En los inicios de la era digital y financiera, la promesa de las criptomonedas fue clara: desplazar las instituciones bancarias tradicionales y ofrecer un sistema financiero más abierto, transparente y accesible para todos. Sin embargo, en la actualidad, esa revolución disruptiva está tomando un giro inesperado. Lo que comenzó como una resistencia hacia los bancos está evolucionando hacia una integración directa, especialmente en el mundo de las stablecoins, donde las empresas cripto se están transformando en entidades con características muy similares a las bancarias. Este cambio marca una nueva etapa en la historia del cripto, reflejando una búsqueda de legitimidad, cumplimiento regulatorio y adaptación al marco legal de distintos países como Estados Unidos, la Unión Europea y Hong Kong. La metamorfosis de las empresas cripto que antes desafiaban al sistema hacia actores que buscan licencias bancarias es fundamental para comprender el futuro del dinero digital.
El ejemplo más claro lo ofrece Circle, creadora de USDC, y BitGo, dos firmas que ya están en proceso de adquirir licencias bancarias para operar dentro del sistema financiero establecido. Estas decisiones no solo demuestran una aceptación del modelo tradicional, sino que buscan garantizar la confianza y seguridad a sus usuarios en un entorno regulatorio cada vez más exigente. En Estados Unidos, se han presentado dos proyectos de ley claves para establecer el marco regulatorio en torno a las stablecoins: la Stablecoin Transparency and Accountability for a Better Ledger Economy (STABLE) Act y la Guiding and Establishing National Innovation for US Stablecoins (GENIUS) Act. Estos marcos legislativos pretenden regular aspectos como la exigencia de reservas respaldadas totalmente, licenciamiento, cumplimiento en materia de conocimiento del cliente y prevención del lavado de dinero. La intención es clara: integrar las stablecoins dentro de un régimen financiero que asegure transparencia y estabilidad.
La Unión Europea avanzó hace tiempo con el régimen conocido como MiCA (Markets in Crypto-Assets), bajo el cual las stablecoins deben contar con una licencia especial para emisión y cumplir rigurosamente con normas de seguridad y transparencia. Este marco ha hecho que proyectos como Circle hayan obtenido su licencia en Francia, lo que les permite operar con respaldo legal en varios países del bloque. Por su parte, Hong Kong, con una postura tradicionalmente pro-cripto, también ha introducido un proyecto de ley para requerir licencias a emisores de stablecoins, estableciendo controles sobre la gestión de reservas, operaciones y protección al consumidor. No obstante, la particularidad de Hong Kong radica en su flexibilidad respecto al pago de intereses por stablecoins, un aspecto prohibido en otros mercados, lo que refleja una estrategia para atraer a empresas cripto y fomentar la innovación manteniendo la estabilidad financiera. Esta transición no es solo un movimiento regulatorio, sino a la vez refleja un cambio en el modelo de negocio de las firmas cripto.
El ejemplo más llamativo es Kraken, que en 2020 obtuvo en Wyoming una licencia especial denominada Special Purpose Depository Institution (SPDI), permitiendo funciones de custodia y operaciones propias de un banco, aunque sin recibir una licencia bancaria tradicional federal o estatal. Estos modelos híbridos muestran que las fronteras entre cripto y banca se están desdibujando. Las motivaciones detrás de esta creciente bancarización del cripto no son solo regulatorias. También están vinculadas con la confianza del usuario y la facilidad para operar con moneda fiat. Muchos jugadores cripto reconocieron que para ser realmente funcionales, necesitaban ofrecer mecanismos para convertir activos digitales en dinero tradicional sin sufrir bloqueos o restricciones impuestas por políticas contra el lavado de dinero y otros controles financieros.
El panorama global también es un reflejo de la coexistencia de modelos. Mientras Estados Unidos aún debate el mejor camino a seguir con STABLE y GENIUS, Europa avanza con MiCA y Hong Kong adapta su legislación en base a experiencias internacionales, otros países exploran las monedas digitales de banco central (CBDC). Pero para muchos expertos, stablecoins reguladas emergen como un puente entre la digitalización financiera y la estructura institucional actual. Especialistas legales y de mercado como Charlyn Ho, Joshua Chu y Yuriy Brisov han destacado que la diferencia entre stablecoins y CBDC radica fundamentalmente en la entidad emisora y la confianza depositada. Así, el consumidor valora la seguridad, la transparencia y la privacidad, elementos que ambas tecnologías tratan de equilibrar con distintos mecanismos y enfoques.
Este fenómeno genera debates sobre la naturaleza del dinero digital y su control. Mientras las stablecoins reguladas parecen ofrecer una ruta más rápida para la adopción masiva, también implican ceder cierto grado de independencia frente a reguladores y estructuras financieras tradicionales. Por otro lado, las CBDC, aunque con menor presencia actual, podrían eventualmente adoptar características similares, pero desde la autoridad central. Además, este movimiento influye en la estrategia de los bancos tradicionales, quienes ante la persistencia y crecimiento de las stablecoins han comenzado a desarrollar sus propios proyectos relacionados con estas monedas digitales para no quedar rezagados en el mercado. Instituciones financieras internacionales y bancos como Bank of America están explorando o incluso lanzando sus propios tokens estables.
En cuanto a los retos, las regulaciones deben equilibrar la innovación con la protección al consumidor, la prevención de fraudes y la preservación de la estabilidad monetaria. La limitación para que las stablecoins no ofrezcan intereses es un ejemplo concreto de cómo las regulaciones buscan evitar riesgos financieros y especulación excesiva, manteniendo la moneda estable y confiable. Otro tema de gran relevancia es la privacidad. Europa ha planteado la posibilidad de ‘‘vales de anonimidad’’ dentro de su proyecto CBDC, buscando brindar cierto nivel de confidencialidad a los usuarios sin perder el control y la trazabilidad necesaria para impedir actividades ilícitas. El futuro del sistema financiero parece dirigirse hacia una integración híbrida, donde las tecnologías blockchain y las criptomonedas conviven y se complementan con las instituciones bancarias clásicas mediante regulación, supervisión y adaptación mutua.
Esta transformación redefine la naturaleza del dinero y la banca, adaptándolas a las nuevas necesidades y comportamientos tecnológicos de la sociedad. En definitiva, lo que comenzó como una propuesta revolucionaria para eliminar a los bancos tradicionales, ha evolucionado a una realidad donde las empresas cripto están asumiendo roles similares a los bancos, cumpliendo con regulaciones y buscando legitimidad para operar en un mercado cada vez más complejo y global. Las stablecoins representan hoy la batalla donde se observa con mayor claridad esta metamorfosis, marcando un antes y un después en la relación entre cripto y el sistema financiero mundial.