examen de los sistemas impositivos estatales y locales, que a menudo dependen mucho más de impuestos sobre las ventas y tasas que afectan desproporcionadamente a los hogares de bajos ingresos. Un gobierno que prioriza recortes fiscales para los ricos y las empresas podría dejar a los gobiernos estatales y locales con menos recursos para afrontar las necesidades básicas de esta población. Además, el impacto del cambio climático y las políticas medioambientales no puede ser subestimado.
A menudo, las comunidades de bajos ingresos son las más afectadas por las políticas que ignoran el medio ambiente y las regulaciones que protegen la salud pública. Sin un enfoque integral que considere estos factores, las políticas recaudatorias podrían agravar aún más las condiciones de vida de los más pobres. Más allá de las políticas fiscales, es fundamental considerar el clima político que podría resultar de una victoria de Trump. La división y la polarización que caracterizan a su administración pueden llevar a un estancamiento legislativo que impida cualquier avance importante para mejorar la vida de los ciudadanos más desfavorecidos. Mientras que unos sectores de la población podrían beneficiarse de políticas favorables a los negocios, otros verían sus esperanzas de mejoras sociales frustradas.
El resultado de las elecciones también influye en la percepción del futuro económico. Mientras algunos pueden argumentar que una victoria de Trump podría restablecer la confianza en el mercado, muchos economistas creen que esto podría generar una mayor inestabilidad. La incertidumbre en política económica puede desalentar la inversión, y si la inversión no llega, el crecimiento del empleo se verá afectado, lo que aunará las dificultades de aquellos que ya están luchando por salir adelante. La carga fiscal sobre los pobres en el contexto de un posible gobierno de Trump también debe ser entendida dentro del marco de la recuperación post-pandemia. La crisis sanitaria global ha exacerbado las desigualdades económicas que ya existían, y una vuelta a políticas que favorecen a los más ricos solo contribuiría a la profundización de estas brechas.
La recuperación no debe ser selectiva; debe ser inclusiva y centrada en las necesidades de los más vulnerables. En conclusión, un triunfo de Trump en noviembre puede traer consigo diversas implicaciones para la carga fiscal de los pobres. Si bien sus promesas de crecimiento económico y políticas pro-empresariales pueden atraer a algunos sectores, el costo potencial para aquellos que ya enfrentan dificultades es alarmante. El desafío es encontrar un equilibrio donde la prosperidad económica no sea a expensas de los más necesitados. Los electores deben ser conscientes de la importancia de sus decisiones y del impacto a largo plazo que estas pueden tener en la sociedad.
Mientras se acerca la fecha de las elecciones, el futuro de muchos dependerá de la dirección fiscal que se elija.