Los bosques flotantes de algas kelp conforman algunos de los ecosistemas marinos más ricos y productivos del planeta. Estas formaciones de algas, que flotan sobre la superficie del océano, sostienen una increíble diversidad biológica y generan múltiples beneficios para las comunidades humanas, desde la pesca sustentable hasta la mitigación del cambio climático. Sin embargo, sus hábitats naturales enfrentan amenazas cada vez mayores, especialmente por el fenómeno emergente y creciente de las olas de calor marinas (MHW, por sus siglas en inglés), que se intensifican como consecuencia directa del calentamiento global. Pese a la importancia ecosistémica y económica de los bosques de kelp, actualmente cuentan con muy poca protección efectiva a nivel mundial, situación que compromete seriamente su resiliencia y supervivencia a largo plazo. Las algas kelp flotantes dominan más de un tercio de los arrecifes rocosos a nivel global y forman hábitats que rivalizan en productividad con los bosques terrestres.
Estas algas, principalmente especies como Macrocystis pyrifera, Nereocystis leutkeana y Ecklonia maxima, crean extensos doseles en la superficie marina que son visibles desde vehículos satelitales, lo que permite mapear e identificar su distribución a gran escala. Estos doseles albergan una diversidad de especies que supera fácilmente las centenas en cada ecosistema, incluyendo peces, invertebrados y algas de subdosel, muchas de las cuales poseen valor económico y cultural para las regiones donde se encuentran. El principal riesgo al que se enfrentan estos ecosistemas en la actualidad es la intensificación de las olas de calor marinas, eventos prolongados de elevación extrema en la temperatura del océano que superan los límites fisiológicos de las especies que conforman estos bosques. Estas olas de calor han aumentado tanto en frecuencia como en duración en las últimas décadas, y se esperan incrementos drásticos para finales del siglo XXI si las emisiones globales de gases de efecto invernadero no se reducen significativamente. Estudios recientes proyectan que la intensidad acumulada de estas olas de calor podría multiplicarse hasta por 16 para el período 2081-2100 en comparación con las condiciones actuales (2001-2020).
Esta escalada del estrés térmico sobre los bosques flotantes de kelp genera consecuencias ecológicas graves, tales como la muerte masiva de algas, cambios disruptivos en la estructura de las comunidades marinas y la conversión de ecosistemas biodiversos en hábitats degradados y menos productivos, como los barrenales de erizos de mar. Tal como se ha observado en la costa norte de California, la combinación de olas de calor severas y sobrepastoreo por erizos ha provocado la pérdida de más del 90% de los bosques de kelp, demostrando que las interacciones tróficas y las presiones antrópicas pueden acelerar la degradación causada por el calentamiento. Frente a esta crisis, las áreas marinas protegidas (AMP) surgen como una herramienta fundamental para la conservación y restauración de estas formaciones. No obstante, la realidad es alarmante: menos del 3% de los bosques flotantes de kelp que existen globalmente están incluidos dentro de AMP altamente restrictivas, es decir, zonas donde se prohíbe toda actividad extractiva y que han demostrado ser las más efectivas para la conservación de la biodiversidad marina. La mayor parte de la protección efectiva se concentra en regiones remotas del hemisferio sur, como las islas del Océano Austral, mientras que en áreas de alta amenaza por olas de calor, especialmente en el hemisferio norte, la cobertura protegida es prácticamente inexistente.
La incapacidad para proteger de manera adecuada estos ecosistemas críticos tiene profundas implicaciones. Las AMP no pueden evitar el aumento de las temperaturas oceánicas ni las olas de calor que superan la tolerancia de las algas kelp. Sin embargo, sí pueden mitigar otros factores de estrés no climáticos, como la sobrepesca de depredadores naturales de erizos, la contaminación y la destrucción del hábitat, que afectan la capacidad de recuperación de los bosques tras eventos térmicos extremos. La evidencia científica indica que en las AMP bien gestionadas se promueve un equilibrio trófico que ayuda a controlar poblaciones de herbívoros, favoreciendo la resistencia y recuperación del kelp frente a las olas de calor. Además, la identificación y protección de refugios climáticos es una estrategia prometedora para la conservación de los bosques de kelp.
Estas son zonas que, por sus condiciones oceanográficas y geográficas particulares, presentan menor exposición a las olas de calor y por ende mayor probabilidad de mantener poblaciones saludables de kelp que puedan actuar como fuentes de recuperación para regiones vecinas más afectadas. Algunos ecorregiones del hemisferio sur parecen desempeñar este papel, aunque en ciertos casos carecen actualmente de protección efectiva, lo que subraya la necesidad urgente de ampliar las AMP e incorporar el criterio de refugios climáticos en su diseño. A nivel global, existen aún grandes brechas de información y cobertura que dificultan una acción coordinada y efectiva. Mientras que el mapeo mediante sensores satelitales ha mejorado la comprensión de la distribución del kelp flotante, solo captura las especies y formaciones que generan doseles superficiales, dejando fuera otras importantes especies de kelp y ecosistemas sumergidos. Por otra parte, las bases de datos sobre la efectividad real de las AMP son limitadas, ya que muchas áreas protegidas carecen de gobernanza, financiamiento y control adecuado, lo que las convierte en “parques en papel” sin impacto real en la conservación.
La recuperación y preservación futura de los bosques flotantes de algas kelp requiere, por tanto, una combinación de enfoques. Es imprescindible ampliar la superficie protegida en zonas de alta amenaza, priorizando AMP estrictas y bien gestionadas. Estas deben diseñarse para ser representativas, adecuadas, conectadas e integradas en redes que consideren los factores del cambio climático. Paralelamente, deben implementarse estrategias complementarias, como la restauración activa de bosques dañados, el manejo de especies clave, la reducción de impactos locales como la contaminación y el desarrollo de políticas transfronterizas coordinadas para ecorregiones compartidas. Ese esfuerzo de conservación debe estar acompañado por un compromiso global para mitigar el cambio climático y limitar el calentamiento global, único camino para reducir la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas que ponen en peligro estos ecosistemas.
La inclusión explícita de los bosques de kelp en las políticas internacionales y nacionales de conservación marina y cambio climático resulta esencial para dirigir recursos y atención hacia su protección y gestión sostenible. Finalmente, la dimensión socioeconómica y cultural del kelp añade urgencia a la tarea. Estos bosques sustentan pesquerías, turismo y comunidades en todo el mundo. Su declive impacta no solo en la biodiversidad sino en el bienestar humano, especialmente en zonas costeras dependientes de sus beneficios. Promover la conciencia pública, la investigación aplicada y la cooperación multisectorial es clave para fomentar la preservación y restauración de los bosques flotantes de algas kelp en un futuro amenazado por el calentamiento global.
En conclusión, aunque los bosques flotantes de algas kelp constituyen ecosistemas marinos vitales y altamente productivos, su protección global es insuficiente ante la intensificación de amenazas climáticas como las olas de calor marinas. La protección efectiva, la planificación basada en refugios climáticos y la integración de múltiples estrategias de conservación y restauración son esenciales para garantizar la supervivencia y resiliencia de estos ecosistemas fundamentales para el océano y las sociedades humanas.