En los últimos meses, un nuevo término ha comenzado a aparecer en formularios migratorios oficiales de Estados Unidos: la Visa Trump Card. Esta iniciativa, propuesta por el expresidente Donald Trump, plantea una vía de residencia permanente en Estados Unidos a cambio de una inversión multimillonaria, lo que ha generado gran expectativa y controversia tanto dentro como fuera del país. La Visa Trump Card, también conocida popularmente como la “gold card” o visa dorada, es un programa que busca ofrecer la posibilidad de obtener la residencia estadounidense por un desembolso económico de cinco millones de dólares. Según fuentes vinculadas al gobierno y a la administración de Donald Trump, la propuesta no solo apunta a facilitar el establecimiento de personas con alto poder adquisitivo en Estados Unidos, sino también a modernizar y agilizar los sistemas migratorios mediante la implementación de tecnologías digitales avanzadas. Una figura clave en la materialización de este plan es el denominado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una entidad impulsada por Elon Musk y creada bajo una orden ejecutiva firmada por Trump.
Esta unidad está encargada de transformar la infraestructura tecnológica federal para mejorar la productividad del gobierno, y, sorprendentemente, ha asumido un papel central en el diseño y ejecución del programa Visa Trump Card. La infraestructura digital que DOGE ha desplegado incluye la creación y registro del dominio trumpcard.gov, una plataforma en desarrollo que según registros oficiales estaría interconectada con distintos organismos federales relacionados con la inmigración, como Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), el Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS) y el Departamento de Estado. Estas conexiones sugieren una intención clara de integrar el proceso que implica la visa en la estructura tecnológica existente para facilitar la administración y seguimiento de los solicitantes. La Visa Trump Card ya ha empezado a aparecer en los formularios de solicitud de programas migratorios adicionales, como Global Entry, un sistema que permite a viajeros preaprobados efectuar viajes a Estados Unidos de manera rápida y eficiente.
En dichos formularios, los solicitantes extranjeros pueden indicar si han presentado una solicitud para la Visa Trump Card, con la excepción de ciudadanos canadienses, quienes son derivados a programas de agilización ya consolidados. Uno de los aspectos más discutidos de esta iniciativa es su base legal y el posible impacto en las políticas migratorias vigentes. Actualmente, las leyes estadounidenses regulan de manera estricta el número de tarjetas de residencia permanente (green cards) que se pueden otorgar anualmente, estableciendo además un límite máximo por país para evitar una concentración excesiva de inmigrantes provenientes de una sola nación. Para que la Visa Trump Card sea implementada conforme a la ley, sería necesario que el Congreso apruebe una modificación legislativa que permita incrementar el cupo o flexibilizar las condiciones. El programa parecería estar inspirado en la visa EB-5, una categoría migratoria vigente desde 1990 destinada a inversionistas extranjeros que aportan capital mínimo de un millón de dólares (o 800,000 en zonas rurales o con alto desempleo) para ayudar a impulsar proyectos que generen empleo en Estados Unidos.
Sin embargo, la Visa Trump Card propone un monto considerablemente mayor, de cinco millones de dólares, con una aparente reducción de requisitos en cuanto a la cantidad de empleos generados. Los expertos y analistas advierten que, mientras el programa EB-5 ha sido utilizado mayormente por inmigrantes con ahorros y esfuerzos significativos para entrar al país, la Visa Trump Card podría atraer a una élite económica con fortunas sustanciales, generando de esta manera un segmento diferente dentro de la comunidad de residentes permanentes. La ausencia de claridad sobre los mecanismos de control y vigilancia en el manejo del origen de los fondos ha generado inquietudes sobre la llegada de personas con patrimonios dudosos o con antecedentes cuestionables. En el caso de EB-5, el proceso incluye una revisión exhaustiva por parte de economistas y expertos en seguridad nacional para garantizar la legitimidad de las inversiones, algo que no ha sido confirmado ni detallado para la Visa Trump Card. Además, la estrategia de introducir la Visa Trump Card está siendo acompañada por un despliegue tecnológico complejo, pues los sistemas actuales de verificación migratoria de Estados Unidos operan con tecnología desactualizada, incluyendo lenguajes de programación antiguos como COBOL.
La modernización de estos sistemas es un desafío importante y el equipo de Musk ha tenido que profundamente reprogramar y adaptar la infraestructura para hacer posible la integración de la nueva visa. La propuesta supone también un cambio político y económico trascendental al permitir que individuos con suficientes recursos puedan residir en Estados Unidos bajo una modalidad que podría traer beneficios impositivos, como pagar impuestos únicamente sobre el ingreso generado dentro del país. Esto representa una excepción frente al esquema tributario estándar y abre un debate sobre equidad fiscal. Desde la perspectiva social, el programa puede ser visto bajo diferentes ópticas. Sus defensores argumentan que beneficiará a la economía estadounidense con nuevas inversiones y aportes fiscales, a la vez que atraerá talentos y capital extranjero que pueden coexistir y contribuir con el desarrollo nacional.
Por otro lado, críticos y opositores temen que la visa permita un acceso privilegiado para millonarios que evaden los procesos migratorios tradicionales y las mismas normas que rigen para la mayoría de los inmigrantes. Hasta la fecha, no se ha emitido un anuncio oficial desde la Casa Blanca que confirme la aprobación y puesta en marcha definitiva de la Visa Trump Card. No obstante, declaraciones públicas y entrevistas con miembros de la administración han sugerido plazos relativamente cortos para el lanzamiento, aunque falta saber cuándo y cómo se concretará. En un podcast reciente, el secretario de comercio durante la administración Trump, Howard Lutnick, afirmó que se han vendido ya mil tarjetas y que la iniciativa podría alcanzar hasta un millón de unidades vendidas. Sin embargo, estas cifras no han podido ser verificadas de forma independiente y generan escepticismo entre analistas.
El impacto político del programa es significativo, dado que involucra a figuras como Donald Trump y Elon Musk, dos personajes con creencias y estilos muy particulares y polarizantes, además de que la iniciativa pone en juego relaciones con diferentes sectores del gobierno y la sociedad estadounidense. La posible coexistencia del programa Trump Card con categorías existentes de visas inversionistas también es objeto de debate. Algunos expertos opinan que son compatibles y que el nuevo programa podría ofrecer opciones a distintos tipos de inversores y migrantes, mientras que otros defienden mantener mecanismos estrictos para evitar confusiones y problemas administrativos. En conclusión, la Visa Trump Card representa un giro innovador, controversial y complejo dentro del sistema migratorio de Estados Unidos. Su implementación no solo dependerá de factores legislativos y técnicos, sino también de la capacidad del gobierno para convencer a la sociedad sobre la legitimidad y beneficios del programa.