La batería, elemento fundamental en la música rock y pop, no solo marca el ritmo sino que también representa un exigente ejercicio físico para quienes la tocan. A menudo, la percepción popular la asocia únicamente con la expresión artística y musical, sin considerar el desgaste energético que implica esta actividad. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que tocar la batería en estos géneros es una forma intensa de actividad física, comparable en algunos aspectos a deportes moderados o incluso vigorosos. Este análisis profundiza en la tasa de gasto energético que experimentan los bateristas durante sus actuaciones, revelando detalles que muchos desconocen sobre la dimensión física de esta práctica. El estudio realizado por De La Rue, Draper, Potter y Smith, publicado en 2013 en el International Journal of Sports Medicine, es un referente fundamental en este campo.
Su investigación proporciona datos precisos sobre la cantidad de energía que consume un baterista mientras interpreta piezas de rock o pop, evidenciando que la actividad va más allá de la destreza técnica y entra en el terreno del ejercicio cardiovascular y muscular. Este descubrimiento ha abierto la puerta para considerar la batería no solo como un instrumento musical, sino también como una actividad que contribuye al acondicionamiento físico, con implicaciones para la salud y el bienestar general. En términos de gasto energético, tocar la batería en estos estilos puede alcanzar niveles sustanciales dependiendo de la duración e intensidad de la actuación. El gasto calórico puede oscilar entre 400 y 600 calorías por hora, cifras similares a las que se generan durante disciplinas deportivas de intensidad moderada como el ciclismo recreativo o el baile aeróbico. Esta variabilidad depende de factores como la complejidad del ritmo, el estilo de tocar, el nivel de técnica del baterista y la duración del performance.
Otro aspecto relevante del análisis es la implicación cardiovascular que conlleva el acto de tocar la batería. La actividad rítmica y constante eleva de manera significativa la frecuencia cardíaca, llevando al cuerpo a un estado parecido al entrenamiento físico. Así, un baterista en plena ejecución puede alcanzar zonas de frecuencia cardíaca que se consideran óptimas para el desarrollo de resistencia y mejora del sistema cardiovascular. Este fenómeno no solo contribuye a la condición física sino que también puede servir como una forma activa y divertida de mantenerse en forma, especialmente para quienes disfrutan de la música y desean evitar rutinas tradicionales de ejercicio. Además, desde una perspectiva muscular, el gesto de golpear los tambores y platillos requiere la activación constante de múltiples grupos musculares, incluyendo brazos, piernas, espalda y torso.
Esto convierte a la batería en un ejercicio de cuerpo completo, que demanda resistencia, coordinación y fuerza. Los movimientos repetitivos y el control rítmico implican tanto la activación de fibras musculares rápidas como lentas, lo que puede favorecer el desarrollo de potencia y resistencia muscular al mismo tiempo. El estudio también destaca la importancia del nivel de pericia del baterista. Los músicos profesionales o con alto nivel técnico tienden a presentar un gasto energético mayor debido a la velocidad y complejidad de sus ejecuciones. Por otro lado, bateristas principiantes pueden experimentar un esfuerzo considerable debido a la falta de eficiencia en sus movimientos, aunque con menor intensidad en términos absolutos.
Este factor subraya que el nivel de experiencia afecta directamente la demanda física y, por ende, la cantidad de energía consumida. Esta investigación tiene un impacto significativo en el ámbito del entrenamiento y la salud para músicos. Reconocer la batería como una actividad física exige que los músicos y sus entrenadores consideren aspectos de acondicionamiento físico como parte del proceso de preparación. La inclusión de rutinas complementarias enfocadas en la resistencia cardiovascular, fuerza muscular y flexibilidad puede mejorar el desempeño y reducir el riesgo de lesiones que son comunes en la práctica prolongada. A nivel social y cultural, el conocimiento sobre el gasto energético en la batería también revaloriza la labor de los músicos.
La percepción del baterista como un simple ejecutante de ritmo queda complementada con la idea de un deportista, un profesional que desafía tanto su mente como su cuerpo durante cada interpretación. Esto puede influir positivamente en la valoración pública del oficio y en políticas relacionadas con la salud ocupacional en el ámbito artístico. Por otro lado, para quienes buscan actividades físicas placenteras, tocar la batería puede ser una excelente alternativa. La combinación de música, ritmo y movimiento constituye una experiencia motivadora y gratificante. Además, el hecho de que implique un gasto calórico considerable puede hacer que sea parte de un programa de bienestar integral, contribuyendo a la pérdida de peso, mejora de la condición física y reducción del estrés.