En un mundo en el que la economía global es cada vez más interdependiente, el tema del endeudamiento gubernamental despierta el interés y la preocupación de ciudadanos, economistas y políticos. En el Reino Unido, el gobierno ha estado enfrentando la necesidad de financiar un déficit creciente, lo que ha llevado a un debate sobre cuánto está realmente pidiendo prestado y, más importante aún, ¿realmente importa? Tradicionalmente, el gobierno británico, como muchos otros alrededor del mundo, gasta más de lo que recauda en impuestos. Este desequilibrio financiero se ha visto acentuado por una serie de eventos económicos críticos, incluidos la crisis financiera de 2008 y la pandemia de COVID-19, que han elevado el nivel de deuda nacional a cifras alarmantes. Actualmente, la deuda nacional del Reino Unido se sitúa en torno a los 2,8 billones de libras, un número que es difícil de conceptualizar, pero que es aproximadamente igual al Producto Interno Bruto (PIB) del país. Para entender por qué el gobierno toma prestado dinero, es necesario profundizar en la estructura de ingresos y gastos.
La mayor parte de los ingresos gubernamentales provienen de impuestos, como el impuesto sobre la renta, el IVA y los impuestos corporativos. Sin embargo, cuando las necesidades de gasto superan estas fuentes de ingreso, el gobierno se ve obligado a buscar alternativas. Esto puede incluir la reducción del gasto en servicios públicos, el aumento de impuestos, o simplemente aumentar la deuda pública a través de la emisión de bonos, conocidos en el Reino Unido como "gilts". Un "gilt" es un título de deuda que el gobierno vende a inversores, ofreciéndoles un retorno en forma de intereses. Los gilts han sido históricamente considerados una opción segura, especialmente en comparación con otros activos.
Esto significa que muchos fondos de pensiones, bancos e instituciones financieras invierten en ellos, lo que permite al gobierno financiar su déficit con relativa facilidad. A medida que la situación económica sigue evolucionando, es crucial observar las cifras de endeudamiento. En el último año financiero, hasta marzo de 2024, el gobierno británico ha pedido prestado aproximadamente 125,1 mil millones de libras. En noviembre de 2024, el gobierno se endeudó con 11,2 mil millones de libras, un importe que fue 3,4 mil millones de libras inferior al del mismo mes del año anterior. Esta tendencia de fluctuación mensual obliga a los analistas y a los ciudadanos a entender que el endeudamiento no se distribuye uniformemente; a menudo se concentra en ciertos periodos del año debido a la recaudación de impuestos.
Sin embargo, el enfoque no debe centrarse únicamente en la cantidad nominal que el gobierno está pidiendo prestado. Es vital considerar la relación entre el nivel de endeudamiento y la salud de la economía. Si bien la deuda nacional se ha más que duplicado desde la década de 1980, en términos relativos, es decir, en comparación con el PIB, sigue siendo manejable. La deuda en relación con el PIB se ha mantenido en niveles más bajos en comparación con gran parte del siglo XX. A pesar de estos números, la cuestión de si el gobierno está pidiendo prestado demasiado es un tema de intenso debate.
Algunos economistas advierten sobre los peligros de un endeudamiento excesivo, especialmente en un ambiente de tasas de interés en aumento. En noviembre de 2024, el gobierno pagó 3 mil millones de libras en intereses sobre la deuda nacional, una cifra que se ha incrementado debido a las últimas políticas del Banco de Inglaterra, que ha elevado las tasas de interés a niveles que no se habían visto en este siglo. Los analistas calculan que los intereses pagados por el gobierno podrían llegar a ser insostenibles si las tasas continúan en aumento. Un argumento sostenible a favor del endeudamiento es que puede estimular el crecimiento económico. Cuando el gobierno invierte en infraestructura, educación y otros servicios públicos, puede aumentar la productividad y, en última instancia, generar más ingresos fiscales.
Esta inversión es fundamental para el crecimiento a largo plazo del país. Se encuentra así en una encrucijada entre cumplir con los objetivos fiscales y fomentar la inversión necesaria para asegurar un crecimiento sostenible. Otro factor a considerar es el impacto demográfico en la economía del Reino Unido. A medida que la población envejece, la proporción de personas en edad laboral está disminuyendo, lo que reduce la capacidad del gobierno para recaudar impuestos mientras aumenta la carga financiera de las pensiones y la atención médica. El informe que se presentará al Parlamento en marzo de este año por la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR) alertará sobre las futuras presiones fiscales y el aumento de la deuda pública si no se toman medidas proactivas.
En cuanto a la política fiscal, el gobierno se ha comprometido a cumplir ciertos objetivos. El actual gobierno de laboristas, bajo la dirección de la ministra de Finanzas Rachel Reeves, ha decidido mantener una regla fiscal en la que la proporción de deuda debe disminuir en los próximos cinco años. Sin embargo, eso representa un desafío, especialmente en un contexto en el que se espera que la deuda pública aumente debido a factores sociales y demográficos. Aún hay esperanza para que el gobierno favorezca un enfoque más matizado que equilibrar el endeudamiento con el crecimiento económico. Una estrategia fiscal flexible que no solo se centre en la reducción de la deuda sino también en maximizar el potencial de la economía británica podría generar resultados positivos a largo plazo.
Al final del día, la pregunta de cuánto está pidiendo prestado el gobierno británico y por qué es sólo la punta del iceberg. Lo que realmente importa es cómo este endeudamiento se alinea con el bienestar económico a largo plazo del país. A medida que la economía global continúa cambiando y evolucionando, es vital que el Reino Unido mantenga un ojo vigilante sobre sus finanzas, recordando que la deuda, aunque necesaria en ciertos casos, debe ser manejada con responsabilidad para proteger el futuro económico de sus ciudadanos.