A finales de 2024 y comienzos de 2025, el flujo de mercancías entre China y los puertos estadounidenses ha experimentado un fuerte frenazo, lo que ha encendido las alarmas tanto en el mundo empresarial como en el consumidor final. Esta paralización no solo afecta la llegada de productos esenciales al mercado estadounidense, sino que pone en riesgo una crisis en la cadena de suministro similar a la que experimentamos durante la pandemia de Covid-19, cuando la escasez de productos y los estantes vacíos fueron escenas habituales en las tiendas. Esta situación deriva en múltiples factores que van desde políticas comerciales hasta problemas logísticos, pasando por tarifas arancelarias altamente inflacionarias. El detonante principal de esta caída en el tráfico portuario está ligado a las tarifas impuestas por la administración Trump en 2024 sobre la mayoría de productos chinos. Con un arancel que alcanza el 145% en casi todos los productos, excepto en electrónica y farmacéuticos, muchas empresas estadounidenses han optado por cancelar pedidos a proveedores chinos o detener nuevos encargos para evitar costes insostenibles.
Esta decisión ha reducido el número de embarques previstos, por ejemplo, en el puerto de Los Ángeles, que según datos recientes se ha desplomado un 33% en comparación con el año anterior. Esta reducción tiene un impacto directo en la disponibilidad de productos para consumidores en Estados Unidos, especialmente en períodos clave como las temporadas de regreso a clases y las fiestas navideñas. Las consecuencias de esta reducción no se hacen esperar. Los retailers inician campañas de advertencia sobre posibles vacíos en estantes y falta de variedad, principalmente en productos cuya fabricación depende en gran medida de China. Calzado económico, ropa, juguetes y dispositivos electrónicos podrían comenzar a escasear, lo que afectará directamente al consumidor promedio estadounidense.
Sean Stein, presidente del Consejo de Negocios Estados Unidos-China, advierte que esta situación podría desencadenar un efecto dominó: el agotamiento de inventarios, aumento de precios, y el temor a nuevas olas de acaparamiento, similar a lo ocurrido durante la crisis sanitaria. En paralelo, la incertidumbre sobre cómo manejar los aranceles dificulta la planificación y la fijación de precios para las empresas. Para un producto valorado en 100 dólares, el coste total por tarifas puede sumar 145 dólares adicionales, afectando la rentabilidad y la accesibilidad del producto. Este escenario empuja a las compañías a decidir si asumir pérdidas, trasladar el incremento de costes al consumidor o buscar proveedores alternativos, lo cual no es sencillo debido a la concentración de la manufactura en China y al tiempo que requiere establecer nuevas cadenas logísticas. Las pequeñas y medianas empresas encuentran un desafío aún más complejo.
Muchas carecen de la capacidad financiera para absorber estos gastos adicionales o para prever pedidos adelantados, a diferencia de los grandes retailers que aprovecharon surcos antes de la imposición de tarifas para incrementar sus inventarios supliendo temporariamente la demanda. El caso de empresas dedicadas a productos específicos, como juguetes para mascotas que se fabrican exclusivamente en China, es paradigmático. No solo enfrentan enormes costes aduaneros sino que deben a su vez contemplar un aumento en los precios para el consumidor final durante la temporada alta sin garantizar la compra de sus productos debido a una reducción en la demanda. Además, el efecto del paro en los puertos y en la circulación de mercancías en general tendrá consecuencias logísticas dramáticas. Contenedores removidos o no reclamados generarán congestión similar a la ocurrida durante la pandemia, paralizando aún más la cadena de suministro.
Camiones de transporte, al no contar con carga suficiente, pueden abandonar el sector, lo cual exacerbará la escasez de conductores que ya preocupa a la industria. La recuperación, incluso si las tarifas se reducen o eliminan pronto, no será inmediata. Los expertos advierten que un periodo de ocho semanas de baja actividad es probable antes de que los flujos comerciales vuelvan a la normalidad. La política detrás de las tarifas y negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China añade una capa de complejidad. Mientras la administración comenta la posibilidad de reducir los aranceles para evitar una crisis, el gobierno chino niega que existan negociaciones formales.
Esta falta de claridad genera un clima de incertidumbre que afecta las decisiones empresariales y prolonga el impacto negativo en la cadena de suministro. Es imprescindible considerar que la dependencia de productos chinos en el mercado estadounidense es profunda y abarca desde bienes electrónicos hasta productos perecederos con vida útil limitada, que no pueden ser almacenados en grandes cantidades. La falta de stock crea un efecto en cadena que puede afectar no solo a minoristas sino también a toda la logística de transporte, almacenaje y distribución. Este ciclo puede desembocar en un aumento de precios generalizado, reducción en la variedad de productos, y limitación en la disponibilidad, algo que ya se ha comenzado a notar en varias regiones del país. Es posible que, para evitar que la situación se deteriore aún más, se requieran decisiones rápidas y coordinadas entre ambas potencias económicas.
Reduce la posibilidad de que los consumidores se enfrenten a una escasez prolongada y una inflación severa en productos de consumo masivo. La historia reciente de la pandemia enseña que la anticipación y la respuesta efectiva son vitales para minimizar el impacto social y económico. Por el momento, la recomendación para consumidores es prepararse para potenciales cambios en las disponibilidades, considerar alternativas y mantener flexibilidad en sus decisiones de compra durante el año. Para las empresas, la clave radica en diversificar sus cadenas de suministro, negociar costos y estar atentas a cualquier cambio de política que pueda aliviar la tensión comercial. En conclusión, la paralización del tráfico portuario proveniente de China representa una amenaza significativa para la cadena de suministro estadounidense.
Las altas tarifas y la imposibilidad de anticipar los efectos totales provocan un escenario donde la escasez de productos y el aumento de precios podrían reproducir los episodios vividos durante la pandemia de Covid-19. Solo a través de una gestión política eficiente y una estrategia empresarial ágil se podrá evitar que esta crisis se profundice, minimizando el impacto para consumidores, negocios y la economía general.