En un contexto económico global cada vez más complejo, las empresas enfrentan desafíos significativos debido a la imposición de aranceles elevados sobre los productos importados. Estos aranceles, establecidos por gobiernos con la intención de proteger mercados nacionales o como medidas retaliatorias en disputas comerciales, han llevado a muchas compañías a desarrollar tácticas innovadoras y creativas que les permiten minimizar el impacto económico y seguir siendo competitivas en sus respectivos sectores. La llegada de nuevas tarifas arancelarias impuestas por la administración estadounidense en años recientes, específicamente sobre bienes provenientes de mercados como China, México y Canadá, ha generado una situación de incertidumbre y tensión. Este ambiente ha motivado que las empresas busquen diversas estrategias para evitar pagar aranceles altos sin infringir la ley, lo que implica un delicado juego entre el cumplimiento regulatorio y el aprovechamiento de vacíos legales o clasificaciones aduaneras específicas. Uno de los métodos más conocidos y utilizados por algunas firmas es la denominada "ingeniería arancelaria".
Esta práctica consiste en modificar o rediseñar los productos para que puedan ser clasificados bajo categorías arancelarias que tengan impuestos más bajos. Por ejemplo, algunas compañías introducen cambios mínimos en materiales o en el diseño de sus productos para que estos sean considerados de una manera diferente por las autoridades aduaneras, logrando así reducir el porcentaje que deben pagar al momento de importar. Un caso emblemático de la ingeniería arancelaria es el de las zapatillas Converse, que han incorporado una capa de fieltro difuso en la base para ser clasificadas legalmente como pantuflas, las cuales tienen una tasa arancelaria significativamente menor que los zapatos deportivos. Este tipo de ajustes no solo refleja la creatividad empresarial sino también las complejidades y particularidades de las normativas comerciales internacionales, donde el detalle puede marcar la diferencia en costos. La re clasificación también juega un papel crucial en esta dinámica.
Empresas argumentan ante tribunales o agencias gubernamentales que sus productos deberían ser considerados en categorías diferentes. Marvel, por ejemplo, ganó una batalla legal al demostrar que sus figuras de acción de X-Men no son muñecas, lo que redujo considerablemente el arancel aplicable. Esta estrategia aprovecha las definiciones y excepciones dentro de la legislación comercial para disminuir la carga tributaria. En paralelo a la ingeniería y reclasificación de productos, muchos negocios optan por modificar su cadena de suministro. La relocalización de la producción o la modificación del origen de los insumos es otra forma de evitar aranceles excesivos.
Cuando un producto es ensamblado en un país con aranceles bajos o nulos, puede evadir los impuestos aplicados a bienes provenientes de regiones específicas. Empresas como NOBL Wheels, fabricante canadiense de ruedas para bicicletas, decidieron abrir un centro de ensamblaje y distribución en Estados Unidos para evitar los aranceles sobre productos importados. Aunque esta acción puede aumentar algunos costos operativos, beneficia a la empresa con la ventaja competitiva de ofrecer precios más bajos y tiempos de entrega más cortos, alineándose con las políticas del gobierno estadounidense que buscan fomentar la manufactura nacional. Otra alternativa relacionada es cambiar el país de origen de los componentes o la producción hacia países que no están incluidos en las listas de aranceles. Para muchas compañías, trasladar fuentes de abastecimiento o producción a países del sudeste asiático como Vietnam, Malasia o Tailandia, significa escapar temporalmente de la carga impositiva.
Sin embargo, este enfoque puede ser un juego de "gato y ratón", ya que los gobiernos pueden eventualmente ampliar sus listas de países sujetos a aranceles, complicando aún más la planificación a largo plazo. La eficacia de esta reorientación de la cadena de suministro depende también de la capacidad de adaptación de la empresa, la estabilidad política y económica del nuevo país de origen, y la infraestructura disponible. Cambiar proveedores o mover fábricas puede generar interrupciones y costos significativos, por lo que muchas compañías deben equilibrar cuidadosamente los beneficios obtenidos con las dificultades logísticas y financieras. Adicionalmente, la influencia política y el lobbying representan herramientas importantes para algunas industrias que buscan obtener exenciones o alivios arancelarios. Debido a la complejidad y la discrecionalidad en algunas decisiones regulatorias, varias empresas destinan recursos para establecer vínculos con legisladores o funcionarios gubernamentales, con el fin de asegurar que sus productos queden excluidos de las listas de aranceles o se les otorgue algún tipo de excepción temporal.
Durante los primeros años de aplicación de los aranceles de la administración Trump, se presentaron más de 53,000 solicitudes de exclusión ante la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos. Solo una pequeña proporción fue concedida, lo que refleja la competencia y la dificultad de utilizar esta vía. Sin embargo, quienes lograron estas exenciones pudieron obtener beneficios significativos, evidenciando la importancia de la gestión política dentro de las estrategias empresariales. No obstante, esta práctica ha sido objeto de críticas desde sectores del Congreso y la sociedad civil, que consideran que puede generar inequidades o favoritismos, alterando la competencia leal y beneficiando principalmente a las empresas con mayor capacidad de influencia política. Resulta inevitable considerar el impacto que estas técnicas y estrategias tienen en los consumidores.
En última instancia, los costos derivados de los aranceles y las maneras de esquivarlos pueden traducirse en precios más altos y mayor volatilidad en los productos disponibles en el mercado. Aunque algunas empresas logran disminuir la carga impositiva, estas reducciones a menudo no se traducen en menores precios para los usuarios finales debido a otros gastos involucrados en la adaptación de las operaciones. Además, la incertidumbre que generan las medidas arancelarias y las respuestas creativas de las empresas pueden afectar la estabilidad de las cadenas de suministro, provocando retrasos y desabastecimientos temporales. Esto añade una dimensión adicional de complejidad para los consumidores y para el comercio internacional en general. El panorama actual de comercio global, donde el proteccionismo y la escalada de tarifas se combinan con estrategias empresariales muy ingeniosas, muestra un escenario en el que la innovación no solo se limita a la tecnología o al marketing, sino también a la gestión y el diseño de productos y operaciones.
Las tácticas para evitar los aranceles son una muestra clara del dinamismo con que los sectores económicos responden a los desafíos regulatorios. Sin embargo, estas prácticas plantean preguntas importantes para los reguladores y para el público en general: ¿dónde está el límite entre la optimización legítima y la evasión indebida? ¿De qué manera las políticas comerciales pueden ajustarse para prevenir abusos sin perjudicar la competitividad de las empresas? Y finalmente, ¿cómo afectarán estos movimientos la dinámica del comercio mundial y la relación entre países en los próximos años? En resumen, la creatividad empresarial frente a los altos aranceles se manifiesta en múltiples frentes: ingeniería arancelaria, reclasificación de productos, relocalización de producción y lobbying político, entre otros. Estas estrategias evidencian que el comercio internacional es un juego en constante evolución, donde actores económicos y gobiernos interactúan en busca de ventajas y protección, configurando un escenario complejo cuyo impacto abarca desde las fábricas hasta la mesa del consumidor.