El Monte Fuji, la montaña más alta y emblemática de Japón, con una altitud de 3.776 metros, es más que un símbolo nacional; es un destino turístico de renombre mundial para miles de personas que anualmente buscan conquistar su cumbre. Sin embargo, más allá de su fama y su estética perfecta de cono volcánico, el Monte Fuji es un lugar que exige respeto y preparación, especialmente en lo relacionado con las estaciones oficiales para escalar, que se limitan a un periodo de aproximadamente tres meses, entre julio y septiembre. Fuera de este período, las condiciones climáticas pueden volverse imprevisibles, peligrosas y mortales. Una reciente historia que ha captado la atención mediática global pone en relieve estos riesgos y las consecuencias de ignorar las recomendaciones oficiales, cuando un joven estudiante chino fue rescatado dos veces en apenas cuatro días tras intentar escalar la montaña fuera de temporada para recuperar un teléfono móvil perdido.
Este joven, de 27 años y residente en Japón, se aventuró en el monte en un momento en que los accesos están cerrados oficialmente y cuando las medidas de seguridad y rescate no operan con normalidad. Emprendió la subida por el popular sendero Fujinomiya, uno de los cuatro caminos habituales para llegar a la cima de la montaña. Sin embargo, la realidad de la naturaleza hizo mella en su expedición cuando perdió sus crampones, un equipo esencial para manejar el hielo y la nieve, que permite una tracción adecuada en terrenos escarpados y resbaladizos. Sin estos dispositivos, el descenso seguro se volvió imposible, obligando a una primera operación de rescate en helicóptero para evacuarlo desde aproximadamente los 3,000 metros sobre el nivel del mar. Esta operación no solo reunió recursos considerables sino que también fue un claro aviso de los peligros que implica escalar fuera de temporada.
Las autoridades japonesas, como el Ministerio de Medio Ambiente y la policía de la prefectura de Shizuoka, han reiterado en numerosas ocasiones que los senderos hacia la cima permanecen oficialmente cerrados fuera de temporada. Esta restricción no es arbitraria, sino una medida de seguridad para evitar desastres y facilitar el trabajo de los equipos de rescate, ya que la preparación en zonas de montaña se reduce y las condiciones meteorológicas pueden cambiar repentinamente, complicando las operaciones de emergencia. Pese a estas advertencias, el estudiante decidió regresar días después al monte, esta vez con el propósito de recuperar sus pertenencias, incluido su teléfono móvil, que había quedado en la montaña. Sin embargo, esta segunda subida tuvo consecuencias todavía más peligrosas. Durante su vuelta, el joven sufrió de mal de altura, una condición provocada por la disminución del oxígeno disponible a grandes altitudes, que puede provocar mareos, náuseas, dolores de cabeza severos y, en los casos más graves, el edema pulmonar o cerebral, poniendo en riesgo la vida.
Esta situación llevó a que fuera necesario un segundo rescate en helicóptero apenas cuatro días después del episodio inicial. Afortunadamente, tras la intervención de los equipos de emergencia, el climber fue evacuado y se encuentra fuera de peligro. No obstante, su experiencia ha generado un intenso debate público en Japón y en la comunidad internacional sobre la responsabilidad y los riesgos individuales en la montaña. Desde el punto de vista de la gestión turística y de la conservación ambiental, el Monte Fuji representa un desafío relevante para las autoridades japonesas. Cada año, durante la temporada oficial, más de 220,000 personas intentan alcanzar la cumbre, lo que genera problemas evidentes de sobrecarga turística, daño ambiental y necesidad de mantenimiento constante de los senderos y facilidades.
Para mitigar estos impactos, Japón ha implementado medidas como el aumento en las tarifas para escalar y la promoción de mejores prácticas entre los visitantes, buscando un equilibrio entre la conservación y la afluencia de turistas. La historia del estudiante chino ha sido ampliamente comentada en plataformas sociales, donde algunos usuarios han manifestado su desaprobación por no acatar las normas oficiales y poner en peligro no solo su vida sino también la de los rescatistas. Hay quienes sugieren que casos como este deberían implicar que los responsables asuman los costes generados por las operaciones de rescate, argumento que busca disuadir a los futuros montañistas de tomar riesgos innecesarios. El Monte Fuji, además de ser un icono visual y cultural, sigue siendo un espacio natural donde la seguridad depende en gran medida del respeto a las reglas, la preparación adecuada y el equilibrio con el entorno. Cada temporada, la montaña recibe visitantes que deben tener presente que la naturaleza no perdona la imprudencia y que la experiencia de escalar es tanto un reto físico como un compromiso con la preservación y el bienestar propio y de otros.
Este incidente también pone de manifiesto la importancia de la educación sobre el montañismo seguro y la necesidad de reforzar la comunicación y la vigilancia en los accesos fuera de temporada. Aunque la aventura y el deseo de superación personal son parte fundamental de la experiencia, deben ir siempre acompañados de prudencia y responsabilidad para evitar tragedias. En conclusión, la historia del escalador rescatado dos veces tras regresar por su teléfono en el Monte Fuji es una llamada de atención sobre los riesgos de aventurarse en la montaña fuera de temporada, la necesidad de seguir las indicaciones oficiales para proteger la vida y recursos, y el papel fundamental que debe jugar la sociedad para fomentar una cultura de respeto hacia la naturaleza y hacia quienes trabajan para garantizar la seguridad en estos espacios únicos. La lección que deja este episodio es clara: la montaña debe ser admirada y conquistada con respeto, precaución y responsabilidad, para que siga siendo el ícono natural que inspira a generaciones y no se convierta en escenario de tragedias evitables.