La Pi Network irrumpió en el mundo cripto en 2019 con una propuesta innovadora capaz de captar la atención de millones: la posibilidad de minar criptomonedas desde un teléfono móvil sin necesidad de equipos costosos ni altos gastos en electricidad, simplemente con un toque diario en una aplicación. Esta idea sencilla pero atractiva cautivó a usuarios de todo el mundo, logrando reunir en poco tiempo una base superior a los setenta millones de personas. La facilidad de uso y el modelo de referidos sociales alimentaron esa rápida expansión, posicionando a Pi Network entre las criptomonedas más comentadas y prometedoras de la época. Sin embargo, tras años de expectación, la realidad demostró ser más compleja y la aplicación no cumplió con las expectativas iniciales. La red, basada en el Protocolo de Consenso Stellar (SCP), pretendía ofrecer una alternativa más eficiente energéticamente y descentralizada comparada con Bitcoin y su costoso proof-of-work.
La hoja de ruta establecía una progresión gradual: desde la minería móvil hasta el lanzamiento de una red de prueba (testnet), la implementación del proceso Know Your Customer (KYC) y finalmente un mainnet abierto con funcionalidad real y comercio lícito. El lanzamiento del mainnet abierto no se produjo hasta 2025, lo que supuso un retraso de casi seis años. Esta demora erosionó la confianza de muchos usuarios, que comenzaron a cuestionar la viabilidad del proyecto y perdieron la esperanza en alcanzar el valor prometido. Cuando finalmente llegó el momento, la experiencia de migración para los usuarios fue complicada: algunos no pudieron transferir sus saldos, mientras la verificación de identidad KYC generó cuellos de botella y frustración entre la comunidad. El acceso limitado a las criptomonedas minadas durante tantos años fue solo el inicio de los problemas.
En cuanto al precio, Pi Network atravesó una montaña rusa inesperada. Al abrirse el trading en plataformas externas, la moneda experimentó un pico de casi tres dólares a finales de febrero de 2025, generando un pico de entusiasmo y volumen bursátil en miles de millones. Sin embargo, la falta de casos de uso reales y la venta masiva por parte de primeros usuarios provocaron una caída dramática, hasta situarse alrededor de los 58 centavos en menos de tres meses. La pérdida significativa de valor alimentó la percepción negativa de la criptomoneda y aumentó el escepticismo. Más allá del precio, la ausencia de utilidad tangible sigue siendo una de las mayores debilidades de Pi Network.
Actualmente, la moneda puede utilizarse en mercados locales de pequeña escala y programas piloto gestionados por la comunidad, pero carece de integración en ecosistemas de pago o aplicaciones descentralizadas que justifiquen su existencia y fomenten su uso práctico. A pesar de las promesas de desarrollar un ecosistema completo, los avances visibles son limitados y el futuro es incierto. Dentro de la comunidad cripto aparecen diversas razones que explican la pérdida de fe en Pi Network. La larga espera por un mainnet funcional, que se aplazó una y otra vez con excusas y actualizaciones del roadmap, generó desconfianza y desencanto. Además, a pesar del discurso sobre descentralización, el control casi absoluto sigue en manos del equipo central.
Los nodos activos que sostienen el mainnet están gestionados por esta élite, y la mayor parte de los tokens no distribuidos permanecen bajo su custodia. Este modelo va en contra de los principios fundacionales del ecosistema blockchain, que buscan repartición del poder y gobernanza compartida. A la sombra de estos problemas, también destaca la falta de transparencia en aspectos cruciales como la estructura tokenómica, los mecanismos de desbloqueo y quema de tokens, y el control del suministro total. La documentación oficial, incluyendo el white paper, presenta información vaga y superficial, dificultando que los usuarios analicen el proyecto con rigor y tomen decisiones fundamentadas. La presencia de la Pi Network en los mercados de criptomonedas oficiales es asimismo limitada.
Aunque se puede negociar en plataformas como OKX y Bitget, no figura en exchanges de primer orden como Binance o Coinbase. Los reportes de usuarios narran dificultades reiteradas en el retiro de tokens, bloqueos arbitrarios y respuestas poco claras de los soportes técnicos. Incidentes como la suspensión de retiros en MEXC y movimientos sospechosos de grandes cantidades entre billeteras han generado rumores sobre manipulación de precios o problemas organizados en múltiples intercambios. Esta situación da pie a cuestionamientos sobre la liquidez y la confiabilidad del proyecto. La caída en el volumen de negociación es otro indicativo alarmante.
De operar en miles de millones en su época más exitosa, el volumen se desplomó a decenas de millones, lo que sugiere que gran parte de la actividad pudo haber sido artificial o especulativa, impulsada por bots o market makers internos, en lugar de una demanda orgánica genuina de la comunidad. De algún modo, los usuarios que poseen tokens de Pi se encuentran atrapados en un bucle cerrado, incapaces de utilizarlos o retirarlos efectivamente. La mayoría solo observan un número crecer en sus aplicaciones móviles, sin forma de convertir ese saldo en valor tangible ni participaciones reales en la economía digital. El dato curioso es que, aunque la red reporta más de setenta millones de usuarios, la cantidad de monederos activos diariamente es mucho menor, situándose alrededor de nueve millones y con una actividad diaria reducida a unas veinte mil direcciones. La cuestión de si Pi Network es un fraude o simplemente una visión fallida divide opiniones.
No corresponde al perfil clásico de estafa, ya que no hubo venta inicial de monedas ni requerimiento de inversión directa. La entrada era gratuita, con una propuesta popular y aparentemente transparente. No obstante, su modelo de crecimiento basado en una estructura de referidos se acerca a un esquema de marketing multinivel, lo cual genera dudas sobre la sostenibilidad y ética del planteamiento. Además, el desarrollo comercial se ha enfocado en la monetización de la atención mediante publicidad dentro de la app y la recolección de datos personales en el proceso KYC. No se pide dinero, pero los usuarios efectivamente pagan con su información y tiempo, un intercambio que para algunos resulta cuestionable.
Voces influyentes dentro del sector, como Ben Zhou de Bybit o Justin Bons de Cyber Capital, han expresado públicamente dudas sobre la legitimidad del proyecto y su trayectoria. La combinación de opacidad, tácticas agresivas de referidos y dudas sobre su modelo de negocio alimentan la percepción negativa entre inversionistas y entusiastas. ¿Puede Pi Network recuperarse de este escenario desalentador? En teoría, sí, pero el camino es complicado. La transparencia sería un primer paso imprescindible, liberando el código fuente para permitir auditorías comunitarias y aumentar la confianza. Además, desarrollar casos de uso reales que otorguen valor a la moneda es vital para revertir la apatía.
La integración con servicios de pago o aplicaciones descentralizadas fortalecería el ecosistema y animaría a usar el token activamente. La inclusión en exchanges más grandes es otro requisito. Sin presencia en plataformas consolidadas, la liquidez y la cotización seguirán siendo precarias. Por último, la descentralización debe materializarse más allá de la retórica, distribuyendo el control y dotando a la comunidad de mecanismos de gobernanza genuinos. La pérdida de precio y la caída en la actividad desde el lanzamiento del mainnet suponen retos difíciles de superar.
Reavivar el interés y la confianza requerirá no solo cambios profundos, sino también tiempo. En caso contrario, Pi Network podría terminar como otro ambicioso proyecto que, tras generar suficiente ruido y expectativas, se desvanece en el olvido, recordado más por lo que prometió y no cumplió que por sus logros reales. En conclusión, Pi Network ha demostrado ser una propuesta disruptiva en su planteamiento inicial, pero su desarrollo ha estado marcado por retrasos, falta de claridad y problemas estructurales que han debilitado su prestigio y aceptación. Para revivir su potencial, debe abordar urgentemente los desafíos de transparencia, utilidad, descentralización y accesibilidad en el mercado, con resultados visibles y sostenidos que devuelvan la esperanza a sus millones de seguidores inactivos.