Las empresas turcas enfrentan una ola de cierres ante un ajuste económico En medio de un panorama económico sombrío, las empresas en Turquía están enfrentando una crisis sin precedentes, marcada por un aumento alarmante en el número de cierres y quiebras. Desde fábricas de ropa hasta pequeños negocios, la situación está provocando un efecto dominó que amenaza con desestabilizar aún más la economía del país. La combinación de una inflación descontrolada, políticas monetarias restrictivas y el aumento exorbitante de los costos operativos están llevando a muchas empresas a su límite. Dogan Duman, dueño de una fábrica de prendas en Corum, ilustra la difícil realidad que enfrentan muchos empresarios. Duman ha tenido que despedir a un tercio de su personal en un intento de reducir costos que han aumentado vertiginosamente a nivel nacional.
Su fábrica, una vez bulliciosa, ahora ha visto sus máquinas de coser inactivas y las puertas cerradas con candados. “Las órdenes están disminuyendo diariamente porque estamos perdiendo competitividad”, comenta Duman, quien lleva 27 años en el negocio y produce abrigos y chaquetas para marcas globales como Zara. La crisis económica que afecta a Turquía se ha intensificado a raíz de un esfuerzo prolongado de endurecimiento de políticas, incluyendo un aumento de la tasa de interés de referencia al 50%. Estas medidas han sido necesarias para contener la inflación, que superó el 75% a comienzos de este año. Sin embargo, estas acciones han traído consigo un aumento de los costos de electricidad y gas, acentuando aún más la presión financiera sobre las empresas.
La situación es alarmante. Según datos de la Unión de Cámaras y Bolsas de Comercio de Turquía, alrededor de 15,000 empresas se cerraron en los primeros siete meses de 2024, un aumento del 28% en comparación con el año anterior. Este fenómeno no es aislado; industrias clave como la construcción y la moda están enfrentando serios desafíos, con un creciente número de solicitudes de protección judicial contra deudas. Las pequeñas y medianas empresas que dependen de financiamiento están especialmente vulnerables, ya que los costos de crédito han aumentado considerablemente. El impacto de estas quiebras se siente en toda la economía.
Con empresas que detienen o reducen sus operaciones, el desempleo podría aumentar de manera dramática. “Mientras intentamos salvar una empresa, docenas de empresas acreedoras también pueden terminar en apuros financieros”, advierte Erdal Bahcivan, presidente de la Cámara de Industria de Estambul. Esta reacción en cadena no solo afectará a los propietarios de las empresas, sino también a los trabajadores y a las comunidades circundantes. Los costos de producción en Turquía se han disparado casi un 40% en comparación con otros países asiáticos competidores, lo que ha dejado a los fabricantes turcos en una posición desventajosa. La devaluación de la lira turca, aunque ha sido moderada por las altas tasas de interés, no ha sido suficiente para igualar los niveles de inflación.
Los exportadores han expresado su preocupación por una competitividad en declive, señalando que a pesar de ser uno de los principales fabricantes de prendas a nivel mundial, Turquía está perdiendo terreno frente a competidores como Vietnam y Bangladesh. El lamento de Duman resuena con muchos en la industria: “Con la tasa de cambio actual de la lira y el esperado aumento del salario mínimo el próximo año, no creo que podamos competir. Estaré en un punto de cierre”. Con salarios que han aumentado un 100% en el último año y costos de gas y electricidad que se han multiplicado por siete y tres, respectivamente, los márgenes de ganancia se han vuelto insostenibles. La reciente política del gobierno de Erdogan, que consistió en abandonar años de experimentación con políticas monetarias expansivas, ha llevado a medidas drásticas que, según algunos economistas, están comenzando a mostrar resultados en la reducción de la inflación.
Sin embargo, este reajuste no viene sin un costo. La precariedad económica ha resultado en una alarmante cantidad de empresas que buscan alternativas para sobrevivir, con muchas de ellas optando por la protección judicial para evitar caer en quiebra. Un ejemplo de esta tendencia es 3F Tekstil, un fabricante que ha solicitado protección judicial en medio de la crisis. Con 600 empleados, la empresa ha luchado para cumplir con la demanda de marcas de renombre mundial como Mango y H&M. Un ejecutivo de la compañía, quien prefirió permanecer en el anonimato, comentó que aunque la protección legal brinda un respiro momentáneo, los proveedores y subcontratistas también sufrirán las consecuencias.
“Cuando las tasas de interés alcanzaron el 60-70%, las empresas no pudieron soportarlo. Ellas han pagado el precio de la alta inflación en Turquía”, añadió. La situación actual plantea un dilema serio para el gobierno turco. Si bien las medidas implementadas están destinadas a estabilizar la economía, el aumento del desempleo y la quiebra de empresas podrían desencadenar una crisis social. “Es un dilema serio para el gobierno”, afirma Seyfettin Gursel, director del Centro de Investigación Económica y Social de la Universidad Bahcesehir.
“Está tratando de poner el monstruo que creó de vuelta en su morada, pero no sabe cómo hacerlo”. Los efectos de esta crisis son evidentes en cada rincón de Turquía. En Corum, un viaje por las fábricas revela ventanas rotas y prendas sin vender esparcidas por terrenos baldíos. Bulent Demirci, copropietario de una fábrica de hilados, ha decidido cerrar su negocio debido a la incertidumbre económica. “En el pasado hemos tenido recortes de producción, pero esta vez es total pesimismo”, dijo Demirci, quien solía emplear a 50 trabajadores.
Mientras los propietarios de empresas enfrentan decisiones difíciles, los trabajadores también se ven atrapados en esta tormenta económica. Muchos se preguntan cómo mantendrán sus empleos en un entorno donde la supervivencia de sus empleadores está en juego. A esto se suma la preocupación por el aumento de los precios de los bienes básicos, que se vuelve cada vez más insostenible para los hogares turcos. A medida que se desarrollan estos eventos, la comunidad empresarial turca y los economistas observan de cerca cómo el gobierno abordará esta crisis y qué medidas se implementarán para rescatarlos de su inminente caída. Sin embargo, la soluciones parecen escasas en un entorno donde la economía está tambaleándose, y el futuro sigue siendo incierto.
Sin duda, el ajuste económico en Turquía está lejos de terminar, y las consecuencias de estas políticas se verán por mucho tiempo en el tejido económico y social del país.