Suiza destaca globalmente por tener la mayor cantidad de búnkeres por habitante, una infraestructura que garantiza un espacio de refugio para cada uno de sus casi nueve millones de habitantes en caso de emergencia. Esta red inmensa de refugios subterráneos —que abarca desde pequeños refugios familiares en edificios residenciales hasta enormes bunkers nucleares diseñados para albergar miles de personas— es una consecuencia directa de la historia del país y su filosofía de protección civil. Pero, ¿por qué un país reconocido por su neutralidad y estabilidad política contempla con tanta seriedad la preparación para desastres bélicos y nucleares? La respuesta radica en una compleja combinación de legado histórico, conciencia social, legislaciones estrictas y una cultura profundamente arraigada en la prevención. En la década de 1960, Suiza tomó la histórica decisión de incorporar por ley la construcción obligatoria de refugios civiles en cada nueva vivienda. Desde entonces, todo edificio construido debe contar con un búnker o reservar fondos para un búnker público cercano, asegurando que la infraestructura para proteger a la ciudadanía se mantenga vigente y efectiva.
Este compromiso comenzó a tomar forma mucho antes, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Suiza, rodeada por países en conflicto, se preparó para defenderse ante cualquier eventualidad, desarrollando lo que se conoció como el “Réduit nacional”, un sistema defensivo basado en fortificaciones en los Alpes. Sin embargo, el alto costo potencial en vidas civiles que demostraron los bombardeos sobre Europa elevó la importancia de construir un sistema civil paralelo de protección. El concepto de bunker en Suiza no solo responde a un temor militar, sino que forma parte de su identidad nacional. Los suizos, desde siempre, han visto el subsuelo y las montañas como espacios naturales de resguardo, seguros frente a amenazas externas. Esta percepción cultural contrasta con otros países como Estados Unidos, donde la idea de buscar refugio subterráneo a menudo fue vista durante la Guerra Fría como un signo de debilidad.
Para Suiza, en cambio, la existencia de búnkeres es señal de preparación, responsabilidad colectiva y respeto por la vida. El legado del período de guerra fría también fue crucial para fortalecer esta red. La amenaza de un conflicto nuclear impulsó el desarrollo de modernos sistemas de ventilación, protección contra la radiación y capacidad para resistir ataques químicos o biológicos. El búnker de Sonnenberg en Lucerna, que funcionó desde 1971 hasta 2002 como uno de los refugios nucleares más grandes del mundo, es un ejemplo de esta era. Concebido para alojar a 20.
000 personas, y hoy convertido en museo, refleja cómo en la mente suiza la preparación civil alcanzó un nivel extremo de detalle y rigor. Además, la sociedad suiza ha mostrado niveles notables de aceptación y participación en la cultura de la protección civil. A diferencia de la apatía o escepticismo que en otros lugares pudo surgir, en Suiza las instalaciones de refugio se mantienen operativas y en condiciones siempre listas para ser activadas en menos de cinco días. Esta exigencia, estipulada por las normativas aplicables, implica costos anuales comparables a los seguros médicos, pero financiados principalmente por desarrolladores y propietarios, reflejando la responsabilidad compartida para mantener el sistema. En paz, la mayoría de los búnkeres se destinan a usos cotidianos como bodegas para vino, almacenes, saunas o para actividades comunitarias como reuniones y prácticas artísticas.
Esta multifuncionalidad convierte estos espacios en parte viva del día a día suizo, a la vez que asegura que las instalaciones no se deterioren por falta de uso. Esto es un contraste con otros países en donde los búnkeres suelen estar abandonados o en desuso, aumentando la vulnerabilidad en tiempos de crisis. En el contexto europeo actual, la agudización de tensiones, como la invasión rusa de Ucrania en 2022, llevó a un renovado interés en la preparación civil. Preguntas sobre localización de búnkeres y medidas de protección surgieron con mayor frecuencia, mostrando que incluso en un país pacífico como Suiza, la inquietud sobre amenazas internacionales está presente. El gobierno y organismos de protección civil respondieron reforzando las campañas de concientización y asegurando la actualización técnica de los refugios para aumentar la confianza pública.
Otro motivo detrás de la popularidad suiza por los búnkeres es la mentalidad de “defensa nacional total”, que no solo abarca capacidades militares, sino también la protección de valores democráticos, neutralidad, y federalismo. Esta postura implica que todo suizo tiene un papel en la defensa del país, y disponer de espacios seguros es un elemento fundamental para garantizar la continuidad social y política ante un desastre. Sin embargo, no todos ven la construcción masiva de búnkeres como la mejor inversión, ni existe un consenso absoluto. Algunas voces cuestionan la eficacia real de los refugios ante escenarios extremos, o señalan que el dinero destinado podría invertirse mejor en diplomacia o soluciones pacifistas. También existen preocupaciones sobre las dificultades logísticas de movilizar rápidamente a la población y las tensiones psicológicas que podrían surgir del confinamiento.
A pesar de ello, la mayoría de los suizos valoran positivamente la preparación y consideran los búnkeres un patrimonio y una garantía de seguridad. La historia reciente también nos muestra un país que ha sabido evolucionar con los tiempos en la gestión de sus refugios. Por ejemplo, muchos búnkeres para personal de emergencias están equipados para estancias más prolongadas con accesos a internet, cocinas, y duchas, y se les ha dado usos sociales secundarios, como alojamiento temporal para refugiados o personas sin hogar, facilitando la integración y el uso eficiente del espacio. No menos importante es el papel de Suiza como exportador de tecnología y know-how en el diseño y construcción de sistemas de ventilación y búnkeres. Empresas suizas han prestado apoyo técnico en diferentes países, aunque esto también ha implicado controversias por colaborar con gobiernos de dudosa reputación.