En los últimos años, las estafas cibernéticas han proliferado en el sudeste asiático, convirtiéndose en un desafío significativo tanto para los gobiernos de la región como para China. A pesar de un esfuerzo coordinado para desmantelar estas redes criminales, las autoridades chinas todavía se enfrentan a la incesante realidad de que estas organizaciones continúan operando con una sorprendente impunidad. La reciente represión de Beijing, que ha resultado en la detención de miles de sospechosos, ha dejado claro que, si bien se han logrado algunos avances, las redes subyacentes que sustentan estas estafas siguen intactas. Uno de los casos más emblemáticos que ilustra esta problemática es el de Zhang Hongliang, un exgerente de restaurante en la provincia de Hubei, que tras perder su empleo a causa de la pandemia de COVID-19, fue engañado con una oferta de trabajo en Birmania. En lugar de impartir clases de cocina china, Zhang se vio forzado a trabajar en un complejo de estafas, donde su tarea era atraer a ciudadanos chinos para que invirtieran sus ahorros en esquemas fraudulentos, muchas veces a través de plataformas de redes sociales.
La historia de Zhang no es única. Miles de personas, muchas de ellas chinas, han caído en las garras de poderosos cárteles del crimen que operan en el sudeste asiático. Estas organizaciones han logrado establecer redes complejas y eficientes que, aunque son objeto de operaciones policiales, logran adaptarse y sobrevivir. La represión conjunta de países como China, Tailandia, Laos y Birmania ha llevado a la captura de aproximadamente 4,000 sospechosos, pero los expertos advierten que la mayoría de estos individuos son, en realidad, víctimas atrapadas en un ciclo de violencia y explotación. El escándalo no solo es un problema interno para China, sino que también da pie a un creciente temor entre los ciudadanos chinos que consideran viajar a la región.
Muchos se sienten desalentados por la posibilidad de ser secuestrados o convertirse en víctimas de las mismas estafas de las que intentan escapar. Las organizaciones de rescate, a menudo, informan que las personas atrapadas en estas redes sufren abusos físicos, incluyendo golpizas y castigos severos si no alcanzan las cuotas establecidas por sus captores. En agosto de 2023, se estableció un centro conjunto de operaciones policiales entre China, Tailandia, Laos y Birmania, con el objetivo de abordar el problema de las estafas cibernéticas. A pesar de estos esfuerzos, los Feudos donde estas actividades delictivas tienen lugar, como las regiones fronterizas de Birmania, han sido históricamente un refugio para los criminales, debido a la laxitud de las leyes y la controlada falta de aplicación de la ley local. Aquí, las autoridades aún luchan contra grupos armados de grupos étnicos, que a menudo tienen vínculos con mafias organizadas.
Un aspecto preocupante de esta situación es el hecho de que estas estafas muchas veces son llevadas a cabo por jóvenes que buscan alguna oportunidad en tiempos de crisis económica. Zhang describió en su testimonio cómo fue atraído a Birmania con la promesa de un salario atractivo, solo para darse cuenta de que había caído en una trampa mortal. Una vez en el campamento de estafas, sus libertades fueron severamente restringidas y tuvo que pagar una exorbitante suma de dinero para ser liberado, antes de escapar nadando a través de un río hacia Tailandia. La operación de verano supervisada por el Ministerio de Seguridad Pública de China ha producido algunos resultados, con la repatriación de más de 2,300 sospechosos desde Birmania hacia China. Sin embargo, el proceso de repatriación y el tratamiento posterior de estas personas son motivo de preocupación.
Muchos de estos individuos podrían ser tratados como criminales en lugar de víctimas, exacerbando el ciclo de explotación y violencia que se vive en estas redes. Mientras tanto, los grupos criminales continúan utilizando tácticas sofisticadas para atraer a sus víctimas. Conocidos por realizar estafas de “slimming” o “engorde de cerdos”, los estafadores utilizan scripts falsos y modelos digitales para atraer a las personas en todo el mundo hacia inversiones ficticias, muchas veces a través de romances en línea. Esta estrategia les permite dividir a sus objetivos en categorías dependiendo de si son chinos o no, utilizando software de traducción y manipulaciones digitales para facilitar su engaño. La colaboración entre las autoridades de diferentes naciones ha evidenciado que aunque se está haciendo un esfuerzo por erradicar estas prácticas, los resultados son, en muchos sentidos, superficiales.
Cuando una operación es cerrada en un país, muchas veces simplemente se traslada a otro, donde la regulación es menos estricta. Tal ha sido el caso de Camboya, que, al implementar medidas contra el juego en línea en 2019, vio un éxodo de estas organizaciones hacia Birmania, donde encuentran un terreno fértil para prosperar. De acuerdo con los expertos, China está mucho más investida en la imagen que proyecta en el escenario internacional, especialmente en lo que respecta a la seguridad de su población en el extranjero. Sin embargo, los análisis sostienen que aunque se están atacando los síntomas visibles del problema, las raíces que alimentan estas redes criminales están aún muy lejos de ser erradicadas. Thitinan Pongsudhirak, profesor de ciencias políticas en la Universidad Chulalongkorn de Tailandia, destaca que el verdadero cambio requerirá un esfuerzo sostenido y holístico, que aborde no solo las manifestaciones visibles del crimen, sino también las redes criminales profundamente incrustadas en la economía regional.
Mientras tanto, los casos como el de Zhang continúan surgiendo, recordándonos que detrás de cada cifra de detenciones hay historias humanas de esperanza caída que pueden ser fácilmente olvidadas en el caos de la lucha contra el crimen transnacional. Y así, mientras las autoridades continúan su batalla, el sudeste asiático permanece como un coloso de incertidumbre y peligro, atrapando a aquellos más vulnerables en un sistema bien enraizado de engaño y explotación.