En las aguas tranquilas y misteriosas del Lago Tanganyika y el río Ruzizi, en Burundi, habita Gustave, un enorme cocodrilo del Nilo que ha alcanzado un estatus casi mitológico. Con una longitud estimada que supera los seis metros y un peso que podría superar los 900 kilogramos, Gustave no es un cocodrilo común. Su reputación de enorme depredador que supuestamente ha atacado y asesinado a cientos de personas le ha convertido en uno de los reptiles más notorios y temidos del mundo, creando una mezcla de fascinación y terror en la región y más allá. Gustave nació alrededor del año 1955, según las estimaciones basadas en su tamaño y desarrollo. Su longevidad es en sí misma digna de admiración, pues los cocodrilos del Nilo típicamente viven varias décadas, pero pocos alcanzan la gigantesca estatura como él, y menos aun sobreviven tanto tiempo en libertad.
Aunque su nombre podría evocar confianza o simpatía, es irónico que haya sido bautizado así por Patrice Faye, un herpetólogo francés que estudió al gigante durante varios años en la década de 1990 y que documentó sus encuentros para la comunidad científica y el público en general. El miedo y respeto local hacia este animal son profundos. La leyenda sostiene que Gustave ha causado la muerte de entre 200 y 300 personas, aunque investigaciones más recientes sugieren que el número real podría ser considerablemente menor, probablemente más cerca de 60 víctimas o menos. Esto no disminuye la percepción que los lugareños tienen sobre el peligro que representa, pues Grecia solo es alcanzada por el tamaño, sino también por la naturaleza impredecible de sus ataques y la potencia devastadora que posee. A diferencia de otros cocodrilos que cazan presas más pequeñas, Gustave ha sido observado atacando animales de enorme tamaño, desde hipopótamos hasta búfalos, lo que puede relacionarse con su gran masa corporal que limita su habilidad para atrapar presas ágiles como peces o antílopes.
A pesar de ello, uno de los aspectos más desconcertantes de sus ataques es que, en muchas ocasiones, las víctimas humanas no parecen ser consumidas completamente, lo que alimenta aún más las especulaciones y supersticiones en torno a su comportamiento. Esta anomalía puede deberse a que los humanos no forman parte natural de su dieta o simplemente que la función de defender su territorio actúa como motivación primaria para algunos ataques. Los intentos por capturar a Gustave han sido pródigos en esfuerzo pero infructuosos en resultado. Uno de los episodios más destacados fue registrado en el documental “Capturing the Killer Croc”, estrenado en 2004 en PBS. Este proyecto liderado por Patrice Faye y otros científicos dedicó años a diseñar una estrategia para atrapar al cocodrilo.
Construyeron una jaula trampa de cerca de 9 metros de largo y con un peso aproximado de 907 kilogramos, especialmente diseñada para soportar la fuerza bruta del animal y atraparlo sin riesgo de fuga. El equipo colocó la jaula en lugares estratégicos cerca del río y utilizó diferentes tipos de cebos para atraer a Gustave, sin éxito. En vano intentaron varias veces la captura, instalando también lazos gigantes en las orillas de los ríos para aumentar las probabilidades de ganancia. Se logró atrapar ejemplares más pequeños, pero el propio Gustave nunca fue objeto de captura. En uno de los momentos finales del proyecto, se introdujo un cabrito vivo en la jaula con un dispositivo de cámara oculta para monitorear el interior, pero debido a una tormenta y fallos técnicos, la cámara nunca grabó y al día siguiente el cabrito había desaparecido, mientras la jaula se encontraba parcialmente sumergida, dejando la verdadera historia de este intento de captura envuelta en misterio.
Las cicatrices visibles en Gustave, fruto de heridas por balas y una seria lesión en el omóplato derecho, evidencian una vida cargada de conflictos, probablemente tanto con humanos como con otros animales. La procedencia exacta de estas heridas no ha sido esclarecida totalmente, pero no hacen sino avalar la imagen del cocodrilo como un superviviente astuto y peligroso. A escala internacional, la historia de Gustave ha traspasado fronteras y ha llegado al mundo del entretenimiento y la cultura popular. Fue la inspiración para la película de terror «Primeval» de 2007, que narró una versión ficcionalizada de la leyenda del cocodrilo asesino. Este filme ayudó a cimentar aún más la fama de Gustave y la percepción de los cocodrilos como depredadores temibles a nivel global, aunque también ha generado cierto debate sobre la representación realista del animal y la responsabilidad en promover conocimientos objetivos sobre la fauna salvaje.
Durante la última década, a pesar de reportes esporádicos de avistamientos en la zona del río Ruzizi, cerca del Lago Tanganyika, la incertidumbre sobre el destino de Gustave ha crecido. En 2019, en un artículo dedicado a los viajes y cultura en Burundi, se declaró que el legendario cocodrilo podría haber sido muerto, aunque no existe evidencia concluyente ni imágenes que confirmen esta afirmación. El misterio permanece y, mientras no se cuente con pruebas sólidas, Gustave sigue navegando entre el mito y la realidad. Más allá de su leyenda negra, Gustave representa un caso fascinante para estudios científicos relacionados con el comportamiento de los cocodrilos gigantes, la interacción entre humanos y fauna salvaje y el impacto de los depredadores en los ecosistemas africanos. Su historia también pone en relieve los desafíos para conservar la biodiversidad en regiones afectadas por conflictos sociales, donde la seguridad para investigadores y pobladores es a menudo limitada.
La presencia de Gustave ha moldeado la vida de las comunidades ribereñas y ha influido en la forma en que los habitantes interactúan con su entorno natural. Entre el respeto, la precaución y el temor, estas personas viven una realidad que pocos en el mundo exterior suelen imaginar. Los usos del agua, la pesca y las tareas cotidianas se ven condicionados por la existencia de un depredador con características fuera de lo común que no dudará en atacar si se siente amenazado o hambriento. En suma, Gustave es mucho más que un simple cocodrilo. Es un símbolo viviente de la fuerza y misterio de la naturaleza africana, un recordatorio de los límites que existen entre el hombre y lo salvaje y un epicentro de historias que aún alimentan leyendas que perdurarán más allá de cualquier prueba científica.
Su historia sigue abierta, fluyendo como las aguas del río Tanganyika, esperando que algún día podamos conocer con certeza los hechos que oculta bajo su piel escamada y sus gigantescas mandíbulas.