En el mundo del desarrollo de software, y en particular en la industria de los videojuegos, la rapidez en la entrega de nuevas funciones y mejoras para los usuarios es un objetivo constante. Sin embargo, un error común es pensar que aumentar la cantidad de programadores o acelerar los procesos sin una base sólida puede garantizar resultados rápidos y eficientes. La experiencia del equipo desarrollador de Factorio revela una verdad fundamental: la única manera de avanzar rápido es hacerlo bien. Factorio, un juego conocido por su complejidad y profundidad, ha enfrentado a lo largo de su desarrollo numerosos desafíos relacionados con la calidad del código y la gestión del proyecto. Su responsable de desarrollo, kovarex, compartió recientemente en una publicación detallada cómo han abordado estos retos y las lecciones que han aprendido en términos de programación, organización y mantenimiento.
Uno de los conceptos más reveladores que el equipo adoptó es la analogía con la "cera fundacional" que se utiliza en la apicultura. En la cría de abejas, esta cera impresa sirve como estructura base para que las abejas construyan sus celdas de forma eficiente y ordenada. En la programación, contar con un diseño inicial limpio y bien planteado funciona como esa fundación sólida que facilita la expansión y evolución del proyecto a largo plazo. Cuando esta base se descuida, el código se vuelve desordenado, difícil de entender y proclive a errores, entorpeciendo cualquier intento de acelerar el desarrollo. El equipo de Factorio examina con detalle ejemplos concretos de cómo las malas decisiones iniciales o la falta de planificación adecuada han provocado “zonas problemáticas” en el código que consumen una cantidad desproporcionada de tiempo y esfuerzo.
Estas áreas, además de ser difíciles de modificar, provocan constantes regresiones y fallos, minando la productividad y la moral del equipo. Uno de los ámbitos más afectados fue la interfaz gráfica de usuario (GUI), que en etapas iniciales requería una gran cantidad de código repetitivo y fragmentado para manejar interacciones sencillas como pulsar un botón. Antes, el proceso para implementar una acción en la GUI implicaba definir objetos, registrar escuchas de eventos, sobreescribir funciones específicas y filtrar eventos mediante largos bloques condicionales. Este método no solo resultaba muy prolijo, sino que ampliaba el código innecesariamente y dificultaba su mantenimiento. Para solucionar este problema, un enfoque innovador fue usar funciones lambda para gestionar los eventos, permitiendo escribir código más conciso, legible y menos propenso a errores.
Esta transición representó una reestructuración profunda de la base del GUI, eliminando miles de líneas de código y volviendo el desarrollo más ágil y placentero para los programadores. La simplificación en la gestión de eventos con funciones anónimas permitió que la lógica relacionada a un elemento se encapsulara en un solo lugar, mejorando la comprensión y reduciendo la posibilidad de fallos. Otro caso paradigmático fue la lógica relacionada con la construcción manual dentro del juego. El código original estaba fragmentado en múltiples variantes casi idénticas, una práctica común cuando se priorizan soluciones rápidas sobre un diseño cuidadoso. Esta duplicación no solo complicaba realizar cambios, sino que aumentaba la probabilidad de inconsistencias y errores, dado que las correcciones debían replicarse en cada versión del código.
Factorio decidió invertir una cantidad considerable de tiempo en refactorizar esta parte, consolidando las diferentes variantes en una estructura unificada, bien diseñada y totalmente cubierta por pruebas automáticas. El resultado fue impresionante: el mantenimiento se volvió más sencillo, las modificaciones se implementaron más rápido y se redujo el estrés del equipo al trabajar con un código que ahora resultaba claro y consistente. Este ejemplo refleja uno de los mayores beneficios de seguir principios sólidos de desarrollo: un código de calidad no solo es más fácil de mantener, sino también más satisfactorio para quienes trabajan con él. Cuando el código es legible, estructurado y probado, el trabajo se vuelve casi un placer, lo que a su vez se traduce en mejoras continuas con mayor rapidez. Hablando de pruebas, Factorio es también un ejemplo brillante del valor que cobran los tests automatizados en el desarrollo moderno.
Con el paso del tiempo, han ampliado la cobertura de pruebas para incluir áreas tradicionalmente desatendidas como la GUI, permitiendo detectar errores de forma automática antes de que lleguen a las versiones públicas. Esta automatización no sólo mejora la estabilidad, sino que libera tiempo valioso para que los desarrolladores se enfoquen en crear nuevas funcionalidades. La metodología de desarrollo basada en pruebas, conocida como Test Driven Development (TDD), fue otra revelación para el equipo. Aunque inicialmente escépticos sobre su practicidad, experimentaron los beneficios de escribir primero las pruebas y luego el código para cumplirlas, generando un ciclo constante de mejora y validación que evita errores costosos y aumenta la confiabilidad desde etapas tempranas. Relacionado con las pruebas, la gestión de las dependencias entre ellas fue otro punto en el que aprendieron mucho.
Contrario a la creencia de que todas las pruebas deben ser independientes para resultar efectivas, notaron que algunas dependencias son naturales y necesarias, siempre que las pruebas estén organizadas correctamente y sus resultados sean claros. Anexaron un sistema para ordenar y ejecutar pruebas según sus dependencias, facilitando la identificación del punto exacto de falla y acelerando la depuración. A nivel organizativo, tener un equipo pequeño y sin la presión de inversores o accionistas permitió a Wube Software, la compañía detrás de Factorio, priorizar la calidad por encima de la velocidad inmediata. El enfoque en mejorar fondo y forma incluso a costa de reducir temporalmente el ritmo de nuevas características resultó ser una inversión que ha potenciado la velocidad y capacidad de desarrollo a largo plazo. También adoptaron herramientas para medir la cobertura de tests y detectar código muerto o no probado.
Estos indicadores visuales se utilizan para enfocar los esfuerzos en áreas que requieren mayor atención, aumentando aún más la calidad y solidez del proyecto global. El mensaje que se desprende de toda esta experiencia es claro: tratar de ir rápido sin hacer bien las cosas desde el principio conduce inevitablemente a una ralentización progresiva, pérdida de control y mayor gasto de recursos. Por el contrario, invertir en una base sólida, diseño limpio, pruebas rigurosas y buenas prácticas hace que el desarrollo posterior fluya con mayor rapidez y eficiencia. Para cualquiera interesado en el desarrollo de videojuegos, software o en la gestión de proyectos complejos, la historia de Factorio es una muestra tangible de cómo la calidad y la disciplina técnica son la única verdadera vía para acelerar el progreso sostenible. En contextos donde la presión por entregar rápido está siempre presente, recordar la sabiduría de “la única forma de avanzar rápido es hacerlo bien” puede marcar la diferencia entre simplemente sobrevivir y prosperar.
Factorio es un testimonio vivo de que la paciencia y el esfuerzo para hacer las cosas correctamente terminan por regalar velocidad, estabilidad y satisfacción tanto a desarrolladores como a usuarios. Con estas enseñanzas, cualquier desarrollador o equipo puede replantear su estrategia y enfoque, apostando por la calidad como motor esencial del éxito a largo plazo, y entendiendo que en tecnología, lo bien hecho de hoy es la velocidad garantizada de mañana.