En el vibrante mundo de las startups tecnológicas, existe una figura recurrente en los espacios de encuentro y networking: el cofundador de negocio, aquel individuo sin formación técnica que aspira a lanzar una empresa tecnológica. A lo largo de los años, profesionales como Verdi Kapuku, ingeniero de software y experto en el ecosistema emprendedor, han identificado un patrón claro y preocupante. Muchos de estos cofundadores de negocio no son percibidos como tan valiosos como creen para el crecimiento y éxito de la empresa. Esta percepción y la realidad que la rodea merecen un análisis profundo para entender qué está pasando en el terreno real de las startups y cómo cambiar esta narrativa. El panorama actual muestra que existe una demanda mucho mayor de cofundadores técnicos por parte de los fundadores de negocio que el camino inverso.
En otras palabras, son los fundadores sin habilidades técnicas quienes suelen buscar desesperadamente un socio que pueda desarrollar el producto, mientras que los desarrolladores rara vez van en busca de un cofundador de negocio. ¿Por qué sucede esto? Una de las razones fundamentales es el valor que se atribuyen a sí mismos estos cofundadores no técnicos. Muchos creen que tener la idea o la visión original les otorga un protagonismo y una participación accionaria mayor que, en la práctica, no está justificada. La realidad del ecosistema tecnológico muestra que es más valioso el trabajo constante de ejecución, desarrollo y creación del producto que la sola concepción de la idea. Las historias reales de éxito en Silicon Valley respaldan esta afirmación.
Por ejemplo, Twitter fue una idea original de Noah Glass, pero fue Jack Dorsey quien ejecutó la visión y llevó la plataforma al éxito. De igual modo, Mark Zuckerberg demoró no poco tiempo en tomar la idea presentada por los gemelos Winklevoss y convertirla en Facebook. El corazón del valor está en la ejecución. Construir el producto, iterar sobre él, resolver problemas técnicos y lanzar al mercado constituyen la base que sostiene el negocio. Por ello, un cofundador técnico suele ser considerado una pieza clave, mientras que un cofundador de negocio que no contribuye en aspectos tangibles corre el riesgo de ser visto como prescindible.
La consecuencia directa es que los técnicos no suelen ver atractivo dejar empleos bien remunerados para trabajar bajo un liderazgo empresarial egocéntrico y dominador, que no respeta el trabajo en equipo ni valora a sus colaboradores por igual. Este fenómeno se agrava cuando algunos cofundadores de negocio adoptan un rol de “alfa dominante”, caracterizado por un ego desmedido y una visión distorsionada de su valor. Este perfil busca imponer su voluntad, liderar sin ceder espacio a contrapropuestas y tomar decisiones sin contar con la colaboración de su socio técnico. Esta forma de relacionarse es altamente contraproducente y genera una toxicidad que los desarrolladores experimentados evitan a toda costa. Sin embargo, reconocer esa realidad no significa que un cofundador de negocio sea innecesario o carezca de valor.
Todo lo contrario. El problema radica en entender qué tipo de valor puede aportar que realmente importe y sea complementario. En las fases iniciales de la startup, más allá de la construcción del producto, es fundamental la interacción con los clientes potenciales y el desarrollo de relaciones comerciales sólidas. Aquí es donde el cofundador para negocio tiene una gran oportunidad para destacar. En efecto, muchas personas creen que sin un producto listo no es posible validar una idea o generar una base de clientes.
Pero esta percepción está equivocada. Es mucho más eficiente y menos riesgoso desarrollar y afinar un discurso comercial, un mensaje de valor o incluso una campaña preliminar que permita comprobar que exista un interés real antes de invertir grandes recursos en el desarrollo técnico. Establecer contacto con posibles usuarios, recibir feedback y construir un respaldo de interesados puede ser una forma efectiva de demostrar la viabilidad del negocio. Esta capacidad para construir y manejar redes de contactos se convierte en el activo principal y más difícil de replicar para los cofundadores de negocio. La frase “tu red es tu patrimonio” encuentra aquí una aplicación literal.
Un cofundador que ya tiene o puede rápidamente formar vínculos cálidos y confiables con clientes, inversores o aliados estratégicos aporta un valor incalculable a la startup. Esto es algo que ha sido confirmado por inversionistas y aceleradoras de startups de la talla de Y Combinator, quienes valoran por encima de todo a fundadores que poseen o saben construir acceso a círculos difíciles de penetrar y que se traduzcan en oportunidades tangibles. Por ejemplo, saber cómo obtener un listado significativo de interesados, como un “waitlist” con más de mil personas para negocios orientados al consumidor (B2C) o cerrar cartas de intención (LOI) con decenas de empresas para negocios empresariales (B2B), son indicadores claros de que el cofundador de negocio está generando tracción real. Este tracción es algo que un cofundador técnico, concentrado en la ingeniería y desarrollo, valora y respeta profundamente. Esto no solo mejora la percepción que el cofundador técnico tendrá sobre su socio, sino que también puede revertir la ecuación injusta en cuanto a la repartición de la participación accionaria.
El valor se traduce en resultados palpables, no en argumentos de valor potencial o ideas brillantes que no se han materializado. Pero, ¿cómo superar la barrera del ego inflado y convertirse en un cofundador de negocio realmente valioso? En primer lugar, tomando conciencia de que el liderazgo efectivo no radica en la dominación, sino en el respeto mutuo y la colaboración genuina. Un liderazgo con talento para la influencia positiva atraerá a socios técnicos de calidad que estén dispuestos a comprometer su talento y tiempo en el proyecto. En segundo lugar, enfocándose en desarrollar y demostrar habilidades comerciales de alto impacto. No basta con decir que se es bueno vendiendo o hablando con clientes; se debe demostrar con resultados concretos.
Esto requiere paciencia, estrategia, constancia y mucha humildad para aprender y adaptarse a las necesidades del mercado y a lo que realmente funciona. Finalmente, construir una red sólida no es solamente acumular contactos, sino desarrollar relaciones profundas basadas en confianza y reciprocidad. Esta red será la ventaja competitiva sostenible que el cofundador de negocio puede ofrecer a la startup en momentos críticos para atraer clientes, inversores y socios claves. En conclusión, la percepción de valor que tienen muchos cofundadores de negocio en startups tecnológicas está desalineada con la realidad del ecosistema emprendedor. Para ser realmente valiosos y dejar de ser vistos como un pasivo, deben comprender dónde y cómo aportar valor genuino: en la validación de mercado, relación con clientes y acceso a redes relevantes.
La combinación de estas fortalezas con la ejecución técnica es lo que construye startups exitosas y equipos fundadores equilibrados. Reconocer estas verdades no es una derrota, sino una invitación a reinventarse y crecer. El éxito en el mundo de las startups no es cuestión de quién tiene la idea inicial, sino de quién trabaja mejor juntos para convertir esa idea en realidad. Por eso el potencial de un cofundador de negocio comprometido, humilde y enfocado en crear valor tangible es enorme. Para ellos, la clave está en salir de la burbuja del ego y poner toda su energía en generar resultados que los técnicos respeten y valoren.
Solo así podrán pasar de ser una dificultad para encontrar cofundadores a convertirse en el recurso más buscado dentro del ecosistema tecnológico.