En las últimas décadas, la percepción común sobre el declive de la clase media en Estados Unidos ha estado fuertemente vinculada a la globalización y la pérdida de empleos manufactureros. Sin embargo, un análisis profundo revela que esta visión simplificada no captura la complejidad real del fenómeno. La globalización, entendida como la mayor integración económica y comercial mundial, no ha vaciado la clase media estadounidense de manera directa, aunque sí ha interactuado con múltiples factores que afectan su bienestar. Para entender por qué la globalización no es la culpable exclusiva ni siquiera principal del desgaste experimentado por ciertos sectores de la clase media, es necesario desglosar varios aspectos económicos y sociales. El déficit comercial, por ejemplo, un indicador que suele utilizarse para medir cuánto importa Estados Unidos más de lo que exporta, representa solo un pequeño porcentaje del Producto Interno Bruto nacional.
El déficit comercial específico con China apenas llega al 1% del PIB, mientras que el déficit general en bienes manufacturados oscila alrededor del 4% del PIB. Esta realidad indica que la balanza comercial, aunque habilidosamente utilizada como argumento de preocupación, no explica totalmente la contracción de empleos o ingresos en ciertos sectores. Otro dato revelador es el papel de los productos intermedios en la cadena de producción. Muchos productos que Estados Unidos importa de China no son bienes terminados para consumo directo, sino componentes y partes que forman parte de la manufactura nacional. De hecho, China provee solo alrededor del 3.
5% de estos bienes intermedios necesarios para la industria estadounidense. Esto señala que la capacidad productiva de EE. UU. sigue siendo significativa, y que la integración global más bien refleja una colaboración compleja y no una simple transferencia de empleos o manufactura desde un país a otro. En el contexto internacional, la relación entre manufactura y déficits comerciales no es directa ni sistemática.
Países como Francia han reducido su intensidad manufacturera en décadas recientes, pero han mantenido una balanza comercial equilibrada o incluso superávits. Japón, a pesar de tener déficits comerciales, ha logrado conservar su cuota industrial. Esto demuestra que la pérdida de empleos industriales no es solo un fenómeno ligado a la apertura comercial sino que responde también a decisiones internas, innovaciones tecnológicas y cambios en la estructura económica. No obstante, la percepción de que la clase media está siendo afectada tiene fundamentos reales, aunque las causas detrás de este impacto sean múltiples y no exclusivamente comerciales. La reducción significativa de empleos en el sector manufacturero histórico que beneficiaba a la clase media ha sido contundente: el empleo manufacturero pasó de representar más de un tercio de los trabajos a menos de un décimo en pocas generaciones.
Estos empleos tradicionalmente ofrecían salarios relativamente altos y estabilidad, lo que los hacía un pilar para hogares de ingresos medios Sin embargo, la pérdida de estos puestos no se debe únicamente a la competencia internacional. La automatización y la mejora en productividad han transformado radicalmente el panorama laboral. Máquinas más eficientes reemplazan gran parte de la fuerza laboral en tareas repetitivas o peligrosas. Esta evolución tecnológica tiene un efecto irreversible en la estructura del empleo, que a su vez afecta a ciertos segmentos de la clase media, especialmente aquellos menos capacitados para reconvertirse en otros sectores. Otro factor que ha generado tensiones significativas dentro de la clase media es el aumento sostenido en los costos de vida, principalmente en vivienda, salud, educación y servicios esenciales.
Mientras que los precios de muchos bienes de consumo han disminuido o permanecen estables, estos gastos básicos han crecido exponencialmente, y no siempre acompañados de aumentos proporcionales en ingresos para todos los estratos. El mercado inmobiliario cuya oferta está limitada por regulaciones complejas y restricciones urbanísticas, ha experimentado una escalada de precios que hace inviable en muchas ciudades estadounidenses mantener un estilo de vida medio con un único salario del segmento medio. A su vez, el sistema de salud presenta costos extraordinarios, impulsados en parte por la llamada "enfermedad de Baumol", donde sectores intensivos en mano de obra sin aumento significativo en productividad elevan los costos generales. La educación superior tampoco escapa a esta dinámica, con incrementos sustanciales en matrículas y gastos asociados. El debate sobre si la globalización o estas tendencias internas han sido más perjudiciales para la clase media es intenso y no concluyente.
Algunos analistas sostienen que la globalización ha acelerado cambios en el mercado laboral y presionado al alza los costos en ciertos sectores, aunque no sea el único motor. Otros argumentan que las políticas internas, como las restricciones de construcción, el diseño del sistema de salud o las inversiones en educación, tienen un impacto mucho mayor y son blancos más efectivos de reformas para mejorar las condiciones. La percepción popular y social también juega un rol clave. Vidas afectadas por la pérdida de empleos industriales se enfrentan a rupturas de identidad y estabilidad familiar. Incluso cuando otros hogares alcanzan mejores ingresos o condiciones, la sensación de precariedad y desigualdad genera un caldo de cultivo para la frustración y la polarización social.
Además, el ascenso de empleos de alta especialización y alta remuneración ha segmentado aún más la clase media, beneficiando a la parte superior y dejando vulnerable a la parte inferior. Médicos, abogados, profesionales del sector tecnológico y financiero han visto incrementos notables en sus salarios, mientras que otros sectores con menor especialización luchan por mantener su estatus. En conclusión, la idea de que la globalización haya vaciado o destruido la clase media estadounidense no resiste un análisis detallado de datos y hechos. La globalización ha influido, pero inserta en un contexto más amplio de transformaciones tecnológicas, políticas públicas, y cambios sociales. La manufactura no desapareció exclusivamente por el comercio internacional, y la caída relativa en la calidad de vida de algunos sectores medios se explica por una conjunción de factores internos.
Para mejorar el bienestar de la clase media en Estados Unidos es vital abordar la estructura de costos en vivienda, salud y educación, así como promover políticas que faciliten la adaptación a la economía del siglo XXI, fomentando la capacitación, movilidad laboral y una regulación que incentive la oferta sin sacrificar calidad de vida. Este análisis invita a una mirada menos simplista y más compleja sobre el impacto de la globalización, entendiendo que las dinámicas económicas contemporáneas demandan respuestas integrales y bien enfocadas para preservar y fortalecer a la clase media en su conjunto.