El Banco de Inglaterra (BoE), a través de su Comité de Política Monetaria (MPC), liderado por el gobernador Andrew Bailey, se encuentra en una encrucijada crítica frente a un entorno económico mundial cada vez más desafiante y volátil. En los últimos cinco años, el banco central británico ha navegado por tres shocks inéditos que han puesto a prueba la resiliencia de la economía: la pandemia global de COVID-19, una guerra terrestre significativa en Europa y una crisis en el comercio global provocada por políticas arancelarias extremas. Estos eventos, extraordinarios por su magnitud y impacto, han alterado las reglas tradicionales de la economía y las previsiones de los responsables de la política monetaria. La última reunión del MPC representa una oportunidad clave para que el Banco de Inglaterra reconsidere su velocidad y estrategia para cortar las tasas de interés, actividad que hasta ahora ha realizado con una cierta prudencia y lentitud. Actualmente, las expectativas indican que el Banco de Inglaterra realizará un recorte de 0,25 puntos porcentuales para reducir la tasa de referencia al 4,25 %.
Este movimiento reflejaría una cuarta reducción desde que en agosto de 2024 empezó a flexibilizar la política monetaria tras un periodo de endurecimiento. Sin embargo, aunque este ajuste sigue la lógica de avances graduales, mantiene la tasa muy por encima del promedio histórico desde que el banco es operativo en términos independientes, que está alrededor del 2,8 %. Esta estrategia, aunque conservadora, puede no ser suficiente para amortiguar los efectos negativos de la actual desaceleración global y de las tensiones comerciales que afectan las cadenas de suministro y la inversión internacional. Uno de los principales detonantes del actual escenario incierto es la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que ha introducido aranceles extremos, del 145 % y 125 % respectivamente, afectando dramáticamente el flujo normal de mercancías entre las dos mayores economías del mundo. Este tipo de medidas tiene consecuencias de largo alcance no solo para las economías involucradas, sino para el sistema económico global, generando una cadena de efectos adversos que afecta el comercio, induce incertidumbre y ralentiza la actividad económica mundial.
Además, las señales de alerta emitidas por importantes CEOs en Estados Unidos sugieren que la economía estadounidense podría estar entrando en una recesión, lo que profundiza aún más los riesgos para Reino Unido que depende directamente del dinamismo estadounidense para sus exportaciones y estabilidad financiera. En este contexto, el MPC enfrenta el dilema clásico pero crucial entre mantener una política monetaria conservadora o asumir un papel más activo y decidido. Durante el inicio de este año, las condiciones económicas mundiales parecían apuntar hacia una recuperación gradual, con el Reino Unido mostrando signos de recuperación tras el impacto inflacionario severo de 2022 y 2023. Sin embargo, la aparición de nuevos shocks externos ha replanteado las expectativas de crecimiento, haciendo que el escenario para el próximo año sea incierto y complejo. El Banco de Inglaterra, por mandato histórico desde su fundación en 1694, tiene la responsabilidad de actuar “en beneficio público”, lo que implica tomar decisiones no solo basadas en modelos y teorías económicas preestablecidas sino adaptándose a la realidad cambiante y a las consecuencias imprevisibles de eventos externos y políticas globales.
Con las herramientas tradicionales de análisis limitadas para prever el impacto de políticas comerciales inusuales y políticas económicas erráticas, la toma de decisiones requiere de una combinación de experiencia, intuición y previsión estratégica. En la práctica, la lentitud para recortar las tasas puede ser contraproducente en un momento que probablemente amerite una respuesta más rápida. La economía británica aún enfrenta presiones inflacionarias, especialmente por incrementos temporales en los precios de la energía que podrían impulsar la inflación por encima del objetivo oficial del 2 % durante este año. Sin embargo, mantener altas las tasas de interés por demasiado tiempo puede sofocar la demanda interna y aumentar los riesgos de un estancamiento prolongado, especialmente si la economía global entra en una fase más marcada de ralentización o recesión. Otra dimensión a considerar es la interacción entre el crecimiento económico, la productividad y los salarios.
Reino Unido ha enfrentado desafíos estructurales en estos aspectos, con un crecimiento de la productividad débil y presiones salariales al alza que contribuyen a mantener la inflación en niveles elevados. La política monetaria debe encontrar un delicado equilibrio para prevenir un sobrecalentamiento de la economía sin estrangular la recuperación económica. Frente a este panorama, existen argumentos sólidos que instan al Banco de Inglaterra a acelerar el ritmo de las reducciones de tasas. Adoptar una postura más proactiva ayudaría a elevar la confianza empresarial y de los consumidores, impulsaría la inversión y mitigaría el impacto negativo de los shocks externos. Además, un enfoque ágil en la orientación futura de la tasa de interés enviaría señales claras a los mercados financieros, proporcionando certidumbre en medio de la volatilidad.
En suma, la situación vigente demanda que el Banco de Inglaterra salga de su tradicional “modo lento” y adopte una estrategia de política monetaria más dinámica y adaptativa. La complejidad del entorno internacional, caracterizado por choques recurrentes y grandes incertidumbres en el comercio global, requiere una respuesta que no solo contemple recortes graduales sino que también se prepare para actuar con la rapidez y flexibilidad necesarias para proteger la estabilidad económica y cumplir con su mandato de fomentar el bienestar económico para la población. La clave para el éxito reside en que el MPC combine prudencia con audacia, ajustando el ritmo de las reducciones de los tipos de interés con base en una evaluación constante de los indicadores económicos y de las señales externas. Solo así podrá el Banco de Inglaterra enfrentar las adversidades de un contexto global que sigue generando retos sin precedentes y mantener la estabilidad financiera y el crecimiento económico sostenible en Reino Unido.