En 2025, el mercado del oro ha sorprendido a muchos con un rally impresionante, superando incluso las proyecciones más optimistas de instituciones financieras reconocidas. El precio del oro llegó a tocar brevemente los 3500 dólares por onza troy antes de estabilizarse alrededor de los 3200 dólares. Este auge, producto de una combinación de factores económicos y geopolíticos, ha reavivado el interés por este activo tradicionalmente considerado un refugio seguro. Sin embargo, la pregunta que muchos inversionistas y asesores financieros se hacen es: ¿es momento de aumentar la exposición al oro o, por el contrario, es preferible evitarlo y buscar otras opciones de inversión? El avance del oro en los mercados ha coincidido con un clima de incertidumbre que permanece latente a nivel global. Las tensiones comerciales, principalmente derivadas de políticas de aranceles y sanciones, han afectado la estabilidad de diversos mercados, mientras que la guerra entre Rusia y Ucrania continúa generando preocupación y volatilidad en los precios de los commodities y en las decisiones de los inversores.
En este contexto, el oro vuelve a funcionar como un activo que muchos ven como protección contra los riesgos derivados de la inflación elevada, la depreciación de monedas y las fluctuaciones en los mercados financieros más volátiles. Una encuesta reciente, conocida como el Financial Advisor Confidence Outlook (FACO) de mayo, reveló la diversidad de posturas entre los asesores financieros en relación a las inversiones en oro para sus clientes en este año. La mayoría, cerca del 42%, indicó que su opinión sobre el oro no ha cambiado respecto a años anteriores, manteniendo su enfoque habitual. Un 17% señaló que ha incrementado la asignación de este metal precioso en los portafolios, mientras que un 13% ha adoptado una postura más conservadora, optando por disminuirla. Entre los defensores del oro, las razones suelen centrarse en su comportamiento como activo refugio.
Muchos asesores señalan que el oro tiende a desempeñarse bien cuando los mercados son volátiles, aportando estabilidad y confianza a las carteras de inversión. Más allá de su rendimiento directo, su presencia funciona como un amortiguador ante eventuales caídas en el mercado de acciones o cambios bruscos en las condiciones económicas. Esto genera tranquilidad en los inversionistas, quienes valoran tener una asignación diversificada que incluya activos menos correlacionados con el comportamiento tradicional del mercado bursátil. Algunas firmas han reportado que sus estrategias incluyen mantener posiciones en oro a largo plazo, reconociendo su valor como componente de diversificación. Incluso hay quienes están optando por ampliar su exposición a metales preciosos en general y activos duros, incluyendo no solo oro sino también acciones mineras relacionadas con el sector, como empresas de exploración y producción de metales preciosos y uranio.
Esta tendencia puede reflejar una visión integral que busca capitalizar no sólo el aumento en el valor del oro sino también las perspectivas de crecimiento de la industria minera asociada. Sin embargo, no todos los expertos coinciden en que el oro sea una inversión recomendable. Existen voces críticas que cuestionan la rentabilidad a largo plazo de este metal precioso, evitan las commodities por naturaleza, ya que no generan ingresos ni dividendos, y cuyo valor depende exclusivamente de encontrar un comprador dispuesto a pagar más. Algunos asesores manifiestan que, aunque el oro puede tener momentos brillantes durante episodios de miedo o volatilidad, en el balance a largo plazo no ha superado consistentemente el rendimiento de otras clases de activos, como las acciones. El argumento contra el oro también incluye la consideración sobre su capacidad limitada para generar crecimiento real.
Mientras que inversiones en empresas con sólidos fundamentos pueden ofrecer dividendos, valor agregado mediante innovación o expansión de mercado, el oro simplemente mantiene su valor o lo incrementa según la demanda especulativa o factores macroeconómicos. Por ello, quienes no están a favor lo consideran una inversión menos atractiva para quienes buscan maximizar su patrimonio en el tiempo. Además, los movimientos de política monetaria en importantes economías, especialmente en Estados Unidos, influyen notablemente en el valor del oro. La subida o bajada de las tasas de interés impacta directamente en el atractivo de activos no rentables como el oro, puesto que con un costo de oportunidad más alto, el dinero tiende a fluir hacia inversiones que generan ingresos reales. En este sentido, el oro puede quedar rezagado mientras los inversores buscan mejores rendimientos en bonos, acciones o bienes raíces.
La guerra en Europa del Este y las tensiones derivadas han aumentado la demanda de activos seguros, entre ellos el oro. Sin embargo, algunos expertos advierten que una posible estabilización política o una respuesta efectiva desde las instituciones financieras globales podría reducir rápidamente el impulso alcista de este metal. Por tanto, adoptar una postura flexible y monitorear de cerca las tendencias macroeconómicas se vuelve clave para quienes manejan portafolios con exposición a oro. Para los inversionistas generales, comprender el rol del oro dentro de un portafolio equilibrado es esencial. Su función principal debe orientarse a la preservación del capital y a la diversificación, más que a la generación de altos rendimientos.