El 7 de octubre de 2023 marca una fecha que quedará grabada en la memoria de Israel y del mundo. Un ataque devastador perpetrado por Hamas dejó un saldo trágico de más de 1,200 muertos y cientos de rehenes. Para muchos, esta jornada se ha convertido en un sinónimo de horror y sufrimiento. Sin embargo, a través de la escritura, una periodista israelí busca dar vida a estas historias, permitiendo que la humanidad detrás de la tragedia no se pierda en la oscuridad del dolor. Lee Yaron, una experimentada periodista del diario Haaretz, se encontraba en Nueva York realizando una beca en la Universidad de Columbia cuando el ataque salió a la luz.
Lejos de su hogar, sintió una mezcla de impotencia y angustia, emociones comunes entre los israelíes en el extranjero al recibir la noticia de lo que sucedía en su país. Pero lo que la separaba de muchos otros era su deseo de dar un paso adelante y documentar las historias de aquellos que vivieron el horror del 7 de octubre. Así surgió "10/7: 100 historias humanas", un libro que busca retratar la humanidad de las víctimas y sobrevivientes de ese día fatídico. La búsqueda de Yaron por contar estas historias la llevó a volar de regreso a Israel, donde pasó cuatro meses entrevistando a sobrevivientes, rescatistas y testigos del ataque. En su libro, va más allá de la mera documentación de los hechos.
"10/7" es una colección de relatos íntimos que abordan la diversidad de las víctimas: desde refugiados judíos de la guerra en Ucrania hasta judíos mizrají que llegaron a Israel en la década de 1950, así como a trabajadores migrantes y ciudadanos árabes que vivieron esta tragedia. El enfoque de Yaron es claro. Se siente motivada no solo por el deseo de ayudar a sanar su propia angustia, sino también por una misión más profunda: mostrar que detrás de cada número hay una vida, una historia, un ser humano con sueños, miedos y anhelos. En palabras de la autora, "estoy tratando de mantener a las personas vivas en papel, de preservar el sentido de humanidad de quienes fueron". Su objetivo es poner de relieve las voces de aquellos que fueron marginados en la cobertura de las noticias.
A lo largo del proceso de investigación y escritura, Yaron se encontró con un hilo común: cada historia conducía a otra. Un testigo podía conectar a múltiples víctimas, revelando así las complejas redes de relaciones personales que existían y que fueron destrozadas por el ataque. A medida que recopilaba estas narrativas, se dio cuenta de la importancia de representar no solo el dolor y la pérdida, sino también la vida y los legados que vivieron estas personas antes de ese trágico día. En el libro, Yaron invita a los lectores a conocer la historia de Maoz Inon, un hombre que perdió a sus padres en el ataque mientras regresaban de una cena familiar. A pesar de su doloroso sufrimiento, Inon se convirtió en un símbolo de esperanza al organizar una manifestación por la convivencia judío-árabe en medio de la turbulencia.
Su mensaje era claro: "Es hora de que israelíes y palestinos comprendan las narrativas y el dolor de cada uno, unirse en oposición a sus políticos y abogar por la paz". Este aspecto del libro resalta el deseo de Yaron de fomentar el entendimiento entre las diferentes comunidades en Israel. Ella entiende que, aunque las historias que documenta son específicamente israelíes, no deben ser vistas en aislamiento del sufrimiento palestino, que se ha amplificado en medio de esta guerra. "Es devastador que tantas personas inocentes en Gaza paguen el precio más alto por las acciones de Hamas", reflexiona, enfatizando el sufrimiento que va más allá de las fronteras del conflicto. El libro de Yaron se suma a un creciente cuerpo de trabajo que ha surgido en respuesta a la tragedia.
La inmediatez del dolor ha dado lugar a documentales, obras de teatro y exposiciones que buscan explorar las ramificaciones del ataque y su significado en el contexto más amplio del conflicto israelo-palestino. Sin embargo, "10/7" se destaca por su enfoque en la humanidad, un hilo conductor que se entrelaza con las historias individuales de las víctimas y las respuestas de las comunidades a la crisis. A pesar de su profunda empatía por los afectados, Yaron también aborda el tema de la desilusión que han sentido muchos israelíes tras el ataque. Para muchos, el 7 de octubre marcó un quiebre en la percepción de seguridad que habían experimentado en sus vidas. Algunas familias, sintiendo que ya no podían confiar en el estado para protegerlas, han tomado la difícil decisión de abandonar el país.
"La gente dice 'ya no confiamos en Israel para proteger a nuestros hijos'", comparte Yaron, reflejando la desesperanza que ha surgido en medio de este desastre. La prosa de Yaron se convierte en un refugio para los lectores, un vehículo a través del cual pueden comprender mejor la complejidad del dolor humano en tiempos de guerra. En un momento de fragmentación entre diversas narrativas, su libro busca un camino hacia adelante, promoviendo la idea de que la humanidad y el respeto mutuo son esenciales en el discurso sobre la paz y la convivencia. El libro "10/7" no solo es un tributo a las vidas perdidas, sino también una invitación a la reflexión profunda sobre nuestras responsabilidades como seres humanos en tiempos de conflicto. Al centrarse en las historias individuales, Yaron nos recuerda que cada vida cuenta, y que es fundamental luchar contra la deshumanización que a menudo acompaña a los ciclos de violencia.
Mientras avanza en su promoción, Yaron espera que su trabajo encuentre eco no solo entre israelíes, sino también en palestinos y en una audiencia global. “Espero que este libro se traduzca al árabe y sea un primer paso para reconocer la humanidad en nuestras historias compartidas”, concluye con la esperanza de que, a través de la empatía y el entendimiento, se pueda construir un camino hacia un futuro más pacífico. En un contexto donde las cifras suelen superar a los relatos personales, "10/7: 100 historias humanas" se alza como un faro, recordándonos la importancia de escuchar, comprender y, sobre todo, no olvidar. En tiempos de horror, la humanidad puede ser el puente sobre el que construir un futuro mejor, uno donde el dolor se reconozca y las esperanzas compartidas prevalezcan.