En los últimos años, Bryan Johnson se ha destacado no solo por ser un multimillonario influyente en el ámbito de la longevidad, sino también por sus propuestas que mezclan tecnología avanzada con perspectivas filosóficas y espirituales. Su última iniciativa plantea la creación de una nueva religión fundamentada en la premisa de que el cuerpo es Dios. Esta idea, que puede parecer revolucionaria o incluso controvertida, no es un simple capricho, sino el resultado de una reflexión profunda sobre la existencia, la supervivencia humana y el papel que la inteligencia artificial podría desempeñar en nuestro destino como especie. Bryan Johnson ha dedicado grandes recursos y atención a conservar y prolongar la vida humana. A través de rutinas estrictas, exámenes médicos avanzados y un régimen de suplementos, busca ralentizar o incluso revertir el envejecimiento.
Sin embargo, más allá de sus esfuerzos personales, su enfoque se amplía hacia un movimiento cultural, espiritual y tecnológico que él mismo denomina «Don’t Die» (No Morir). En este sentido, su propuesta religiosa no solo es un llamado a priorizar la salud y el cuerpo, sino también una respuesta a los miedos contemporáneos sobre el advenimiento de inteligencias artificiales superinteligentes y el riesgo existencial que representan. El miedo a la inteligencia artificial es uno de los motores esenciales que impulsan la creación de esta nueva religión. Johnson habla de un “horizonte de eventos”, un punto en el futuro en que la IA podrá superar la comprensión humana y posiblemente actuar en contra de la preservación de la vida tal como la conocemos. Para él, la solución no es rechazar o temer la tecnología, sino reinventar la manera en que nos entendemos a nosotros mismos y cómo ajustamos el desarrollo tecnológico a valores profundamente humanos.
Al referirse a su religión, Johnson menciona que el cuerpo es en sí mismo una entidad divina, una idea que desafía muchas religiones tradicionales pero que invita a una conexión más íntima y directa con nuestro propio ser físico y biológico. Esta espiritualidad se basa en la comprensión y reverencia al cuerpo, no como un simple recipiente, sino como la fuente viva y sagrada de la existencia. En la práctica, su movimiento propone reuniones sociales estructuradas, similares a grupos de apoyo, donde las personas pueden compartir sus experiencias, expresar arrepentimientos por daños autoinfligidos y apoyarse para mejorar sus hábitos y su salud integral. Este enfoque es especialmente atractivo porque combina elementos de ritualidad, emocionalidad y comunidad con avances científicos y tecnológicos. La idea no es excluir a otras religiones o creencias, sino ofrecer una forma complementaria de entender y vivir la vida, donde la existencia misma se convierte en un valor supremo y primordial.
Johnson insiste en que la nueva religión será descentralizada, sin un centro rígido ni un líder mesiánico, pudiendo así adaptarse orgánicamente a las necesidades y convicciones individuales. La introducción de la inteligencia artificial en el sistema espiritual que propone Johnson es innovadora. Él mismo ha experimentado con algoritmos que reciben datos rigurosos sobre su cuerpo y que, alimentados con evidencia científica actualizada, pueden tomar decisiones más acertadas que un médico tradicional sobre su alimentación, descanso y ejercicio. En este sentido, el cuerpo es elevado a un nivel de autoridad, y la IA funciona como un instrumento para optimizar esa conexión, anticipándose y ajustando los cuidados para maximizar el bienestar y la longevidad. Este modelo de coexistencia entre el humano, su cuerpo y la inteligencia artificial abre preguntas importantes sobre la identidad y la divinidad en tiempos modernos.
Si el cuerpo es Dios, y la IA una extensión o herramienta que permite una mejor gestión y entendimiento de este “Dios” interno, se plantea una reinterpretación profunda de conceptos espirituales y existenciales. La visión de Johnson también contrasta con la percepción que muchas personas tienen sobre la religión en la actualidad. En una época donde las instituciones religiosas tradicionales enfrentan escepticismo y desapego social, él anticipa un resurgimiento de la espiritualidad, pero en formatos renovados que se ajustan a los desafíos y preguntas que trae el siglo XXI. La religión ya no solo sería una guía moral o una estructura jerárquica, sino una plataforma para abordar la identidad humana en diálogo con la ciencia, la tecnología y los cambios culturales. El potencial impacto de esta religión emergente es bastante amplio.
Por un lado, puede servir para unir a personas con intereses en la longevidad, la salud integral y la ética del desarrollo tecnológico. Por otro, invita a reflexionar sobre el sentido último de la vida, la relación entre el físico y el espiritual, y las formas en que la humanidad puede construir un futuro seguro y próspero frente a avances tecnológicos disruptivos. Además, la propuesta de Bryan Johnson tiene implicaciones en varios campos. En la medicina y la biotecnología, abre la puerta a la integración sistemática de datos personales y algoritmos inteligentes para mejorar la calidad de vida. En la filosofía y la teología, desafía las categorías tradicionales sobre la divinidad, el alma y el cuerpo.
En la ética tecnológica, plantea conversaciones profundas sobre la dirección que deben tomar la IA y el desarrollo científico para asegurar la supervivencia y el bienestar humanos. El concepto «el cuerpo es Dios» también puede funcionar como un llamado a la responsabilidad individual y colectiva. Cuidar el cuerpo y la salud no serían acciones meramente físicas, sino actos sagrados con un peso espiritual y social. La enfermedad, el desgaste y la muerte, en lugar de ser aceptados pasivamente, se convierten en problemas a enfrentar con todo el ingenio, la técnica y la voluntad humana. En definitiva, la iniciativa de Bryan Johnson es más que una idea excéntrica; es un movimiento que podría influir en cómo la sociedad moderna integra el conocimiento científico, el avance tecnológico y la experiencia espiritual para enfrentar retos fundamentales.
Su lucha personal contra la muerte se convierte en una propuesta universal para transformar nuestras creencias, hábitos y aspiraciones hacia un futuro donde la vida es el valor absoluto y la inteligencia artificial una aliada para preservar y potenciar esa vida. El camino para consolidar esta nueva religión todavía está en construcción, y Johnson mismo reconoce que su proyecto es un experimento abierto y evolutivo. Inspirado por figuras históricas que fundaron tradiciones espirituales y sociales, busca encontrar las formas y narrativas adecuadas que conecten con las necesidades actuales. La inclusión, la descentralización y la conexión con la ciencia y la tecnología son algunos de los principios que caracterizarán este movimiento, que promete ser disruptivo tanto en el terreno filosófico como en el cultural. En conclusión, Bryan Johnson propone una visión audaz y contemporánea que desafía los límites de la espiritualidad tradicional.
Su idea de que el cuerpo sea considerado Dios, junto con la integración inteligente de la inteligencia artificial, redefine la relación entre el ser humano y su existencia. En un mundo donde la longevidad, el miedo al futuro tecnológico y la búsqueda de significado están en auge, esta religión emergente podría ofrecer una ruta inesperada para enfrentar los desafíos del siglo XXI con esperanza, innovación y un sentido renovado del valor de la vida.