En el año 2025, Alemania ha registrado una caída sin precedentes en la producción de energía limpia, situándose en su nivel más bajo en una década. Este fenómeno alarmante ocurre en un momento crucial para el país europeo, que ha sido durante años un referente en la transición energética y en la promoción de fuentes renovables como principales alternativas para la generación eléctrica. Según datos recabados por Ember, un reconocido grupo de análisis energético, en los primeros cuatro meses del año la electricidad producida por fuentes limpias fue inferior a 80 teravatios hora (TWh), lo que supone un descenso del 16% comparado con el mismo periodo de 2024 y la cifra más baja desde al menos 2015. Esta tendencia negativa genera gran preocupación entre especialistas, autoridades y activistas comprometidos con la lucha contra el cambio climático y la reducción de emisiones contaminantes. La principal causa del descenso se encuentra en la producción eólica, que sufrió una caída abrupta del 31%.
La energía eólica, que aportaba una tercera parte del mix eléctrico en el primer cuatrimestre de 2024, redujo este porcentaje al 24% en 2025 debido a condiciones meteorológicas desfavorables, principalmente a la falta de viento. A pesar de un aumento del 30% en la capacidad instalada de parques eólicos durante los últimos años, la baja velocidad del viento ha limitado significativamente su rendimiento y salida energética. Esta contradicción pone de manifiesto la vulnerabilidad que aún presentan las fuentes renovables ante la variabilidad climática y la necesidad de contar con sistemas de almacenamiento o soluciones complementarias que garanticen el suministro constante de electricidad. Paralelamente, la generación solar, aunque está prevista alcanzar su pico estacional durante los meses de verano, no logra compensar esta caída en la producción eólica. La energía solar tiene limitaciones intrínsecas, sobre todo durante la noche, lo que implica que su aporte no es continuo y debe complementarse con otras fuentes para satisfacer la demanda.
Esta situación reforzó el recurso a la generación fósil para cubrir el déficit. Las compañías eléctricas alemanas incrementaron la producción de energía basada en combustibles fósiles en un 10% en comparación con el año anterior, alcanzando así los niveles más altos desde 2018. La generación a partir del carbón ha aumentado notablemente, produciendo 40 teravatios hora en los primeros cuatro meses, un crecimiento del 16% respecto a 2024. Este repunte ha generado un aumento considerable en las emisiones de dióxido de carbono, alcanzando cerca de 42 millones de toneladas, lo que representa un retroceso en los esfuerzos medioambientales del país. Por otro lado, la producción de electricidad a partir del gas natural disminuyó un 9% debido a los elevados precios internacionales de este combustible.
Sin embargo, existe la posibilidad de un cambio en esta tendencia si los precios del gas continúan bajando, pudiendo esta situación impulsar una reducción en el uso de carbón y, en consecuencia, de emisiones contaminantes. El aumento de la dependencia de fuentes fósiles pone en entredicho el liderazgo alemán en la transición hacia un sistema energético más limpio en Europa. El país, históricamente comprometido con la descarbonización y la adopción de renovables, enfrenta ahora un desafío que podría afectar su reputación y su papel como impulsor regional de políticas climáticas eficaces. La creciente producción a partir de carbón y gas podría prolongar la emisión de gases de efecto invernadero, contraviniendo los objetivos nacionales e internacionales de mitigación climática. Este escenario se complica aún más porque el periodo estival, que tradicionalmente presenta menores velocidades de viento, promete seguir tensando la capacidad de la energía eólica para generar electricidad.
Es cierto que la solar tendrá una producción más elevada gracias a la mayor radiación solar en esta estación, pero no será suficiente para cubrir la caída esperada en la generación eólica. Esta situación enfatiza la necesidad de diversificar las fuentes renovables y mejorar la infraestructura de almacenamiento energético para hacer frente a la intermitencia de estas tecnologías. Por otra parte, mientras Alemania lucha contra estos retos internos, el resto de Europa continúa mostrando signos alentadores en la expansión de la energía solar, con incrementos récord en producción que superan ya los del año anterior. Este crecimiento regional pone en evidencia que la transición energética es posible cuando existen condiciones favorables, pero también subraya que las políticas y estrategias alemanas deberán adaptarse para recuperar el rumbo hacia sus compromisos verdes. En este contexto complejo, surgen preguntas fundamentales sobre cómo Alemania puede equilibrar la seguridad energética y la sostenibilidad ambiental en un escenario mundial marcado por la volatilidad de los precios de los combustibles fósiles y los cambios climáticos impredecibles.
La necesidad de innovar en tecnologías de almacenamiento, mejorar la gestión de la red eléctrica y acelerar la implementación de fuentes renovables menos dependientes de las condiciones meteorológicas es más urgente que nunca. En definitiva, los indicadores de 2025 reflejan un año crítico para la energía limpia en Alemania, con riesgos palpables para el cumplimiento de sus metas de descarbonización y para el liderazgo climático europeo. Aunque las dificultades actuales tienen causas circunstanciales, como las condiciones del viento y el precio del gas, también evidencian déficits estructurales que deberán ser abordados con mayor intensidad desde el diseño de políticas y la inversión en infraestructura energética inteligente. Alemania enfrenta así un momento de reflexión y acción decisiva para mantener su compromiso con la protección ambiental y avanzar hacia un futuro energético verdaderamente sostenible y resiliente.