Las enfermedades articulares, y en particular la osteoartritis de rodilla, son consideradas en la medicina contemporánea como una problemática principalmente relacionada con la edad avanzada. Sin embargo, estudios recientes revelan que las señales de desgaste y alteraciones estructurales en la rodilla comienzan a manifestarse en etapas mucho más precoces de la vida, siendo ya evidentes incluso en personas en sus treintas sin síntomas aparentes. Específicamente, las imágenes obtenidas por resonancia magnética (RM) aportan una visión detallada y sensible de los cambios en la estructura articular que muchas veces pasan inadvertidos en estudios radiográficos convencionales. Un análisis en profundidad de una cohorte basada en población general demuestra que a la edad de 33 años, un porcentaje considerable de individuos presenta alteraciones en la cartílago, los huesos y otras estructuras relacionadas de la rodilla. En esta investigación, cerca de un tercio a más de la mitad de los participantes mostraban pequeñas lesiones en el cartílago, especialmente en la articulación patelofemoral, sector clave para la movilidad y función de la rodilla.
Estas lesiones, aunque generalmente de baja severidad y sin impacto funcional inmediato, sugieren un proceso degenerativo que podría evolucionar con el tiempo. La prevalencia de estas alteraciones se hace más notable cuando se analiza su relación con ciertos factores de riesgo modificables, siendo el índice de masa corporal (IMC) uno de los más destacados. El incremento en el IMC amplifica de manera significativa la probabilidad de observar lesiones cartilaginosas, edema óseo, y presencia de osteofitos pequeños, que son formaciones óseas relacionadas con el desgaste articular. Este hallazgo reafirma la asociación que existe entre el sobrepeso y el desarrollo temprano de cambios estructurales de la osteoartritis, reforzando la necesidad de intervenciones tempranas para controlar el peso corporal y disminuir la carga sobre la articulación. Además, variables como la historia familiar de osteoartritis de rodilla y ciertos marcadores metabólicos como los niveles plasmáticos de ácido úrico también mostraron una relación independiente con la presencia de alteraciones estructurales en la RM.
Esto subraya la influencia de la genética y factores metabólicos en la salud articular, aspectos que podrían combinarse con los factores ambientales para definir el riesgo individual. Es importante destacar que la mayoría de los participantes del estudio reportaban ausencia de síntomas como dolor, rigidez o limitación funcional, a pesar de contar con evidencias marcadas de alteraciones en la estructura de la rodilla. Esto plantea interrogantes sobre la relación entre signos anatómicos detectables en imágenes médicas y la manifestación clínica real, lo que implica que la detección precoz de estos cambios podría ser una oportunidad para prevenir la progresión hacia estadios sintomáticos y discapacitantes. El uso creciente de la resonancia magnética en la práctica clínica y en la investigación ha facilitado el reconocimiento de estas alteraciones tempranas. La RM destaca por brindar imágenes de alta resolución y capacidad para evaluar no solo el cartílago, sino también el hueso subcondral, los meniscos y los tejidos blandos circundantes.
En consecuencia, es una herramienta valiosa para identificar pacientes en riesgo y para monitorizar la evolución del daño articular, especialmente en poblaciones jóvenes que podrían beneficiarse de estrategias preventivas. A nivel epidemiológico, estos hallazgos coinciden con reportes mundiales que muestran un aumento en la incidencia y prevalencia de osteoartritis en edades más tempranas, incluso en países desarrollados donde la conciencia y el acceso a servicios médicos son mayores. Dicha tendencia se atribuye a múltiples causas, incluyendo cambios en los estilos de vida, incremento de las tasas de obesidad, además de una mayor difusión de técnicas diagnósticas que registran alteraciones previamente no visibles. Son varios los desafíos que emergen a raíz de este conocimiento. Por un lado, existe la necesidad de definir criterios claros para interpretar las alteraciones estructurales menores y su relación con la progresión de la enfermedad.
No todas las lesiones indicadas en Resonancia Magnética se traducen en osteoartritis clínica o incapacitante; algunas podrían representar adaptaciones fisiológicas o remodelaciones benignas. Por otro lado, hacer un seguimiento longitudinal de estas poblaciones ayudará a identificar qué factores contribuyen a que algunos individuos desarrollen síntomas y progresión radiológica, mientras otros permanecen estables. La prevención primaria y secundaria basada en estos datos implica apostar por mantener un peso saludable como objetivo central, promoviendo hábitos de vida activos y saludables desde edades tempranas. Además, la valoración del riesgo genético y metabólico puede orientar intervenciones personalizadas, además de la monitorización mediante imágenes para detectar cambios significativos. El impacto en la salud pública es considerable, dado que la osteoartritis es una de las principales causas de discapacidad a nivel mundial, y su aparición precoz implica una mayor carga económica y social.