La historia de la tecnología, particularmente la de la computación personal y las comunicaciones en red, está marcada por una dualidad constante: la búsqueda de la libertad y la creatividad frente a la expansión del control, la vigilancia y la extracción económica. Esta tensión es el núcleo del fenómeno que Cory Doctorow denomina enshittificación, un proceso mediante el cual las plataformas y productos tecnológicos comienzan siendo herramientas liberadoras y terminan degradándose en mecanismos opresivos y restrictivos que priorizan ganancias económicas sobre la experiencia del usuario. Aunque puede parecer una problemática actual, la realidad es que la enshittificación ha estado presente desde los primeros días de la industria tecnológica y es tan antigua como el propio desarrollo de la computación personal. En su columna para la revista Locus de marzo de 2025, Doctorow narra una fascinante historia que traza este fenómeno desde los años 80 hasta la actualidad. Un punto de partida para comprender esta dinámica es su novela "Picks and Shovels", ambientada en la era dorada de la PC, donde presenta el caso de Fidelity Computing, una empresa ficticia pero basada en prácticas muy reales que ejemplifican cómo la tecnología ha sido desde siempre objeto de manipulación para el beneficio económico de unos pocos.
Fidelity Computing, que según la novela está dirigida por líderes religiosos, utiliza técnicas de bloqueo y sabotaje para asegurar la fidelidad del cliente y fomentar un ciclo interminable de consumismo. Sus productos, como discos flexibles y periféricos, vienen intencionadamente dañados o con características diseñadas para dificultar la interoperabilidad con otros sistemas, asegurando que los usuarios se vean obligados a comprar solo productos y servicios de la misma compañía a precios exorbitantes. Este tipo de técnicas no es sino la versión primitiva de las prácticas actuales, como los cartuchos de tinta de precio desorbitado, los ecosistemas cerrados de aplicaciones y servicios exclusivos, o incluso las reparaciones costosas e inaccesibles, todo lo cual limita la autonomía del usuario y perpetúa la dependencia del proveedor original. La idea de impedir la copia y limitar el acceso a productos compatibles se remonta históricamente a la inventiva temprana en tecnología informática. En los años 70, por ejemplo, Bill Gates escribió una célebre carta abierta donde repudiaba las prácticas de compartición y colaboración en la comunidad de hobbyists, defendiendo la apropiación intelectual y el control como instrumentos para sostener el desarrollo industrial y garantizar los beneficios de los creadores originales.
Sin embargo, esta postura chocaba con los fundamentos mismos de cómo operan las computadoras, ya que la ejecución de cualquier software requiere copiar su código en la memoria. Por ende, la tarea de crear sistemas realmente a prueba de copias ha resultado casi imposible, más allá de generar muchas frustraciones técnicas y legales. Los intentos de establecer sistemas infalsificables generaron un margen para la especulación y la explotación, donde compañías desarrollaron tecnologías que dañaban deliberadamente sus propios productos o reprimían la compatibilidad con estándares abiertos, todo en nombre de la protección de la propiedad intelectual y del mantenimiento del control económico. El proyecto SSAFE de Apple, por ejemplo, ilustraba cómo incluso los ingenieros más talentosos enfrentaron la contradicción inherente en la protección contra la copia, con el mismo Steve Wozniak, cofundador de Apple, demostrando que esos sistemas podían ser vulnerados en cuestión de horas. Paradójicamente, Wozniak había comenzado su carrera hackeando sistemas telefónicos mediante un dispositivo llamado «blue box», lo que refleja que la creatividad para burlar sistemas opresivos ha sido un motor constante en la evolución tecnológica.
Este constante tira y afloja entre libertad y control fue truncado en 1998 por la aprobación del Digital Millennium Copyright Act (DMCA) en los Estados Unidos, que criminalizó eludir los sistemas de control de acceso y creó barreras legales para la interoperabilidad, la reparación independiente y la preservación tecnológica. Más que una innovación técnica, el DMCA fue un golpe al espíritu hacker y al derecho de los usuarios a entender y modificar sus dispositivos, fomentando un sistema cerrado y jerárquico dominado por pocas corporaciones. La expansión de estas prácticas no se limita a Estados Unidos. En acuerdos comerciales internacionales, el gobierno estadounidense ha impuesto leyes similares a sus socios comerciales como condición para el acceso a sus mercados, extendiendo un marco legal que persiste aún hoy y limita la competencia y la autonomía tecnológica en todo el mundo. Sin embargo, la historia no solo habla de opresión y control.
Al mismo tiempo que empresas como Fidelity operaban, surgieron grupos y empresas que buscaban revertir estas prácticas, promoviendo la interoperabilidad adversarial, una metodología que consiste en crear soluciones que permitan la compatibilidad y la libertad ante sistemas cerrados y restrictivos. Estos esfuerzos representan la persistencia de un espíritu rebelde y hacker que busca mantener viva la promesa inicial de la tecnología como herramienta de liberación. Las protagonistas de "Picks and Shovels" que trabajan para la firma Computing Freedom encarnan esta respuesta activa. Son mujeres que, tras cuestionar las tácticas destructoramente comerciales de la empresa Fidelity, deciden desarrollar hardware y software compatibles y libres, buscando rescatar a los usuarios atrapados en ecosistemas propietarios y disfuncionales. Este movimiento no es solamente narrativo, sino que refleja tendencias reales en el activismo tecnológico contemporáneo, desde el derecho a reparar dispositivos hasta la promoción de estándares abiertos, pasando por la resistencia a monopolios digitales y la creación de alternativas de código libre y abierto.
En la actualidad, estas tensiones son más visibles que nunca. Grandes corporaciones como Apple, Google y Tesla consolidan modelos donde controlan estrictamente qué software puede ejecutarse en sus plataformas, qué servicios pueden utilizarse y cómo se realiza el mantenimiento y reparación de sus dispositivos, todo ello convenciendo a sus usuarios de que esa falta de libertad es un precio a pagar por calidad, seguridad o conveniencia. A lo largo de los años también hemos visto cómo legislaciones y políticas públicas han sido moldeadas para favorecer a estos actores dominantes, frenando iniciativas que buscan abrir mercados, proteger a los consumidores y fomentar competencia auténtica. Sin embargo, las demandas sociales por mayor transparencia, interoperabilidad y derechos digitales han ganado un espacio importante en el debate público. Es así que la enshittificación no es un destino inevitable ni un problema que atañe únicamente a los gigantes tecnológicos.
Es también una oportunidad para repensar la tecnología y su relación con la sociedad, para recuperar una visión donde los dispositivos y servicios sean realmente herramientas que potencian la autonomía, la creatividad y el bienestar colectivo. Doctorow nos invita a recordar que siempre ha habido "enshittifiers", agentes que dañan y controlan la tecnología para su beneficio propio, pero también a reconocer que quienes resisten, quienes crean alternativas y quienes luchan por la recuperación del espacio de libertad tecnológico, nunca han estado solos ni desarmados. Esta historia nos enseña que el futuro tecnológico no está escrito en piedra. Cada generación tiene la responsabilidad y la capacidad de desenmascarar las prácticas restrictivas, de educar, innovar y legislar para que la tecnología cumpla su promesa original de empoderar, conectar y liberar. En este sentido, proyectos literarios, activistas y expertos como Cory Doctorow se convierten en faros que iluminan nuestro camino en la lucha contra la consolidación del poder en pocas manos.
Los retos actuales, desde la exagerada monetización de apps y servicios digitales hasta la criminalización de la reparación y la modificación de dispositivos, son reflejo de una historia más amplia. Sin embargo, el activismo, el ingenio técnico y la solidaridad entre usuarios y creadores tienen el potencial de revertir esta dinámica. Recuperar la interoperabilidad y el derecho a modificar, reparar y compartir es un paso fundamental para desactivar la enshittificación y construir un ecosistema tecnológico más justo y abierto. Además, ampliar el acceso a herramientas que permiten a los usuarios escapar de las trampas del ecosistema cerrado —como jailbreaks, software libre y hardware compatible— democratiza la tecnología y reduce la dependencia intensa y peligrosa hacia unos pocos proveedores que priorizan ganancias sobre los derechos y necesidades reales. Finalmente, esta historia es una invitación a los consumidores, creadores y legisladores para que tomen conciencia del poder que tienen sobre el diseño y la gestión de la tecnología.
La historia de la computación y la enshittificación demuestra que es posible desafiar las construcciones restrictivas que buscan explotarnos, siempre que exista voluntad y organización para hacerlo. La lucha continúa y la tecnología puede ser una aliada, siempre que mantengamos en alto los valores de apertura, libertad y cooperación que inspiraron a sus primeros creadores. La enshittificación, aunque persistente, no es una condena definitiva. El futuro está en nuestras manos para crear un entorno digital en el que la innovación esté al servicio de todos, y no solo de unos pocos privilegiados.