Taskent, la vibrante capital de Uzbekistán, se ha convertido en un enclave arquitectónico único que recoge décadas de historia, innovación y cultura. Esta urbe asiática no solo destaca por sus monumentos históricos islámicos, sino que también alberga una de las colecciones más fascinantes de arquitectura modernista soviética en el mundo, donde convergen formas futuristas, referencias a tradiciones locales y ambiciosos proyectos tecnológicos. Desde sus sistemas de metro cósmicos hasta su icónica carpa de circo con diseño OVNI y el impresionante complejo solar capaz de alcanzar temperaturas de 3,000 grados Celsius, Taskent invita a explorar una narrativa de progreso, identidad y preservación. El impacto del terremoto de 1966 marcó un antes y un después en la fisonomía de Taskent. La devastación provocó una renovación urbana radical que permitió la creación de amplias avenidas y espacios públicos adornados con estructuras monumentales.
Estas edificaciones no solo fueron diseñadas para reflejar el poder y la modernidad del socialismo soviético, sino que también buscaban integrar elementos estéticos que evocaran la rica historia arquitectónica de Asia Central y, en particular, de ciudades legendarias como Samarcanda, Jiva y Bujara. El resultado fue una fusión inesperada de modernismo soviético y tradición timúrida, con cúpulas turquesas, motivos geométricos y ornamentaciones que recuerdan la panjara, o celosías típicas uzbecas. Uno de los símbolos más emblemáticos de esta época es la carpa del circo estatal, cuya cúpula metálica parece un platillo volante posado en el horizonte. Construida en la década de 1970, esta estructura futurista no solo es un espacio para espectáculos sino que se ha convertido en un ícono visual que representa la audacia y el optimismo tecnológico del momento. El diseño original, concebido como una nave espacial brutalista con ventanas tipo portillos, fue adaptado para incorporar elementos decorativos inspirados en la cultura local, transformando el edificio en un híbrido fascinante entre lo espacial y lo vernacular.
A poca distancia, el bazar principal de la ciudad, Chorsu, se despliega bajo una enorme cúpula cubierta con azulejos de cerámica tradicional. Este mercado, construido en 1980, combina funcionalidad con belleza y es un microcosmos de la vida diaria uzbeka. Es un espacio donde los colores, aromas y sonidos se mezclan bajo esa gran bóveda turquesa, resaltando la importancia de la arquitectura para preservar la identidad cultural y social en una ciudad en constante evolución. Los detalles del modernismo uzbeko también se reflejan en la estación de metro Kosmonavtlar, una verdadera joya inspirada en los sueños espaciales de la era soviética. Sus paredes están decoradas con azulejos azules y columnas de vidrio verde que simulan un cielo celeste, mientras las luminarias parecen estrellas suspendidas.
Más que un simple medio de transporte, esta estación es un homenaje poético a la exploración y al imaginario cósmico que marcó a toda una generación. Fuera de la ciudad, en Parkent, se encuentra el complejo solar conocido como Heliocomplex. Esta estructura de veinte pisos, construida sobre una colina, alberga un impresionante sistema de espejos cóncavos capaces de concentrar la luz solar hasta alcanzar temperaturas de 3,000 grados Celsius. Originalmente diseñado para probar la resistencia de materiales ante explosiones nucleares y para crear cerámicas térmicas para usos militares, el Heliocomplex es también una obra de arte aplicada, con pantallas cerámicas y lámparas planetarias que reflejan la estética futurista y tecnológica de finales de los años 80. Hoy, aunque su función ha cambiado, sigue siendo un testimonio tangible de la capacidad soviética para combinar ciencia, arte y arquitectura de manera innovadora.
El modernismo de Taskent no termina en monumentos y equipamientos artesanales. El desarrollo urbano de la ciudad también quiso responder a las necesidades sociales y comunitarias de sus habitantes. Un ejemplo destacado es el edificio residencial Zhemchug, o Perla, erigido en 1985. Este rascacielos incorpora la idea tradicional del mahalla, o vecindad, en un formato vertical con patios comunales cada tres pisos, espacios para la interacción social, el entretenimiento y la convivencia. Su diseño, que también incluyó tecnologías avanzadas como moldes de hormigón deslizantes, fue pionero en su momento y refleja cómo la arquitectura podía ser también una herramienta para el fortalecimiento del tejido social.
Pese a su riqueza, el patrimonio modernista de Taskent ha estado en riesgo debido a la presión urbanística y la especulación inmobiliaria. La demolición en 2018 del emblemático cine Casa del Cine, un edificio cilíndrico construido en 1982, generó un despertar ciudadano. La pérdida de este lugar emblemático iluminó la importancia de proteger estas construcciones que, aunque menos antiguas, son clave para entender la evolución cultural y social de Uzbekistán. Desde entonces, organizaciones culturales y expertos han redoblado esfuerzos para conservar estos testimonios, promoviendo conferencias, publicaciones y exposiciones internacionales, como la que se prepara para la Bienal de Arquitectura de Venecia. Taskent ocupa, además, una posición estratégica e histórica como puente entre Oriente y Occidente dentro del contexto soviético.
Fue un laboratorio de ideas para adaptar el socialismo a las particularidades culturales y étnicas de Asia Central. La arquitectura, por tanto, no solo fue un ejercicio estético o funcional, sino un discurso político y simbólico que impregnó cada rincón de la ciudad. Las fachadas decoradas con motivos inspirados en la escritura kufica o las muqarnaas, las tradicionales formas escultóricas islámicas, revelan la voluntad de construir un diálogo permanente entre pasado y futuro. Este mestizaje se aprecia en museos como el antiguo Museo Lenin, convertido ahora en Museo de Historia Estatal, que combina materiales modernos con patrones tradicionales en un edificio de mármol blanco que parece flotar. Asimismo, monumental y espectacular es el Palacio de la Amistad de los Pueblos, una estructura que parece salida de una fantasía arquitectónica soviética, con su imponente vestíbulo repleto de lámparas de cristal que parecen ramas de algodón, resonando con la identidad uzbeka, económica y culturalmente ligada a este cultivo.
Este espacio cultural demuestra el poder del arte y la arquitectura como instrumentos de propaganda y representación del estado, especialmente en un contexto de crisis económica donde la grandilocuencia adquiere una función simbólica aún más relevante. La conservación y promoción de este patrimonio modernista es un proyecto en marcha que busca integrar el reconocimiento internacional, especialmente a través de la UNESCO. Que Taskent pueda optar al estatus de patrimonio mundial sería un gran paso para asegurar la protección y valorización de este capítulo singular de la historia arquitectónica, a la vez que una invitación a redescubrir una ciudad que es mucho más que un cruce de caminos entre Oriente y Occidente. La arquitectura de Taskent, con sus metros cósmicos, carpas de circo OVNI y su asombroso cañón solar, es una celebración de la creatividad humana, la adaptación cultural y la ambición tecnológica. Sus calles y edificios cuentan historias de un pasado reciente, de transformación social y de sueños futuristas que aún pueden inspirar y fascinar a visitantes y habitantes por igual.
En un mundo donde la modernidad a menudo olvida sus propias raíces, Taskent resplandece como un ejemplo de cómo el pasado y el futuro pueden coexistir en armonía arquitectónica y cultural.