La región de Asia Meridional vuelve a vivir un episodio de alta tensión entre dos de sus principales potencias nucleares: India y Pakistán. En los últimos días, el intercambio de ataques militares ha situado de nuevo a la disputada región de Cachemira en el centro de la atención internacional, despertando preocupación por la estabilidad regional y la seguridad global. Las acciones bélicas incluyen ataques con drones, misiles y fuego artillero en una escalada rápida y peligrosa que revive antiguos conflictos y genera un ambiente de incertidumbre. El desencadenante inicial de esta reciente serie de enfrentamientos se sitúa en un ataque militante que tuvo lugar el mes pasado en la localidad de Pahalgam, ubicada en Cachemira administrada por India, donde turistas indios fueron atacados y varias personas perdieron la vida. India acusó directamente a grupos terroristas con base en Pakistán y vinculó al gobierno pakistaní con el incidente, lo que Islamabad negó enérgicamente.
Este hecho sirvió como justificación para que India realizara ataques con misiles y bombardeos aéreos hacia varios objetivos estratégicos en territorio pakistaní y en la parte de Cachemira administrada por Pakistán. La respuesta de Pakistán no se hizo esperar. Islamabad denunció que había derribado varios drones y jets indios durante la ofensiva y acusó a India de continuar con acciones militares agresivas, incluyendo bombardeos en zonas civiles y detonaciones en localidades cercanas a la Línea de Control, que es la frontera de facto que separa las dos partes de Cachemira. Se reportaron víctimas civiles en ambos lados del conflicto: al menos 31 personas murieron y 57 resultaron heridas en Pakistán y áreas de Cachemira bajo su administración, mientras que en el lado indio se documentaron al menos 16 civiles fallecidos debido a los ataques provenientes de Pakistán. Los informes de las operaciones militares recientes revelaron que India llevó a cabo ataques aéreos y con misiles sobre nueve sitios en Pakistán y en Cachemira administrada por este país, aunque Pakistán reconoció solo seis de estos ataques y aseguró haber destruido cinco cazas indios y un dron, afirmaciones que India no ha confirmado ni desmentido.
Además, India comunicó que el ejército neutralizó la amenaza provocada por drones y misiles pakistaníes que se dirigían hacia bases militares en territorios bajo su control, específicamente en Jammu, Udhampur y Pathankot. Un aspecto notable en esta escalada es el uso masivo de drones con capacidades de ataque, conocidos también como municiones de búsqueda o suicidas, que, debido a sus costes relativamente bajos en comparación con los aviones de combate tradicionales, están transformando la manera en la que se desarrollan estos enfrentamientos. Se reportaron ataques con drones en varias ciudades pakistaníes, incluyendo zonas protegidas como Rawalpindi, Lahore y Karachi, lo que sorprendió a analistas y autoridades pakistaníes. Por su parte, Pakistán afirmó haber derribado más de 25 de tales drones, incluso algunos desplegados muy lejos de la frontera. El despliegue de tecnología militar avanzada por ambas partes demuestra un cambio significativo en el enfoque estratégico del conflicto, evidenciando un mayor riesgo de escalada que podría afectar no solo a los territorios en disputa, sino también a la seguridad y estabilidad regional.
La dificultad reside en que ambos países, con ejércitos bien armados y poseedores de armas nucleares, mantienen posturas firmes y discursos nacionalistas exacerbados, dificultando cualquier iniciativa de desescalada. La población civil, especialmente en la región de Cachemira, sufre las consecuencias más severas. La administración india en Cachemira reportó apagones generalizados, cierres de escuelas, restricciones de movilidad y situaciones de emergencia debido a los bombardeos y enfrentamientos en la Línea de Control. En localidades como Poonch y Jammu, los residentes se han visto obligados a abandonar sus hogares para buscar refugio en zonas más seguras. Desde el ámbito internacional, numerosas voces han exhortado a ambos países a bajar las tensiones.
Estados Unidos ha mantenido comunicación directa con las autoridades de India y Pakistán, enfatizando la necesidad de una desescalada inmediata y sugiriendo el fortalecimiento de canales de diálogo directos para evitar malentendidos o incidentes no planificados que podrían agravar el conflicto. Representantes de países del Golfo, como Qatar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, reconocidos por tener vínculos diplomáticos cercanos con ambos países, han mostrado disposición para jugar un rol mediador. No obstante, la complejidad del problema radica en la profunda historia del conflicto de Cachemira. Desde la partición del subcontinente indio en 1947, India y Pakistán han reclamado el control total de este territorio, que ha sido escenario de varias guerras y numerosos incidentes fronterizos. La insurgencia prolongada en Cachemira administrada por India ha causado miles de muertes y una grave crisis humanitaria, alimentada por sentimientos encontrados entre la población y el nacionalismo de ambos países.